Tinta y tinto

Tinta y tinto: ‘Cuca, sal de ahí’

Por favor, María Concepción. No nos hagas repetirlo o implorarte. Tampoco tener que ir a buscarte cual madre de los 80 cuyo hijo está en un descampado entre jeringuillas. Antes de que sea tarde, vuelve a casa. Te vamos a recibir con los brazos abiertos y tenemos mayorías absolutas del PP para darte el puesto que quieras. Quizás el de presidenta del Gobierno de La Rioja lo tengas un poco más complicado, pero están los ánimos por Logroño tan caldeados que quizás Conrado te haga un hueco como alcaldesa sin pensárselo dos veces. Al fin y al cabo, tuya era su lista y tuya sigue siendo ‘su’ gente. La caja va a estar igual de vacía que cuando ya nos gobernaste, así que no notarás mucho la diferencia. Unas veces porque explota una burbuja inmobiliaria justo cuando te pones a soterrar la vía del tren y otras por que te pones a devolver dinero a Europa, el caso es que siempre toca apretarse el cinturón.

Pero no nos desviamos. Por favor, María Concepción Gamarra Ruiz-Clavijo, sal de ahí. Madrid es una trituradora de almas. Su asfalto y sus emblemáticos edificios del barrio de Las Letras corrompen la tranquilidad de provincias y transforman a los seres en autómatas cuya única finalidad es el poder por el poder. Y nada más. Ni siquiera el dinero, como le echaba en cara Pedro Sánchez a Abascal esta semana. La capital del Reino se ha convertido en una jungla sólo apta para esquizofrénicos y millonarios latinoamericanos de donde todo el mundo quiere escapar, pero a la vez nadie escapa aunque sus puertas estén abiertas de par en par. Es un centro gravitatorio, un agujero negro que todo lo engulle antes de devolverlo hecho una piltrafa al lugar al que pertenece.

Entiendo el «sueño español» -la versión cañí del «sueño americano»- de ocupar un despacho en Génova y pillar una cartera ministerial (en caso de que esto se produzca algún día, me arriesgo a pedir otro favor: pilla la de Transportes para poner orden en nuestras carreteras, trenes y aviones), pero ha llegado el momento de volver a casa. No hace falta que traigas nada porque aquí tienes de todo. Casa, comida y el mejor vino. Deja todo allí. Incluso los libros, que son siempre lo que más ocupa en las mudanzas. Lo que más pesa son las penas. Por eso también conviene dejarlas. Y cerrar con doble vuelta para después tirar la llave al Manzanares. Los recuerdos sí puedes traerlos. Faltaría más. Igual que las experiencias del último lustro, que algo nos enseñarán a los que nos hemos quedado por aquí viéndote cada día en el telediario.

Lo de esta semana ha sido la gota que ha colmado el vaso. Ya llevaba un tiempo con la tentación de hacerte esta súplica, pero no me atrevía porque cada nuevo día parecía que el Gobierno de España iba a caer y ahí ibas a estar tú para rescatarlo. Sin embargo, Sánchez, pese a ser perro, tiene más vidas que un gato. Será otra de esas cosas locas que sólo ocurren en Madrid. Un delirio colectivo para el que no estamos preparados fuera de sus fronteras. No seré yo quien analice aquí la actuación del PP con las víctimas de ETA cuando Aimar Bretos ya lo ha dicho todo, por lo que sólo me limitaré a pedirles a mis diputados que dejen de participar en ese circo y que hagan verdaderas reivindicaciones por nuestra comunidad. A veces, incluso, me dan pena. Luego recuerdo su nómina y se me pasa.

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