Se ha de hablar de La Rioja porque no todo son vinos y viñedos, también hay bosques y montañas.
No todos somos La Rioja de la uva, también somos La Rioja del monte, los animales, los ganaderos y las tradiciones.
La Rioja de las casas de indianos y las ermitas escondidas, La Rioja en la que las bodegas no guardan vino sino reuniones entre amigos. La Rioja de los kintos y los pregones.
La Rioja del mus y el dominó. La Rioja de las excursiones y la berrea.
La Rioja de las chozas y los chamizos. La Rioja de las tiendas de apenas dos pasillos y las panaderías familiares.
la Rioja de pipas en verano y nevadas en invierno.
La Rioja en la que todos se conocen, La Rioja en la no soy Amaia sino la hija del guarda.
La Rioja en la que hay diez niños en el colegio, esa en la que se quedaba para subir al monte con los trineos.
La Rioja en la que se juega al bote bote con un toco de cualquier leñera.
La Rioja, si me lo preguntas, es mucho más que vino, mucho más que viñedos o que San Mateo.
La Rioja, mi Rioja, es otra cosa.
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