Gastronomía

Una sabrosa maratón entre alcachofas, carrilleras y patatas a la riojana

Fernando me ha citado a las 10,45 en La Gota de Leche. “No tardes, que vamos con prisa”. Antonio, Jorge y Rubén forman el resto de la expedición. Como no podía ser de otra manera, aparezco casi a las once y me llevo la primera colleja de la jornada. Va a ser un largo día de aprendizaje gastronómico y vinícola sin que falten las tradicionales enseñanzas para la vida en general. Lo mismo freímos una corbata que planchamos un huevo. La noche anterior fue larga para todos.

Los cuatro prohombres forman parte del jurado del Concurso de Pinchos de La Rioja, el certamen más importante de pinchos de La Rioja a nivel mundial. Tienen hasta chófer por si los vinos. La primera parada de la mañana es la esquina de Avenida de la Paz con la calle San Millán. Bar Iris. Frente al bar Virginia, donde en noches pasadas -en ese mágico momento en el que se cruzan los borrachos con la España que madruga- nos clavábamos unos bocadillos de cosas grasientas que temblaba el misterio, arranca la maratón.

Kilómetro 1. Carrilleras ibéricas al Rioja. Bien. Un pincho correcto. Sin fantasías ni alharacas. Me desvela entonces Fernando que yo también voy a votar. “Te he hecho un papel”. No valdrá para nada, pero mi ilusión crece por momentos. Me pongo nervioso y aprieto con más fuerza que nunca el bolígrafo como si eso le diera más empaque a mi nota. ¿Presentación? ¿Sabor? ¿Impresión general? “Tienes que poner del uno al diez”. Hecho. Siguiente.

Carrilleras ibéricas al Rioja | Foto: Bar Iris

Kilómetro 2. La Rioja, bocado a bocado. En marcha. “Ahora vamos al Mesón Jabugo del Parque Rioja”. Entre las compras del sábado, nos colamos sin hacer ruido en un establecimiento cuyo fuerte está en el menú del día. Haciendo valer esa experiencia, han decidido convertir ese menú diario en formato pincho. “Así salgo de la rutina del centro comercial”, confiesa el cocinero, quien también reconoce que les ha costado varios días de ‘discusiones’ decidir qué hacer: “Le hemos dado muchas vueltas”.

El pincho llama la atención. Entra por los ojos. Y está muy bueno. Cojonudo. No es una ‘cosa’ sino tres. Triple pincho. Unas patatas a la riojana, un cherry (relleno de manitas y crema de boletus) y una tartaleta de queso de los cameros. Incluso se le intuyen los colores de la bandera de La Rioja para hacerlo lo más riojano posible. Una buena idea y una buena ejecución, sobre todo en la parte patatera. “¡Sabe hasta a guindilla!”. “Y pica”.

La Rioja bocado a bocado | Mesón Jabugo (Parque Rioja)

Kilómetro 3. Delicias de Cenicero. El momento de más tensión del viaje. Emprendemos la ruta fuera de Logroño. La plaza de Cenicero nos espera. Y allí, en el primer día de terraza del 2019 con un solecito que te facilita coger un catarro en cuanto te quitas el abrigo, varios lugareños que rondan los setenta años nos miran con desconfianza. ¿Qué hacen estos por aquí? Llevamos escrito en la frente que somos de fuera. Recelo. Vistazos con una pizca de desprecio y otro de agresividad. Por suerte, no saben que tres somos periodistas. Escondamos el carné.

La sorpresa me la llevo al descubrir el tirolés, el vermú típico de la ‘city’, obra de Valentín Pascual. Ya hemos reconocido unos párrafos más atrás que el día era de aprender. Donde fueres, haz lo que vieres. Vino frío o vermú más frío todavía. Optamos por lo segundo y le damos al tercer pincho del sábado: escabeche templado de lomo, mermelada de pimiento, tosta de tomate, champiñón, foie… y algún ingrediente más. También correcto, claro, aunque con un sabor algo diferente a lo anterior. Menos riojano y más chucrut.

Vermut tirolés y el pincho ‘Delicias de Cenicero’ | La Vermutería

Kilómetro 4. Empatía. Para llegar a Ábalos, nos adentramos en territorio comanche (Arabako Errioxa). Elciego, Samaniego… y nos metemos en un mar de viñas recién podadas o a punto de estarlo. La época de coger sarmientos para asar chuletillas. Ostatu, Baigorri, Amaren… las grandes bodegas de Rioja Alavesa nos ven pasar por su puerta y nos invitan a entrar, pero llevamos prisa. Otro día será. Ganas no faltan.

Si antes descubría un vermú, ahora me tocaba un bonito emplazamiento. Nunca había estado en Ábalos y me pareció una de las localidades con más encanto de La Rioja. Ya sabes: Sajazarra, Cuzcurrita, Briones, San Vicente… y ahora, Ábalos se suma a mi lista. Nos esperan en el hotel ‘Villa de Ábalos’. El nombre no es casualidad, claro. Y nada más abrir, los paisanos se arremolinan en la barra. El día invita a la ronda.

Jurado del Concurso de Pinchos de La Rioja | Hotel Villa de Ábalos

El pincho se llama ‘Empatía’, como el vino de esta casa solariega y como el atributo que se desprende de sus propietarios. Una alcachofa en tempura, brandada de bacalao, panceta y salsa romescu que está exquisita. Espectacular. Olé, Merche, que así se llama la cocinera y que con este pincho quiere sacarse una espinita tras una pequeña polémica en el programa ‘Juego de Cartas’ de ETB con la textura y el sabor de las alcachofas.

Empatía | Hotel Villa de Ábalos

Kilómetro 5. Arrope. Continuando por esa carretera que en otoño es el lugar más bonito del mundo, llegamos a Haro. Doble parada. La primera, el Arrope de Miguel Achotegui, aunque no nos puede atender porque ha salido por un motivo personal. Una pena. El nombre de su pincho lo describe a la perfección: alcachofa confitada con rostizado de Cameros y arrope de viura sorbe crema de boletus. Nada más que añadirle. Y estamos en la capital del Rioja, prácticamente la capital del vino mundial.

Arrope | Haro

Kilómetro 6. Paloma de tartare de atún. Un blanco de Muga para terminar con el que Antonio continúa mi aprendizaje sobre el vino. Dice que huele a cítricos, que es cosa de la fermentación maloláctica. Y yo le creo. En esas, llega el pincho (también está en ración): atún fresco, perlas de AOVE, sal en escama, mostaza a la antigua, wasabi, salsa teriyaki… y más cosas. Merece mucho la pena.

Paloma de tartare de atún | Plaza Gastrobar (Haro)

La salsa hay que esparcirla por encima de todo el pincho. Está fresquito, como el vino. Todo marida. Y el sabor oriental cierra en la plaza de Haro nuestra pequeña maratón. Poco más de cien kilómetros para probar seis pinchos. Cada uno con sus virtudes y sus puntos fuertes. Estómagos llenos y agradecidos. Votaciones realizadas. Volvamos al coche a contar algún chascarrillo. Carretera y siesta.

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