Universidad de La Rioja

El reconocimiento a todos los que han colaborado con la Universidad de La Rioja en 25 años

La Universidad de La Rioja ha celebrado este miércoles en Riojaforum un acto de reconocimiento a las empresas, instituciones, entidades y profesionales que han colaborado con el campus durante sus 25 años de historia -más de 2.000 empresas han suscrito convenios de cooperación educativa-.

A lo largo de esos 25 años, más de 21.500 estudiantes han realizado prácticas en empresas y en 2017 se superará la cifra de 1.000 contratos de I+D+i con compañías y entidades que han contado con investigadores del campus para proyectos de investigación, innovación, consultoría, etc.

En el transcurso del acto, Lluís Soldevila i Vilasís, consultor y especialista en actitudes de alto rendimiento, profesor de ESADE y colaborador del programa TIPS de TVE, ha ofrecido la conferencia ‘Éxito se escribe con A’: “Alto grado de conocimiento, actitud adecuada y un paso a la acción y no al esperar a que las cosas pasen sino hacer que las cosas pasen”.

“Vamos a demostrar lo que decimos sino que realmente hay maneras para incrementar el valor que aportamos y mejorar el conocimiento y convertirnos en una mejor versión, en una persona de alto rendimiento”, ha añadido.

Alejandro Rodríguez (‘Ingeteam Power Technology’) ha explicado que su empresa colabora con la Universidad de La Rioja porque, “al final” las empresas se centran en el día a día, “en el famoso apagar fuegos”, y les viene bien tener gente con ideas frescas y nuevas sobre lo que ocurre en el sector de la tecnología: “Al año podemos incorporar unos cuatro o cinco ingenieros de la UR en nuestra empresa de prácticas, aunque necesitaríamos más y, finalmente, algunos de ellos han podido permanecer en nuestra empresa”.

El decano del Colegio de Abogados de La Rioja, José María Cid, ha destacado su colaboración con la Universidad de La Rioja en el ‘practicum’ y en el máster de acceso a la Abogacía, en donde parte del profesorado del máster son abogados en ejercicio que, posteriormente, “quieren a los alumnos en las prácticas dentro de la regulación de la profesión”.

La parte institucional

En el acto han participado Julio Rubio, rector de la Universidad de La Rioja, José Ignacio Ceniceros, presidente del Gobierno de La Rioja, y José Luis López de Silanes, presidente del Consejo Social de la UR; así como representantes de las empresas e instituciones colaboradoras.

El discurso del rector

Quiero comenzar agradeciendo su motivadora charla a Lluís Soldevila, y las palabras del Presidente de nuestro Consejo Social que son una buena introducción para mi alocución.

Como ha recordado al abrir la sesión Rubén Fernández, Vicerrector de Estudiantes, la excusa para organizar este acto de reconocimiento es que nuestra universidad cumple 25 años. Además, también cumplen 20 años nuestro Consejo Social y la Fundación General de la Universidad de La Rioja, nuestra FUR.

Son dos organismos que mantienen directamente nuestro vínculo con la sociedad. Por una parte, el Consejo Social, órgano de control y supervisión, cuya presidencia es nombrada por el Gobierno, y que en su composición refleja la diversidad de nuestra sociedad. El Consejo Social es tan importante que tiene competencias en lo que más celosamente protegen las organizaciones: los presupuestos. En nuestro caso, y gracias en gran medida a la actitud de su Presidente, José Luis López de Silanes, nunca sentimos esa labor de supervisión como una imposición externa, sino que el Consejo Social actúa como un elemento más del gobierno universitario, con el que comparte objetivos y métodos. Y, además, trata de favorecer nuestras relaciones con todos los actores sociales. No puedo sino mostrar mi agradecimiento a todos los miembros pasados y presentes del Consejo Social.

De la Fundación General Universidad de La Rioja dependen algunos de los programas por los que hoy estamos aquí: las prácticas del programa UR Emplea, los contratos de transferencia de conocimiento a empresas e instituciones. En su patronato también han participado, en ocasiones durante 20 años, representantes de la sociedad, empresarios y ejecutivos riojanos de prestigio, que han aportado su punto de vista profesional y humano a la FUR.

Aún a riesgo de resultar injusto con el resto de personas que han colaborado con nosotros a lo largo de estos 20 años, permítanme que cite a 4 miembros del Consejo Social y del Patronato de la FUR que, por su dedicación a lo largo del tiempo, creo que merecen una mención especial. Se trata de Andrés Beracoechea, de Manuel Martín Cisneros, de Víctor Pascual y de Jesús Aguado. Ellos han sido un ejemplo de colaboración desinteresada con nuestra universidad, que, por ser pública, hace que dicha colaboración desinteresada lo haya sido con el conjunto de la sociedad. Esos cuatro nombres me sirven para personificar a todos los demás, a todos los que habéis hecho posible estos 20 años de Consejo Social y de Fundación General de la Universidad de La Rioja.

Nuestro reconocimiento de corazón.

Veinticinco años. Hora de hacer balance. Un beneficio de ser rector de la universidad es que permite tener una visión global de nuestra institución. (Y, bueno, otro beneficio es… poder solicitar a los distintos servicios que extraigan datos para preparar discursos.).

Veamos: más de 20.000 prácticas externas a lo largo de estos 25 años. Siendo una universidad que acoge unos 1.000 estudiantes nuevos por curso, el esfuerzo ha sido destacable. Más de 500 centros de trabajo reciben cada año a nuestros estudiantes.

