El Rioja

Fernando Salamero: “Nos tenemos que creer que Rioja es algo diferente”

Fernando Salamero, presidente del Consejo Regulador: “Nos tenemos que creer que Rioja es algo diferente”

Foto: Clara Larrea

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  • “Estamos estudiando el stock cualitativo para minimizar situaciones como las que se dieron en 2016 en contraste con el 2017”.

 

  • “Tenemos la gracia de Dios de tener un paisaje único y diferente”.

 

  • “Salvo que un vino tenga un defecto, por principio cualquier vino es bueno. El vino es cuestión de gustos. El mejor vino es el que más gusta en cada momento”.

 

 

 

Fernando Salamero (Elciego, 1950) lleva una vida dedicada al vino: Director general financiero de Marqués de Riscal, presidente del Grupo Rioja, fue presidente del Grupo de Exportadores durante más de treinta años y es el vocal más antiguo (se incorporó en 1982) del Consejo Regulador de la DOCa. Rioja, entidad que preside desde junio de 2017 junto a la Interprofesional del Vino. Casi un año después, es buen momento para hacer un primer balance: “Personalmente, estoy satisfecho: La misión del presidente debe ser escuchar a todos y sumar voluntades; y a las pruebas me remito: creo que hemos terminado sin incidencias”.

– ¿En qué liga juega o debería jugar el Rioja?

– Rioja es único. Y tiene las distintas características que atienden al consumidor actual: en vinos superprémium y otros que son más sencillos. Nos tenemos que creer que Rioja es algo diferente.

– ¿Y sabemos ‘vender’ esa diferencia?

-Ese es el estigma que tiene cualquier empresa o producto español. Otros competidores, como Italia y Francia, nos dan muchas lecciones. Y es cierto que a veces somos algo acomplejados, pero tenemos algo importante y nos lo tenemos que creer. Y hacer las cosas bien, evidentemente.

– Económicamente, es un buen negocio…

– El desarrollo en la región es muy bueno, porque hay buenos profesionales, y este negocio renta.

– ¿Es bueno para la marca Rioja encontrar vinos por debajo de 2 euros en el lineal de una gran superficie?

– No sé si a Rioja le beneficia, pero a quien no le tiene que beneficiar nada en absoluto es al productor, por mucha economía de escala que se haga. Estamos en un libre mercado y cada uno puede hacer los milagros que quiera en ese sentido, porque a lo mejor son más hábiles produciendo unos determinados vinos, pero es complicado. Y fijar las políticas comerciales de cada casa es algo que se escapa al Consejo.

FOTO: CLARA LARREA

– ¿El mercado tiene que influir en el Rioja o es el Rioja quien debe influir en el mercado?

– Rioja tiene que escuchar al mercado siempre y no mirarnos el ombligo y morir de éxito. Hay que escuchar a los demás y aprender.

– Pero se llegó a encargar un informe a una consultora cuyas conclusiones animaban a prescindir de la tempranillo y plantar cabernet sauvignon…

– Era cierto que las tendencias iban por ahí. Pero eso son modas, y Rioja es tradición. Yo creo que el punto fuerte de nuestro vino es la fidelidad del consumidor: quien lo conoce no lo deja, explora y busca más dentro de Rioja.

– ¿Estamos en manos de los gustos de dos o tres personas?

– Se escucha al mercado, a los profesionales, que son quienes llegan al consumidor, y a los líderes de opinión. Hubo un momento en que alguien llegó de allende los mares [Robert Parker] y puntuaba hasta 100, y otros más próximos no puntuaban hasta 100, pero daban sus recomendaciones. Y se llegó a un punto en que la balanza de los 100 ha podido más que los de casa -me refiero a la Unión Europea-, aunque nuestros principales consumidores los tengamos en la UE. Hay países donde los prescriptores tienen mucha fuerza y otros donde prima el sentido común del consumidor final. La gran diferencia de los vinos europeos es que son un producto tradicional e históricamente nuestro.

– Puntuar un vino no deja de resultar algo arbitrario. Esto no son Matemáticas.

– Salvo que un vino tenga un defecto, por principio cualquier vino es bueno. El vino es cuestión de gustos. El mejor vino es el que más gusta en cada momento.

FOTO: CLARA LARREA

– Un informe reciente sitúa a los vinos clásicos de Rioja como los menos apreciados por los consumidores jóvenes.

– Son momentos, y cuanto más expongamos nuestra gran carta de vinos para que el consumidor marque la pauta, mejor. Pero siempre ha habido esas diferencias: hay a quien le gusta el vino fresquito, el vino joven, y a quien le gusta el vino más cocinado, crianzas, reservas… Pero, ante estas modas, los vinos criados son los más consumidos (más del 65 por ciento) y apreciados de Rioja.

