La Rioja

El quiosco de la Glorieta busca sucesor cincuenta años después

Juanjo Padilla recuerda las décadas que lleva en la Glorieta con su quiosco

Juanjo Padilla es uno de los últimos quiosqueros que aún siguen al pie de cañón en Logroño. Ya son 50 años los que ha cumplido este junio sin ser un quiosco cualquiera, sino “un negocio familiar”.  En 1983 “yo volví de la mili y mi padre cayó enfermo, así que me metí en el negocio. Un año después, mi padre falleció y desde entonces estoy trabajando en él”.

El quiosquero está deseando buscar un comprador que decida quedarse con el negocio, porque, “de momento, no tiene sucesor, al menos familiar. Mis hijos tienen sus trabajos y no van a seguir con mi negocio. Pero espero poder venderlo cuando llegue la hora y, aunque me alegraré, también sentiré cierta pena porque era de mi padre”.

Además, aunque parezca un negocio de toda la vida, “en 2001 un amigo de mi padre se llevó el quiosco que había antes y lo cambiamos por el actual. El de ahora ya no es igual porque no deja de ser un negocio que debe cumplir con las ordenanzas del Ayuntamiento”.

Los que no cambian son sus clientes. Estos no siempre son desconocidos que “no se acercan a comparar sino a preguntarme cosas. Cuando llega el fin de semana y vienen más turistas, se nota”. Se acercan a él “a preguntarme por la calle Laurel y, a veces, hasta me da pena, porque Logroño no solo tiene la Laurel”. Y es que “algunos no se esfuerzan por buscar sitios que ver en las ciudades que visitan; simplemente van a los lugares más típicos y ya”.

Sin embargo, abundadn los clientes más fieles, “los de toda la vida. Esa pareja viene todos los días y al final te cuentan de todo, hasta sus visitas al médico”. Y lo cierto es que Juanjo establece relaciones afectivas con sus clientes, tanto que a alguno los considera “casi de la familia”.

Los que casi no se acercan a allí son los jóvenes. Es más, “nadie que tenga menos de 50 años se suele parar, ya no hay nada que hacer”. Es por ese motivo que el quiosquero ha decidido diversificar su negocio y poner en venta otros artículos. El mismo problema que varios quiosqueros han sufrido y sufre: “Tenemos que diversificar el negocio porque los periódicos ya no se venden como antes. Ahora la mayoría leen en digital. De hecho, los jóvenes justo leen el titular si les parece interesante, pero no profundizan en la noticia”. Asimismo, cuenta que “cada vez son menos las cabeceras de revistas que hay, pero también son menos los clientes que las leen. Ahora con lo digital no hay remedio. Los medios están metidos en las aplicaciones y ya la gente no se mete ni en los periódicos digitales”.

Sin embargo, aunque en su establecimiento se pueden encontrar chicles, agua y algún juguete para los más pequeños de la casa, nunca se ha decantado por la venta de tabaco. “Sé de algún quiosco que sí puso una máquina de tabaco porque no se puede dar en mano como se hacía antes. Pero creo que al final la quitó”. Además es consciente de que “si hay alguna cafetería que venda tabaco los fumadores van a ir allí y así, cuando se toman el café, aprovechan para comprarlo”.

Sí se ha decantado, en cambio, por los cromos. Juanjo lo cuenta a carcajadas. “Al lado de mi quiosco, en invierno, se ve cómo los señores mayores intercambian cromos, sobre todo de fútbol. Son coleccionistas de toda la vida, aunque alguno hace negocio negro y todo”. Su quiosco no solo está al lado de donde se hacen los intercambios de cromos, también está situado en plena Avenida la Paz y colegios como el Instituto Sagasta o Escolapios “le dan vida”.

Los abuelos, aparte de coleccionar e intercambiar fichajes de La Liga, también se acuerdan de los nietos. Y es que alguno se acerca a preguntarle a Juanjo sobre “los cromos del fútbol” y los álbumes para regalárselos a sus pequeños cuando van a visitarlos. “No compran un sobre, piden una caja entera, porque se los van racionando a los nietos cada vez que los visitan”.

Juanjo Padilla reflexiona sobre el final de su profesión. “Ningún joven va a querer quedarse con él, porque ser autónomo conlleva el esfuerzo de trabajar de lunes a domingo. Los clientes vienen a diario durante toda la semana a por el periódico y hay que estar aquí para venderlos. Como te he dicho mis hijos no se quedarán con él, pero espero poder encontrar un comprador que lo quiera, porque sería una pena verlo cerrado”.

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