Las fiestas de Elciego en honor a la Virgen de la Plaza ya han puesto punto final hasta el año que viene, así que Juan Valdelana ha recogido su bajo, al menos hasta el próximo concierto, y se ha puesto manos a la obra a organizar unas vendimias que ya asoman no tan a lo lejos. Su alma rockera, aquella que afloró en la adolescencia con el grupo Esskroto Roto que montó con los amigos del pueblo, ha ido evolucionando al igual que su proyecto vitivinícola. El bajo no lo ha soltado, pero desde hace años lo pone a sonar al son del grupo Kometa y ahora los escenarios son bien distintos. «He pasado de tocar encima de remolques en las fiestas de los pueblos a llegar a los sitios, enchufar el amplificador y simplemente tocar. Hemos actuado por todo el País Vasco, pero también en Madrid, Asturias o el festival Sonorama», recuerda. Y es que la música es para él la vía de escape, la liberación que siente a su vez cuando pasea por esas viñas viejas que tanto mima: «Es el reflejo de dónde estoy y lo que soy».
Hace tres añadas se embarcó en un aventura por recuperar estos parajes repartidos por Elciego y los pueblos de alrededor y elaborar de ellos vinos singulares. Ahora, a su espalda lleva ya unas cinco hectáreas repartidas en once viñedos bajo la categoría de Viñedo Singular (junto a otras nueve hectáreas de parcelas que también acumulan unos cuantos años). De estos viñedos, siete cuentan cada uno con un vino propio (tres blancos y cuatro tintos), mientras que los otros cuatro se elaboran por separado para luego fusionarse y dar lugar a un tinto y un blanco bajo la marca Las de Juan.
Unas joyas que Juan elabora en un pequeño espacio en la bodega familiar donde por ahora descansan sus barricas, depósitos y cántaras con sus futuros vinos. En las vasijas de cristal lleva a cabo un sistema de criaderas y soleras para el envejecimiento de todos los vinos blancos, que pasan por el alma de la añada anterior y esta a su vez por la de la añada anterior. Así, ese vino que reposa ahora en las cántaras ya tiene la esencia del primer vino de Viñedo Singular que se elaboró hace ya tres años. «Ese color que tienen tirando a naranja es porque hago una maceración carbónica con ellos, con grano entero y sin estrujar, y en el fondo están las lías, que las guardo de un año a otro y voy jugando con ellas», explica.
Pero este espacio, que también emplea como zona de ensayos con el grupo, es temporal y es que su alma rockera no le permite estar mucho tiempo sin explorar nuevas melodías. Hace un par de años se enfrascó en la rehabilitación de tres bodegas abandonadas, conectadas entre sí a través de calados subterráneos, y ubicadas en el centro de Elciego, en el histórico barrio de bodegas, y ahora su proyecto suena diferente aunque con la misma esencia. «Alguna costó lo suyo adquirirla porque era de bastantes herederos que estaban en Madrid. También había muchos lagos de hormigón subterráneos que hemos quitado, así que el trabajo ha sido duro, pero merecía la pena recuperar estos calados tan antiguos. Además, lo bueno de la ubicación es que podemos conectarlas a su vez con nuestra bodega porque son edificios colindantes». Con tres alturas y metros de pasadizos subterráneos, la nueva bodega de Juan Valdelana verá la luz a finales de este año y será su nuevo espacio donde liberarse y dar juego a la creatividad con sus Viñedos Singulares.
Durante este primer año saldrán 25.000 botellas de estos viñedos tan especiales, aunque el objetivo que se ha marcado este joven para los próximos dos o tres años, cuando todo el proyecto esté bien estructurado, es llegar a las 40 o 45.000 botellas. «El máximo que me pongo es llegar a las 60.000 botellas para poder vivir bien y controlarlo todo. De hecho el espacio de la futura bodega es más bien reducido, así que no hay mucha posibilidad de liarme la manta. Podíamos haber hecho un pabellón nuevo que era más fácil, más funcional y también más económico, pero esta vuelta al origen que defendemos desde el lado del viñedo también quería plasmarla en el plano de la bodega», incide.
«Todo esto es posible porque en casa nunca me han cortado las alas para explorar. Mi padre Juan Jesús es también un soñador, así que mi hermana Judith, que es más de números, es la que a veces nos tiene que poner los pies en la tierra. Y lo cierto es que en todo proyecto hacen falta los dos perfiles», reconoce entre risas. El viaje con el que Juan siempre ha soñado es volver al origen, por eso siempre tuvo claro que volvería a los suyos, a Elciego. «Cuando acabé de estudiar estuve un tiempo trabajando al otro lado del charco, en Gallo Winery. Estaba en una de las bodegas más importantes del mundo y con un equipo de trabajo increíble, así que la decisión de volver a casa no fue fácil pero creí que era el momento y aposté por la bodega familiar dando también una perspectiva diferente que supuso un punto de inflexión. Y además siento el cariño del pueblo y eso reconforta y anima a seguir adelante y dar valor a tu origen».
Desde Senda Las Damas, uno de sus Viñedos Singulares, explica la esencia de esa vuelta a lo que un día fue sorteando las cepas viejas sobre un suelo de roca que se extiende por toda la parcela. «Esta viña empezamos a recuperarla hace ahora unos seis años y desde entonces ha cambiado una barbaridad, ganando en vigor y con más esplendor. Solo había que devolverla a su ser, a su origen. Realmente esta fue una viña que plantaron como si de barrenadores se tratara –un deporte rural vasco en el que se realizan perforaciones en la piedra con una barra de acero–, echando luego tierra orgánica a diario y regando continuamente para que las plantas sobrevivieran», relata.
Otra idea que va a poner en marcha es la de recuperar las cavas subterráneas que se reparten por los diferentes viñedos y que antiguamente los agricultores usaban como pozos para los animales con los que llegaban a las viñas y también para los tratamientos que usaban. Pero Juan pretende guardar otra cosa en su interior: «Las estoy acondicionando para guardar en ellas las botellas del vino que sale de cada viña para así disfrutarlas aquí, entre las cepas, a la temperatura de cada viña».
Entre cepas que bien podrían parecer esculturas, asegura que su idea no es ampliar en superficie, pero en el último año se está encontrando varias ofertas de aquellos veteranos de la viña por la zona del Alto Najerilla que un día mimaron las suyas, pero ahora prefieren delegar. «Mi idea no es crecer, aunque sí tengo alguna viña fichada ya por Rioja Alta a la que, las cosas como son, no pude negarme. Pero es cierto que quiero mantenerme y cuidar lo que tengo ahora mismo porque mi idea de hacer vino es hacerlo yo y eso implica estar en todos los procesos y que el proyecto tenga coherencia».
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