– La climatología también influye. Ahora sería imposible elaborar vinos finos de 12,5º…

– Sí, el cambio climático… La verdad es que los ciclos son más ajustados, algo está pasando en la Naturaleza. Y en el Consejo también estamos atentos a ese hecho. Dentro de nuestro plan estratégico también está el estudio de esta materia.

– ¿Qué aportan las nuevas indicaciones geográficas Vino de Zona, Vino de Municipio y Viñedo Singular?

– Había una petición entre consumidores y profesionales de más información. La gran marca Rioja es la que impera, aquí no se obliga a nadie. Lo típico en Rioja es el ensamblaje, pero la gente quiere saber de dónde es y cómo se hace ese vino (y ese es nuestro eslogan, “Saber quién eres”). En el 98 ya se empezó con las zonas, pero no se había normalizado ni dado contenido legal. Ahora se ha normatizado. El Viñedo Singular es otro salto cualitativo: ya existía en algunas etiquetas, ahora hemos propuesto que sea algo veraz, demostrable y que aporte credibilidad. Y hemos apostado, dentro del rigor de Rioja, para que la finca que lo desee tenga su carnet de identidad, además de las normas generales de la Denominación, así como el reconocimiento del propio Ministerio.

– Estos vinos de Viñedo Singular habrán de pasar un doble control…

– Un comité especial los calificará, aparte de la cata general de la Denominación. Y ese Viñedo Singular tiene que cumplir las expectativas: que sea un vino excelente, que es lo que está esperando el consumidor.

– Con estas nuevas menciones, ¿se pone fin a las amenazas de cisma en Rioja Alavesa?

– Yo no sé si había aviesas intenciones detrás, ni me importa, pero Rioja Alavesa ha tenido esa inquietud desde toda la vida y estaba solicitando una serie de requisitos que no estábamos avanzando desde lo ya aprobado en el 98. Afortunadamente, creo que ahora todo el mundo tienen armas para desarrollar su trabajo.

– Ahora parece que ha surgido una nueva polémica con el cambio de Rioja Baja a Rioja Oriental.

– Se ha magnificado el tema. Cuando se revisó el asunto de zonas, en la Rioja antes Baja también tenían esa inquietud, y entendían que desde el propio sector se hablaba de Baja como un término menor. Esto se cambió con el voto favorable de todos cuantos participaron en la votación: al margen de las asociaciones de productores, donde se opusieron tres; pero del sector comercializador creo que ninguna se opuso. Y, una vez inscrito el nuevo nombre a nivel europeo, a petición de la Comisión de Municipios, Zonas y Viñedo Singular se volvió a ratificar. Hasta la fecha, sólo dos operadores utilizaban Rioja Baja, lo que supone el 1 por 1000 de la comercialización.

FOTO: CLARA LARREA

– A pesar de la rígida reglamentación de la DOCa., ¿se puede seguir trampeando?

– (Sonríe) ¿Se puede seguir pecando?… Para eso están los servicios de control: Esa es nuestra razón de ser, que apoye una marca fuerte.

– ¿No cree que a algunos viticultores les cuesta entender que esos controles redundan en su beneficio?

– No, yo creo que lo saben todos.

– Pero algunos llevan muy mal tener que tirar uva, cuando toca.

– Es lógico que lo lleven muy mal. Como tener que sacar vinos de las bodegas después de la transformación también duele. Esas cosas turran, es cierto. Pero las cepas no tienen una basculita para decir: ‘Aquí paro’. Los profesionales saben cómo tienen que manejar el tema, aunque al final es el clima el que te pone la nota. Pero estamos estudiando el stock cualitativo para minimizar situaciones como las que se dieron en 2016 [con excedente de uva], en contraste con el 2017 [con una vendimia escasa].

FOTO: CLARA LARREA

– ¿El enoturismo es un complemento o es ya un motor de la industria vitivinícola?

– Es algo bueno. Es una manera más amable de mostrar el producto: la visita a la bodega, una cata, una comida… El visitante lo agradece y se marcha con un sabor de boca fantástico. Es un complemento que tiene que ir creciendo.

– La declaración de ‘El paisaje cultural del vino y el viñedo’ como Patrimonio de la Humanidad ayudaría bastante…

– Tenemos la gracia de Dios de tener un paisaje único y diferente. Todo lo que nos obligue a respetar la Naturaleza y a que quienes nos sucedan tengan la misma oportunidad que hemos tenido nosotros es un acierto.

– ¿Cómo se presenta la campaña 2018?

– Afortunadamente, siempre he sido optimista, aunque debuté con una helada de San Prudencio [28 de abril] magnífica; pero este año San Prudencio se ha puesto de lado. El brote, el nacimiento, hace que generemos esperanza: se ve que ha tirado bien, sobre todo la parte dañada, las heridas cicatrizaron, los profesionales de la viña han hecho una labor fantástica. De aquí a 15 días podremos hacer una primera evaluación.

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