“Tienen la desfachatez de cobrar a las mujeres, y solo a las mujeres, para acceder a un urinario”. Se refiere esta lectora a los baños de la estación de autobuses de Logroño, donde las féminas solo pueden atender las necesidades de su vejiga si en el monedero aparece entre la calderilla una moneda de 20 céntimos de euro.
En el aseo de caballeros eso no sucede. Los urinarios de pared tienen acceso libre y solo en el caso de que la digestión llame a la puerta en forma de aguas mayores toca abonar esa misma cantidad de dinero. “No sé si es machismo o mala leche, ni tampoco de quién es competencia, pero la cosa tiene maldita gracia”, le indica indignada esta lectora al Sereno.
“Encima de poco limpios hay que pagar; un micromachismo más”, concluye la denunciante. Y razón no le falta.
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