Firmas

Tinta y tinto: ‘El camino más difícil es el más fácil’

Se ha liado tan parda en el este de Europa que casi se nos olvida la que tiene el PP por aquí montada. Con Vladimir Putin como el nuevo gran conquistador del siglo XXI, los vídeos en primera línea de combate del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, nos han hecho creer que todavía hay esperanza en la dignidad de los dirigentes políticos actuales. Valores como la lealtad y la asunción de responsabilidades con el pueblo, presentes en un líder que se resiste a entregar su país al ejército invasor. Y con la muerte como más que posible destino.

El ruido de las bombas y las tropas al asalto de Kiev han cambiado el foco mediático de la información política a la última hora bélica. Maquinaria de guerra al servicio del Kremlin con vaya usted a saber qué intenciones. Todavía andamos en Occidente preguntándonos realmente qué pasa en aquellas frías tierras para que los tanques vuelvan a las calles. Los que no sabemos mucho de geopolítica, nos limitamos estos días a leer reflexiones varias de aquellos que presumen conocer el asunto y a alucinar con las imágenes que nos surten las televisiones durante las 24 horas del día.

Los expertos no terminan de ponerse de acuerdo. ¿Cuál es la causa para que la guerra vuelva a Europa? Un ataque directo a la UE, la entrada de Ucrania en la OTAN, la ‘recuperación’ de la URSS, el neozarismo protagonizado por Putin, las nuevas alianzas internacionales con China como nuevo líder mundial y fortalecer el mercado de materias primas (gas, petróleo, cereal…), entre otras teorías, son las lanzadas estos días. En resumen, que no tenemos ni idea de qué pasa por la cabeza de Putin para enviar a sus soldados más allá de sus fronteras.

No es sencillo aplicar las lógicas de nuestra vida a las decisiones de nuestros dirigentes. En este tipo de columnas intentamos analizarlas como si una sola derivada fuera una certeza absoluta y no una simple parte de un todo con multitud de actores y situaciones. Siempre toca recurrir a Ortega y Gasset. “Yo soy yo y mi circunstancia. Y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. De esta forma intentamos comprender qué lleva al líder de una nación a romper la tranquilidad con la que vivimos en este rincón del mundo y a un partido político a inmolarse para salvar los asientos de quienes tienen realmente el poder.

Así podemos entender que la mayoría del PP firmara la defunción de Pablo Casado el martes y el miércoles lo aplaudiera a su salida del Congreso como si fuera a ser el próximo presidente del Gobierno. Escondido entre las palmadas, más fuertes y más cercanas de nuestra alcaldesa catapultada en la política nacional, un clásico para estos casos. “Tanta paz lleves como descanso dejas”. Navajazos, puñaladas y traiciones por doquier, enmascaradas en una dulce despedida con olor a muerto.

Sin embargo, varios gestos de dignidad entre tanto “sálvese quien pueda”, egoísmo y falta de ética. Los diputados Pablo Montesinos, Ana Beltrán y Antonio González Terol abandonaron también el hemiciclo para demostrar su lealtad hacia el todavía presidente del PP, pese a que este tiene las horas contadas. Fidelidad y nobleza para hundirse con el barco porque “es lo que toca”. Elegir el camino difícil porque, en realidad, es el más fácil y el que menos perturba el sueño. Una actuación digna de película emulando al club de los poetas muertos y al idealismo de que “más vale morir de pie que vivir de rodillas”.

Más allá de no firmar el acta de defunción de Casado por aquello de mantenerse neutral como Suiza, la actuación de Cuca Gamarra estos días será recordada (si es que otra guerra -de las de verdad- no se interpone en nuestro camino) por sus silencios atronadores. Aplicando las lecciones de Guerra, Alfonso, por aquello de que “quien se mueve no sale en la foto”, la exalcaldesa de Logroño ha decidido jugar al Don Tancredo junto al resto de sus compañeros de partido a la espera de que llegue Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder por aclamación. Y así, pasar página de la forma más rápida posible como si aquí nada hubiera pasado.

Comentaban estos días en el pequeño Logroño del poder que si Feijóo es el nuevo jefe del PP no le irá mal a Cuca Gamarra -en lo personal, se entiende- y que por eso ha sido designada como coordinadora general hasta que se resuelva el entuerto de Génova. Ascenso meteórico, que no meritorio, pero ascenso, al fin y al cabo. Y mientras tanto, en La Rioja, Alfonso Domínguez y Alberto Bretón esperando instrucciones de una cúpula nacional que ahora mismo no existe, pero que tiene una riojana con mando en plaza. Nos queda el consuelo de que ella sí sabe colocarnos en el mapa.

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