El Rioja

Del Alto Najerilla a la Sonsierra: el viaje autóctono de Clípeo

Desde la bodega Cueva La Alcaldía, en San Vicente de la Sonsierra, el equipo de Clípeo ha logrado asentar una filosofía por preservar lo autóctono, desde las variedades que conforman la historia de Rioja hasta aquellos calados  de las bodegas tradicionales en los que se elaboraba el vino. Este proyecto vitivinícola ha sido protagonista de un nuevo encuentro en el marco del V Ciclo de Catas Underground celebrado este miércoles y organizado por NueveCuatroUno y Calado by Criteria de la mano de Argraf, Cartonajes Santorroman, Cork Supply, Ramondin y Tonelería Magreñan como patrocinadores, en compañía también de los pinchos de Delicious Gastronomía. Juan Carlos Sancha, enólogo de Clípeo, y Mamen Martínez, directora Comercial y de Enoturismo del proyecto, se encargaron de descubrir al público parte de la historia de Rioja con sus cuatro creaciones de la gama Clípeo: Tempranillo Blanco 2023, Maturana Blanca 2023, Garnacha 2021 y Tempranillo 2022.

El viaje de Clípeo durante esta velada comenzó con su tempranillo blanco procedente de un viñedo de Baños de Río Tobía. Esta variedad fue descubierta en 1988 en Murillo de Río Leza y ahora ocupa unas 800 hectáreas en Rioja. Formada a través de una mutación genética a partir de un sarmiento de una cepa de tempranillo tinto, esta nueva variedad entró entonces a formar parte de un proyecto de recuperación de variedades autóctonas de Rioja promovido por Sancha y Fernando Martínez de Toda junto con la participación de la Universidad de la Rioja, el ICVV y el CIDA. «Hemos perdido una gran cantidad de variedades por ser de escasa producción, pero con este proyecto por suerte logramos recuperar hasta una treintena», recordaba el enólogo de Clípeo.

Este vino de tempranillo blanco, elaborado en la bodega de Sancha en Baños de Río Tobía al igual que la maturana y la garnacha de Clípeo, es el único de la gama que no tiene madera pese a lo que pueda parecer en cata. «Lo que abundan son notas a flor blanca que evolucionan hacia cítricos y que en boca da salinidad y mucha persistencia y estructura, ya que conserva los polifenoles propios de un tinto. De hecho, en copas negras donde no se ve el color se suele confundir con un tinto porque realmente en el pasado lo fue», describió.

La siguiente parada fue en otra uva blanca recuperada hace ya más de tres décadas y también procedente del Alto Najerilla. La maturana blanca, sin embargo, no ha tenido tanta aceptación como el tempranillo blanco debido especialmente al menor tamaño de sus racimos y bayas. De esta variedad que recogieron de viñedos centenarios entre Sotés y Navarrete apenas hay medio centenar de hectáreas cultivadas en Rioja, pero según Sancha, «es la mejor variedad blanca que tenemos en el mundo». En este caso la madera ya coge presencia a través de una fermentación en barricas nuevas de 500 litros con las lías.

El roble usado se queda para la garnacha tinta. Otra uva que refleja muy bien sus cualidades en esta zona fresca y tardía como es Baños de Río Tobía. En este caso, el vino Clípeo Garnacha que se cató durante la cita procede de una viña de 1910 que demuestra la sabias decisiones que se tomaron en aquella época pese a la falta de formación en la materia. «Sabían perfectamente que la garnacha aquí es capaz de seguir produciendo pese a las difíciles condiciones meteorológicas. Es una variedad muy fuerte y que luego da finura y elegancia, por eso es un error desterrarla de esta tierra».

Dejando atrás el Alto Najerilla, la última parada fue en la Sonsierra para ensalzar otra variedad de sobra reconocida en la denominación, pero que es en San Vicente, según Sancha, donde mejor expresa sus cualidades. Este vino de tempranillo tinto emana del paraje conocido como Cantarral por esos suelos donde abundan los cantos rodados. «Esto es perfecto porque desarrollan una inercia térmica entre el día y la noche que viene muy bien para la uva. Las piedras ocupan un mayor volumen de la superficie y eso disminuye el alimento para el suelo por lo que la planta produce menos. O lo que en el lenguaje popular se describe como ‘ni en invierno ni en verano pongas en la piedra el ano'», apuntó antes de que las carcajadas del público inundaran el Calado.

«Tenemos una responsabilidad muy importante por mantener el patrimonio vitícola y lo autóctono de esta tierra porque los que aplicaron el sentido común en su día lo hicieron muy bien sin haber pisado la universidad. Por otro lado, eliminar los insecticidas es el camino del futuro porque no todo vale en el campo. Hay que procurar dejar una mejor viticultura a las nuevas generaciones para preservar lo que nos dejaron nuestros abuelos: un viñedo de menor producción pero mucho mejor», sentenció Sancha tras una cata didáctica donde no faltaron los toques de humor.

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