De los cinco equipos riojanos en Segunda Federación, la decepción hasta el momento tiene nombre y apellidos: Club Deportivo Calahorra. Con solo un punto en cuatro partidos -les falta el partido frente al Barbastro, suspendido por el mal estado del césped- los riojabajeños son actualmente penúltimos del Grupo II. Aunque todavía es muy pronto, la situación del técnico Íñigo Valencia empieza a complicarse. La derrota frente al Subiza, segundo filial osasunista por 0-1, hizo saltar las alarmas. El tanto de Amadoz llegó tras un libre indirecto dentro del área, después de que el colegiado pitara una discutida cesión de Barandiaran a Azón. A perro flaco, todo son pulgas.
Los 460 espectadores, cifra oficial del club, que acudieron al campo expresaron con pitos su descontento con el juego. Es una cifra muy modesta, bastante inferior a lo visto en otras temporadas. Y a buen seguro, lejos de las expectativas de un club que, de la mano de la Academia catarí Aspire, quiere crecer y a medio plazo, recuperar una Primera Federación que perdió en mayo de 2023. Todo ello, bajo un ambicioso plan de profesionalización deportiva, tanto en el cuerpo técnico, como en los métodos de entrenamiento o los recursos disponibles para el club.
Entrenador nuevo, plantilla casi nueva
Los cambios suelen requerir tiempo y en el caso del Calahorra, los hubo. En el banquillo, Íñigo Valencia reemplazó a Carlos Pouso. El navarro, que ya fuera preparador físico del Calahorra durante la 2021-22, volvió a La Planilla con más bagaje profesional. Retornó al bloque calagurritano tras una etapa exótica en la Federación Haitiana de Fútbol. Circunstancias geopolíticas en la república caribeña condicionaron su regreso. Anteriormente, fue preparador físico en entidades como el Alavés, el Persépolis iraní, el Khorfakkan FC emiratí, la Cultural Leonesa o el propio Calahorra. Y como primer técnico, dirigió al Tudelano en la temporada 2016-17, en la extinta Segunda B.
En cuanto a la plantilla, solo renovaron cuatro futbolistas de la temporada pasada. Fueron el guardameta Juan Carlos Azón, el central Barandiarán, el centrocampista Oier Herrera y el capitán y mediapunta Julen Ekiza siguieron. Ugaitz Martínez ascendió desde el filial y el resto, los otros dieciséis futbolistas, fueron fichajes. Llegó experiencia en defensa (Zubiri, Vega, Hualde o Víctor López), masa para el centro del campo (Cobo, Bueno o Ballardo) y opciones ofensivas (Chus Villar, Martínez-Losa, Aparicio, Salinas o Azcona).
Jugador por jugador, el potencial de la plantilla es indiscutible. Según la plataforma Transfermarkt, el valor de mercado del equipo es el segundo de la liga, con 2,55 millones de euros y solo detrás de la UD Logroñés (3,6). Pero en la realidad, van cuatro partidos ligueros y las cosas no han salido. En área propia, ya ocho goles encajados. Y en la rival, solo dos anotados y puntería mojada. Para el optimismo queda el buen partido del Calahorra ante el Sestao River, de Primera Federación. Aun así, los riojanos cayeron eliminados en la tanda de penaltis, tras 120 minutos de lucha.
«Una carga importante»
No salen las cosas, como bien reconoció Íñigo Valencia: «El equipo está espeso, tiene una carga importante y aun así, hemos tenido ocasiones de sobra para ganar. Todo se nos viene en contra, todo se retroalimenta; la falta de confianza con más falta de confianza se retroalimenta para mal. Todo se hace una bola, un círculo vicioso. Fallas un pase y hay pitos, al siguiente, se encoge más el pie». «El fútbol se mide por resultados y los nuestros son una castaña que no hay por dónde cogerla», expresó Valencia, confiado en el trabajo del cuerpo técnico y sus jugadores.
Solo les queda pensar en la próxima jornada, en la visita al campo de la Real Sociedad C (sábado 19:00 horas). Será la sexta jornada y el quinto partido, a la espera de recuperar la visita a Barbastro. Ya es un encuentro muy importante para que el Calahorra dé con la tecla o el banquillo comience a estar ‘caliente’. «No va de táctica, va de recuperar esa confianza», expresó un Valencia consciente de que otra derrota haría peligrar su cargo. Así es el fútbol, cortoplacista e injusto. Eso sí, todavía hay margen para enmendar la plana.
El presidente de la entidad, Tomás Lorente, explicó en NueveCuatroUno los pormenores del proyecto durante el pasado mes de mayo. ASPIRE vio en Calahorra una oportunidad para desarrollar su metodología de entrenamiento, con el objetivo de formar a jugadores de Catar para que compitan en Europa y logren mejores resultados con la selección de su país. A cambio de esta formación, ASPIRE aplica su forma de trabajo en el Calahorra con una «inversión económica y formativa importante», velando por la realización del trabajo en las mejores condiciones posibles.
Este método se aplica desde esta temporada al Tercera, el filial y el Juvenil Nacional (los demás equipos siguen convenidos con la Real Sociedad). Según las declaraciones de Lorente, es un acuerdo «vital» para abrir sus ojos al mundo y mejorar en todos los sentidos. Por ejemplo, con entrenamientos personalizados de alta tecnología (GPS, drones), vigilados desde Catar y realizados en español o inglés. O con nuevos puestos de trabajo adicionales, como lavandería, fisioterapeutas o analistas para el filial o el juvenil. Metodologías muy modernas que han dotado de más recursos al club.
«El Calahorra tiene que mejorar, hacer mejor su trabajo, ser más profesionales; podemos aprender de los mejores y al mismo tiempo, hemos ganado músculo financiero para poder trabajar con más tranquilidad», explicó Lorente a este medio durante el mes de mayo. Con esa intención se planificó la presente campaña 2024-25. Un buen objetivo sería mejorar la 2023-24. En el pasado curso, el Calahorra finalizó noveno y el Barbastro le ‘robó’ la plaza de Copa del Rey en el último suspiro.
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