La familia Santos Sodupe heredó de sus bisabuelos un patrimonio vitícola que décadas después ha logrado resistir erguido y afianzarse en un sector en constante evolución. Estas cepas con raíces en San Asensio, algunas con más de 60 años a sus espaldas, han derivado en un proyecto vitivinícola en el que toda la familia está involucrada para plasmar su ilusión más allá de las fronteras de Rioja bajo el sello de Bodegas Santos Sodupe.
Cerca de 40 hectáreas en producción y seis variedades de uva (entre las que tienen cabida la viura, la malvasía, el graciano, el tempranillo tinto y la garnacha tinta) para dar lugar a nueve referencias diferentes. Además, hay nuevas pruebas amasándose en los depósitos para abrirse a futuros mercados y paladares. «Y lo hacemos siempre con las mejores uvas que producimos, ya que apenas elaboramos el 35 por ciento de nuestra producción total», destaca David Sodupe desde una de esas viñas más mimadas, La Vejera, con el Castillo de Davalillo al fondo y de la que emana su última vinificación, Descuido.
Pero Bodegas Santos Sodupe queremos ir más allá: «Ahora estamos trabajando en nuevas plantaciones de variedades blancas como la garnacha blanca, al mismo tiempo que estamos diseñando al lado de la bodega un pequeño jardín de variedades para experimentar con diferentes uvas».
El repertorio de la firma, sin embargo, va mucho más allá. Hasta estas tierras conocidas por su tradicional Batalla del Clarete llegan cada fin de semana diferentes grupos de visitantes en busca de una experiencia al completo donde conocer el origen del vino, pero también toda la cultura popular y gastronómica que lo rodea. Es más, el viñedo, en esta ruta, es la última parada del viaje diseñado por el equipo. Antes de conocer el entresijo de parcelas y vistas a los meandros del río Ebro y adentrarse en el fondo de la vinificación desde la sala de depósitos de la bodega familiar toca hacer una parada obligatoria para reponer fuerzas.
La experiencia enoturística que Bodegas Santos Sodupe ofrece comienza frente a la barra de su restaurante La Bodega, inaugurado hace 40 años y ubicado a su paso por la N-232 antes de llegar al municipio de San Asensio. Un espacio donde la gastronomía camina de la mano del vino y donde sus comensales saben que la calidad es la máxima del servicio. A través de dos menús diferentes (de 20 y 38 euros), los asistentes pueden degustar una carta variada al gusto con hasta ocho platos a elegir entre primeros y segundos, por no hablar de los pinchos y aperitivos fuera de carta que también ofrece el restaurante.
«Esta suele ser nuestra primera toma de contacto con los clientes y también su primera toma de contacto con los vinos», señala. Pero no hay mejor forma que aprender de vinos que hacerlo rodeado de barricas, prensas y depósitos. «Y mucho mejor si además ambos espacios se encuentran en el mismo municipio y coger el coche no supone un problema», añade Sodupe. «Con la visita a bodega lo que buscamos es aclarar cualquier duda que el público pueda tener sobre procesos, pero también sobre otras cuestiones relacionadas con el sector. Al fin y al cabo esto es una familia y buscamos hacerlo lo más práctico y ameno posible».
«Aquí nos gusta trabajar con un enoturismo bajo demanda, es decir, adaptándonos a las características de cada grupo y a sus demandas. Hay quienes nos llaman con la intención de hacer el paquete completo: restaurante, bodega y viñedo. Pero algunos vienen a comer o almorzar y solo quieren probar nuestros vinos mientras tanto. Otros, en cambio, prefieren llegar hasta las viñas y conocer de dónde salen todas estas creaciones. En función del tamaño de los grupos también optamos por llevarlos al merendero familiar con vistas a la Sierra Cantabria», apunta.
Lo que marca sin duda la diferencia en Bodegas Santos Sodupe es que «toda la experiencia se vive con nosotros, siendo los propios promotores de este proyecto familiar quienes explican todo el proceso y recorrido para hacerles partícipes también a quienes nos visitan».
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