Toros

Oreja de peso a la torería de Urdiales en Sevilla

FOTO: La Maestranza-Pagés (X)

No incluir en el titular de una crónica de una tarde de toros en Sevilla al diestro que ha abierto la Puerta del Príncipe puede que tenga cierto halo de delito. Pero, en verdad, el delito no fue otro que Luque abandonara hoy la Maestranza por la puerta reservada para las tardes más rotundas y toreras. Y no porque Luque no pusiera todo de su parte, que lo hizo. Simplemente, porque los toros que le tocaron en suerte al diestro de Gerena no sirvieron, ni mucho menos, para brindar un triunfo de tales magnitudes. Como tampoco la estocada que cerró la tarde, tendida y trasera, puede ser preludio del doble trofeo y el descerraje de la puerta que da al Paseo de Colón.

FOTO: La Maestranza-Pagés (X)

Cierto es que los toros lidiados en quinto y sexto ganaron en presentación y también en prontitud y alegría. Porque a la corrida de Cuvillo le vino a faltar ritmo y transmisión. Sobre todo en los primeros tercios; tan cuidados todos los toros en el caballo, tan faltos de celo de salida como justos de fuerzas.

Decía que, aunque un tanto rebrincadas, las embestidas del sexto de la tarde nacían pronto y con alegría. También con cierta largura. Y Luque aprovechó aquellas bondades, aunque sin toda la rotundidad que se espera en el diestro de Genera hasta una tanda por el derecho que aunó hondura, trazo y mando. Y ahí que el cuvillo se sintió podido y empezó a racionar sus acometidas, que ya no nunca aunaron aquella largura y aquella transmisión. Y a Luque, antes de acortar distancias, se le engancharon más muletazos de los debidos. En esas sonó un aviso y, entre aquello y la estocada defectuosa, el doble trofeo apestó un halo de generosidad desmedida.

FOTO: La Maestranza-Pagés (X)

Antes, Luque había paseado una oreja más consistente que estas dos últimas. Aquel copioso saludo de capa ganando terreno o aquella serie de derechazos templando el doble ritmo, a veces pastueño a veces disparado, siempre de bello dibujo, ya reunieron más firmeza que lo que estaba por llegar en el sexto. La estocada, además, cayó arriba. Oreja, como digo, justa.

Decía también que los dos últimos toros de Cuvillo derrocharon prontitud y alegría. Y, por momentos, Arrojado, el segundo del lote de Alejandro Talavante, recordó a aquel otro Arrojado, ancestro del lidiado hoy, que indultó Manzanares unos años antes también en Sevilla por las formas de coger y perseguir los vuelos de la muleta del extremeño. Se mostró aquí Talavante como un torero con prisas por someter las buenas embestidas de arrojado lo antes posible. Y también por relajarse ante aquella envidiada manera de coger los vuelos de la muleta. Cambiaba de registros Talavante sin mesura y también sin dar un respiro al tal Arrojado al que nunca le perdió aquellos pasos que se antojaban precisos para jugar con las inercias y las distancias. Pinchó y el triunfo se esfumó.

FOTO: La Maestranza-Pagés (X)

Se limitó a pasar de salida el que hizo segundo y Talvante quiso exprimirlo desde el primer momento de su faena con un inicio mandón y exigente rodilla en tierra. Hubo un cambio de mano monumental para luego Talavante tirar por el palo de la suavidad y la media altura, buscando alargar el muletazo, en ocasiones hasta alcanzar el circular. Pese a lo caída que quedó la espada, paseó el segundo trofeo de la tarde.

Dicho todo lo cual, el trofeo de más peso fue a parar a manos de Diego Urdiales. A una suavidad rebosante de mando. De quietud. A aquellas formas de encajar los riñones y hundir los talones. A una capacidad descomunal de entender lo que precisa un toro. Y una capacidad más descomunal aún de darle a un toro aquello que precisa. Que todo ello viene a ser lo que es el toreo. Y a lo que Urdiales impregna empaque y torería. Y también naturalidad.

No alcanzó el saludo la regularidad deseada. Dos verónicas esculpió el riojano por el pitón izquierdo, mas por el derecho el de Cuvillo se defendía, echaba las manos por delante y hasta cabeceaba. Cuidó en el caballo Urdiales a un toro, de lavada expresión, que pareció adolecer una notable falta de fuerzas. Hizo todo Urdiales a favor del animal. Desde ponerse a torear nada más coger la muleta hasta prescindir del más mínimo de los toques, de ningún tirón que incomodara al cuvillo. Y ahí que Urdiales se puso a tirar de suavidad, de temple, de trazo y de firmeza. Poque ahí residió la grandeza; en fundir aquella suavidad con esta firmeza.

Todo lo hizo Urdiales a favor del toro en una faena cabal y medida. De sumo mínimo y cadencia exacta. De ritmo exacto. No terminó de alcanzar la rotundidad total el trasteo, pues no terminó de brotar aquel toreo a pies juntos con el que quiso despedir Urdiales tanta belleza embebida en los vuelos de su muleta. La estocada, arriba, fue letal y provocó una muerte espectacular. La oreja de las orejas de la tarde. Sin duda.

FOTO: La Maestranza-Pagés (X)

Más desabrido resultó el cuarto. Dos verónicas brotaron excelsas cuando ya el cuvillo evidenciaba las peores formas de la tarde. Aquel cabeceo incesante y aquella forma de pensarse cada embestida encontraron, otra vez, en la muleta de Urdiales el poder y el mando preciso. Fue la tarde de Urdiales. Y Urdiales pisó los terrenos casi prohibidos para robar, de uno en uno, muletazos mandones, firmes, asentados y de muy buen trazo. Tan en torero estuvo hoy en Sevilla Urdiales. Se excedió quizás el metraje de la faena y un pinchazo y otra buena estocada sirvieron para que Urdiales recogiera desde el tercio la sincera ovación de una Maestranza que no volverá a ver al riojano hasta el año que bien.

Quizás, el delito de esta crónica sea el de no haber contado lo de Urdiales al principio y sí lo de aquella Puerta del Príncipe de chichinabo.

Plaza de toros de Sevilla. 6ª de abono.

Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación y de buen juego en líneas generales. A más fueron primero y segundo. Mejores por transmisión y prontitud fueron quinto y sexto. El peor, el cuarto.

  • Diego Urdiales: oreja y saludos.
  • Alejandro Talavante: oreja y palmas.
  • Daniel Luque: oreja y dos orejas tras viso.
    Saludaron los banderilleros Iván García y Jesús Arruga en el tercero. El picador Javier García recibió una gran ovación tras su labor en el sexto.

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