Por otro lado, hemos firmado unos 1.000 contratos con empresas, para hacer transferencia de nuestra investigación, por valor de más de 13 millones de euros.

Una cifra modesta pero de la que nos sentimos orgullosos, y que se añade a otra cifra vinculada a la investigación de nuestro campus. Desde el año 2000 hasta el año 2016 hemos captado para La Rioja unos 35 millones de euros de financiación en proyectos y convocatorias competitivas en los niveles nacional y europeo.

Las cifras hablan solas. Teniendo en cuenta el tamaño de nuestra universidad, y de nuestra comunidad autónoma, creo que son datos que ilustran el éxito de estos 25 años, y de la apuesta que significó la creación de la Universidad de La Rioja. Incluso sin hacer referencia a nuestro tamaño, les aseguro que algunos de estos indicadores, en concreto esas más de 20.000 prácticas externas, nos dejan en buen lugar respecto al resto de universidades españolas. Por supuesto, ese dato no hubiese sido posible sin su colaboración, la de ustedes, imprescindible. En este caso, decir que la labor ha sido desinteresada tal vez no sea demasiado apropiado. Habría que decir “labor no remunerada” o “interesada”, en el mejor sentido de la palabra. Los tutores en las empresas han dedicado su tiempo, generosamente, para formar a nuestros alumnos. Y esos tutores deben ser reconocidos no solo por la Universidad sino también dentro de sus empresas, pues con su labor han contribuido a la mejor capacitación profesional de los universitarios, que, en muchas ocasiones, se han incorporado a las empresas de la región, con el consiguiente beneficio para todos.

Una vez puestos en este modo descriptivo y enumerativo, un riesgo es seguir facilitando información, y mostrando fortalezas. Sin embargo, el objetivo del acto de hoy no es regodearnos en nosotros mismos. El objetivo del acto de hoy se resume y se alcanza con una única palabra: Gracias.

Gracias a todos los que desde vuestros diferentes ámbitos habéis hecho posible que la Universidad de La Rioja, la universidad pública, la universidad de todos, haya cumplido, cumpla y siga cumpliendo las tareas que la sociedad le encomienda.

Aquí podría terminar estas palabras. Sin embargo, al igual que un discurso demasiado largo es un gesto de descortesía, también la excesiva brevedad podría ser interpretada como indolencia.

Déjenme pues que reclame su atención unos minutos más.

Los invitados a este acto muestran fehacientemente la diversidad de maneras en las que se puede interactuar con la universidad. Tenemos representantes de empresas, de instituciones, tutores de empresa o de practicum en colegios públicos, sindicatos y organizaciones de voluntarios.

Y, aunque éste es un acto protocolario, no estamos obligados a faltar a la verdad en él. Y la verdad es que todos los agentes aquí presentes tenemos objetivos distintos. No conviene que nos engañemos en esto. Debemos reconocer que el investigador que se encuentra en su despacho intentando terminar su última publicación para una revista internacional, poco piensa en el empresario que tiene que cuadrar su balance anual. Y viceversa. Y sin embargo, y ésta es una de las grandezas de la universidad pública, sucede que personas que tienen objetivos inmediatos tan dispares, y que solo piensan, como deben, en realizar bien su trabajo, al final del camino contribuyen conjuntamente a un bien común: la mejora de la sociedad.

¿Cómo sucede ese proceso? Nos gustaría pensar que la universidad es un ente que proporciona el espacio necesario para esta colaboración. Hay un círculo virtuoso que comienza en nuestras aulas, cuando formamos a los estudiantes en los primeros cursos, que continúa cuando salen a realizar prácticas externas o trabajos fin de estudios, que se prolonga en contratos de transferencia que favorecen la innovación y que en ocasiones dan lugar a investigaciones y tesis doctorales que aumentan el conocimiento humano. Y, en contadas ocasiones, ese conocimiento generado es lo suficientemente general y sólido como para volver a las aulas y pasar a formar parte de las asignaturas universitarias de las siguientes generaciones, cerrando así un círculo de transmisión, aprovechamiento y generación del conocimiento.

Mas hay algo incorrecto en esta descripción que acabo de bosquejar, puesto que siendo circular, no debería haber dicho “comienza en nuestras aulas”. En realidad, el círculo comienza en todos los puntos: en el colegio público que detecta una dificultad de aprendizaje en un colectivo social concreto, en la industria que percibe que algún proceso puede ser optimizado, en la cabeza de un joven que tiene una idea que tal vez podría resolver un problema social.

Porque aquellas frases hechas que rezaban: “la universidad está de espaldas a la sociedad”, o también “lo que se explica en la universidad no sirve cuando llegan a las empresas”, estas afirmaciones comienzan a sonar a viejo. No debemos ser arrogantes ni cantar victoria demasiado pronto. Tenemos mucho espacio para mejorar. El esfuerzo de acercar universidad y sociedad es, y debe ser, continuo. Pero debemos reconocer también los esfuerzos por alinearnos todos juntos, cada uno buscando nuestros objetivos, y con la esperanza de que de nuestra diversidad siga surgiendo, como consecuencia, el bien social.

Reconozcámoslo, reconozcámonos, y, por la parte que me corresponde, reciban el agradecimiento más sincero de la Universidad de La Rioja por todo lo que han hecho por nosotros.

Muchas gracias.

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