La Rioja

Frutera y verdulera de tercera generación y por vocación

Eukene Ezquerro. 42 años. Pradejón. Frutera y verdulera.

Reportaje fotográfico: Clara Larrea ©

Hay frutas y verduras de temporada y otras que perduran todo el tiempo… La historia de Eukene Ezquerro (42 años, Pradejón) es la del segundo caso, la de la continuidad, la de quien riega su trayecto para que siga floreciendo, la del esfuerzo. Ella es la tercera generación de fruteros en puesto ambulantes y desde hace casi dos décadas tiene su propio negocio.

“Empezó mi abuelo Norberto vendiendo las verduras que producía en el campo y luego ya siguió mi padre Bertín con mi madre, Merche, que nada tenía que ver con esto. Mi madre es de Fuenterrabía y conoció a mi padre, de Pradejón, cuando este hacía la mili en Loyola”, explica orgullosa. Así arranca su génesis y también la de su marca ‘Frutas Eukene’.

Su padre arrastró a su madre a dedicarse a la venta ambulante y Eukene hizo lo propio con su marido, que antes era albañil

Tanto en el caso de sus padres como en el suyo una parte estaba previamente conectada a la venta de frutas y la otra totalmente ajena. Porque al igual que su padre arrastró a su madre, Eukene ha hecho lo propio con su marido, Martín, antes albañil. “Era demasiado para mí sola y además ha sido una manera de compaginar nuestra vida personal y laboral, porque de la otra forma apenas coincidíamos”, admite.

Así que hoy Frutas Eukene es cosa de dos… o de tres… o de cuatro… Porque también sus hijos frecuentan el puesto. Yeray, de 14 años, y Aimar, de seis, van de vez en cuando con ella. “Han estado por aquí desde pequeños. Siempre he querido que vean lo que cuesta ganarse la vida, y que esto es duro para que emprendan otro camino”, apunta. El mayor le echa una mano, “me ayuda, vale para esto, pero quiero que estudie”, dice como madre.

Y buena mano está claro que tiene Yeray, al menos con el balón de basquet. “La semana que viene igual va al Campeonato de España de baloncesto de selecciones”, cuenta orgullosa. De hecho, estamos en El Villar de Arnedo, uno de los puestos que visita semanalmente, y ya va avisando a la clientela de que podría faltar la semana próxima por el torneo de su hijo.

Además de en El Villar, también tiene puesto en Ausejo, donde suele ir su marido, Galilea, Murillo de río Leza, Estella y el sábado en Irún, adonde lleva yendo 40 años.

“A veces me dicen: ¿así que eres frutera y verdulera?, pues sí, qué quieres que te diga, aunque suene un poco regular, en el fondo es a lo que me dedico a vender frutar y verdura”, cuenta entre risas, con decisión. Se le nota ‘airosa’. “Para la venta hay que ser agradable con la gente, que en general es maja”. ¿Y esa fama de los tenderos de que engatusan? (Ríe) “Bueno, yo les pongo lo que me piden, aunque es cierto que a veces se sugiere o se promueve echar un poco más de cantidad…”, reconoce divertida. 

“Levantarse a las cuatro de la mañana para preparar el género y comprar no es fácil, sobre todo en días festivos”

Sin embargo, no todo es perfecto. “La venta en mercadillos es una tarea dura. Pasas mucho frío o mucho calor… De hecho yo miro todos los días a ver qué tiempo va a hacer porque condiciona mucho la venta y el rato que vamos a pasar”.

No es el único pero de su trabajo: “Levantarse a las cuatro de la mañana para preparar el género y comprar no es fácil, sobre todo en días festivos, puentes, etc., pero no se puede faltar a los mercados, hay que vender”. Y esa implicación afecta a toda la familia. “A los niños también los tengo que levantar a esa hora y llevarlos a casa de mi madre y cuando son pequeñitos da mucha pena”, admite.

Pero el que algo quiere, algo le cuesta, y por eso ella ha dado prioridad también a la familia. “Prefiero comprar a productores locales a unos céntimos más caro, pero que me permitan estar más tiempo con mis hijos, que tener que hacer viajes largos para proveerme en grandes distribuidores con precios más bajos”. Cuestión de sopesar rentabilidad u otros beneficios personales.

“Las verduras son de Calahorra, Pradejón, Peralta. En definitiva, de la zona”

Así pues la mayor parte de lo que vende en el puesto es del entorno. De hecho, si de algo se precia Eukene es del origen de su género: “Las verduras son de Calahorra, de Peralta, de Pradejón… Las alcachofas por ejemplo son ya de Tudela, y ¡ojo! este año como no hay por el sur se las están llevando, así que van a estar caras aquí”, avisa.

La fruta, en la medida de lo posible, también es local: peras de Sartaguda, manzanas de Aragón… Pero es una época menos prolífica en cuanto a venta y también a variedad de producto. “El verano es mucho mejor en todo: más venta, más género…”. ¿Y hay también modas en tema de frutas y verduras? “Modas como tal no hay, pero sí que es cierto que hay productos que antes no se vendían y ahora nos habituales, como por ejemplo el jengibre o los aguacates”, cuenta esta pradejonera, que además de trabajar le gusta salir a correr y hacer spinning, aunque esto último lo tiene un poco más abandonado.

Lo que no plantea abandonar ni a corto ni a medio plazo es su puesto de fruta y verdura. Se le presiente satisfecha y que lo hace con devoción y vocación. “Me gusta mi trabajo, la verdad que sí”, recalca. El cuestión de saber saborear lo que se tiene.

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