La Rioja

De vivir como vagabundo en Logroño a la Feria del Libro de Fráncfort

De vivir como vagabundo en Logroño a la Feria del Libro de Fráncfort

Martin, en la Avenida de Paz el día que se marchó de Logroño, en marzo de 2010.

‘Nunca sabes adónde te lleva la vida’ es una de esas frases que tientan a cualquiera para fijarla en su perfil de Facebook. Para Michael Martin es mucho más que eso. Es la principal enseñanza de su tormentosa existencia y, a la vez, un canto al optimismo de esos que te hacen replantearte el verdadero alcance de los problemas cotidianos.

Martin (Marburgo, Alemania, 1954) ha sido una de las grandes revelaciones de la última edición de la Feria del Libro de Fráncfort con un libro en el que hace balance de su vida. En la autobiografía relata cómo durante dos años (entre 2008 y 2010) vivió de la caridad en las calles de Logroño.

Muchos quizás le recuerden aún clavado a las puertas del Mercadona de la Avenida de la Paz, acompañado de su inseparable perro y pidiendo limosna a los transeúntes. En su libro, Michael Martin narra cómo fue ese el momento en que tocó fondo y solo el alcohol le permitía conciliar el sueño.

Antes de eso, los golpes ya habían puesto a prueba el espíritu de supervivencia de este alemán nacido en la Alemania en la que aún humeaban las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Hijo no deseado de un doctor y una fiscal, su infancia la pasó en diferentes internados de su país y Suiza.

Michael Martin, en una reciente visita a Logroño.

Primer punto de inflexión

Pese a crecer sin una familia estructurada, Michael estaba a punto de finalizar sus estudios de medicina en el momento en que su pareja le comunicó que estaba embarazada. Ambos deciden que lo más conveniente era que él mismo le practicara un aborto, algo que no perdonó la familia de ella, que le denunció y acabó con Martin condenado sin poder volver a ejercer como médico.

Con sus expectativas rotas en mil pedazos, buscó refugio alistándose en la Legión Extranjera del ejército francés, donde conoció de primera mano los horrores de la guerra entre Libia y Chad de finales de los años 70. En ella casi pierde un ojo y en ella vio morir a quien por entonces consideraba como su único amigo.

En ese momento de depresión el destino volvió a atizarle con dureza. En un examen rutinario, con 28 años, los doctores le detectan un cáncer en fase de metástasis y en ese momento, el ahora escritor está convencido de que va a morir en soledad. En cambio, logra sobreponerse a la quimioterapia y prueba fortuna en Holanda.

Allí consigue encadenar diferentes trabajos y logra amasar una importante suma de dinero que invierte casi por completo en las drogas. De regreso en Alemania, subsiste con una prestación social pero el cuerpo vuelve a enviarle dos serios avisos: sufre un ictus y un infarto. De ambos se recupera, gracias a cuatro baipás, pero no así de su situación de precariedad, lo que le llega a viajar a España en busca de algo de suerte.

Segundo punto de inflexión

Tras dos años pidiendo limosna en Logroño llegó a Santiago de Compostela, dejando a su inseparable perro en manos de la Protectora de Animales. Según relata en La Voz de Galicia, lo hizo después de que le robaran toda su documentación y la policía le pegara. En cambio, su vida iba a dar un giro y, prácticamente por primera vez, a mejor.

Susana Menéndez, una abogada que se ofreció a prestarle asesoramiento jurídico y le ayudó mucho más de lo que podría haber imaginado. Gracias a ella, según explica el propio Michael Martin, dejó la bebida y su apasionante historia acabó en la vicaría. Ahora, como marido y mujer, han demostrado con el libro presentado en la Feria de Fráncfort que hay historias de esas que superan ampliamente a la ficción.

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