Cultura y Sociedad

Muertos de risa y vivos de ilusión

Sábado Santo. Agradable temperatura en la sierra riojana. Una suave brisa acaricia los montes de la Demanda. Las fuentes emanan agua para refrescar las gargantas y el alma. El sol comienza a esconderse. Primero, entre las nubes. Después, en el horizonte. La tarde languidece y la noche comienza a abrirse paso. En una pequeña plaza, decenas de personas se arremolinan esperando a que comience la función.

La estampa se produce en Canales de la Sierra, un pequeño lugar de ese trozo de país que ahora llaman ‘España Vaciada’. Hay un gran acontecimiento de esos que se viven en los pueblos como si el mundo se fuera a acabar en unas horas: una degustación de panceta, una verbena, una boda o un entierro. Sin novia vestida de blanco ni música ni olor a carne… sólo nos queda la última opción. Pero tampoco hay muerto. ¿Qué será?

Parece que tiene que ver con la muerte, pero no puede ser nada más lejos de las pompas fúnebres. No suenan las campanas ni hay nadie llorando. La parca no está de paso por Canales. La visita conjuga la oscuridad y la luz. La vida. El teatro. ¡Que comience la función! Y casi doscientas personas -canaliegos y visitantes- asisten a la primera representación de una reformada corrala barroca que cuenta con tres siglos de historia y que ha vuelto a cobrar vida.

La idea se les pasó por la cabeza a Domingo García y Benjamín Blanco, el ayuntamiento les ha echado una mano y la gente ha hecho el resto. Dos obras (Las aventuras de Pitu-Titu y Muertos de Risa, Dinámica Teatral) para arrancar un sueño que pretende llegar muy lejos, allí donde sólo puede alcanzar la imaginación y el teatro. Las artes escénicas y su magia. La luz en la oscuridad.

Al finalizar el estreno serrano, división de opiniones. Ha estado bien. No ha estado mal. Nos hemos echado unas risas. Ha merecido la pena. Y tal. Reto conseguido. Primera piedra colocada para llenar de cultura un rincón de La Rioja donde no mueven las aspas los molinos sino que hay vacas, cabras, ovejas y mucha despoblación. En Sábado Santo, muertos de risa, pero vivos de ilusión. El telón está subido, ya no hay quien lo baje.

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