De Madrid al cielo. Haciendo escala en esa especie de purgatorio que es el ruedo de Las Ventas, claro está. Porque unos cuantos días antes de torear en Madrid toca bajar a los infiernos. Que es ahí por donde se maneja, semanas ha, Diego Urdiales. Es en esos avernos donde la ilusión del torero trata de vencer tantas incertidumbres, tantos miedos y tantas presiones. Diálogos y luchas entre ángeles y demonios.
Urdiales regresa este sábado a Madrid en compañía de Pablo Aguado y Francisco de Manuel y ante toros de El Pilar. También el próximo jueves, al lado de Alejandro Talavante y Daniel Luque para enfrentarse a un encierro de Alcurrucén. Quién sabe si, de rodar las cosas como debieran, Urdiales se volverá a vestir de luces en una suite del Wellington el domingo 18 de junio para formar parte del cartel de la Beneficencia, donde Emilio de Justo y los toros de Victoriano del Río ya aguardan a dos triunfadores del presente San Isidro. Dios lo quiera.
De momento, es miércoles y Héctor Hernáiz, amigo íntimo del torero, constructor, bodeguero y anfitrión excelso, nos abre las puertas de su casa con la excusa de ver los toros de esa tarde por televisión. También con la intención de que el torero abandone por un momento aquellos temores a 72 horas de su primer paseíllo en Madrid. No sé si se termina consiguiendo el efecto contrario.
Urdiales se encoge en el sofá, como si se fuera engullendo a sí mismo. Un primer plano de los pitones de un toro de Algarra despierta al torero de su ensimismamiento. «Ay cuando te pasa eso por las espinillas, ahí abajo. ¡Uf!». «Diego, la presión es…». «Máxima. Total», me interrumpe. «Para todos los toreros, pero más para un torero que va por el camino de la independencia como yo».
«Parece como si existiera un runrún de que tienes que triunfar sí o sí, de que toca hacer algo grande, de que ya han sido varias las tardes en las que por circunstancias no ha pasado lo que tenía que pasar’. ‘Y es verdad; pero no me presiono con ello. El aficionado apenas recuerda lo que pasó el año pasado, pero sí sabe cuál es mi concepto, mi forma de torear y sólo espera que salga ese toreo que me permita expresar lo que siento y hacer mi toreo».
Es entonces cuando Francisco José Espada se pasa a su enemigo por la espalda y aprovecho: «Tu concepto no contempla estos registros. Ese clasicismo y esa pureza que tanto se pone en valor no entiende del toreo de rodillas y de los pases cambiados tan habituales hoy. ¿Nunca sientes la necesidad de hacer otras cosas cuando el toro no te permite hacer lo que tú quieres hacer?».
«Yo siento el toreo de una forma y soy incapaz de salirme de ahí para ganarme un aplauso que para mí es falso. Por supuesto que respeto y admiro a mis compañeros, pero para mí es un martirio hacer algo que no siento o que no quiero hacer».
Unas chacinas, queso y vino de La Emperatriz hacen que el trago sea menos amargo. Incluso cuando un toro de ‘Montalvo’ casi se lleva por delante a Román y hace que saltemos en el sofá. ¿Hasta cuándo necesita un torero de Madrid? «Madrid se necesita siempre y lo necesitamos todos los toreros; desde la primera figura hasta el torero que acaba de llegar a esto. Madrid es Madrid, con su ruedo tan grande, con ese toro enorme, con ese viento, con esa exigencia. Son muchas cosas que no favorecen el triunfo, pero por eso un triunfo en Madrid es tan importante, porque demuestras que eres capaz de imponerte a todas esas dificultades y todo lo bueno que allí sucede se multiplica por cien y surge de una manera especial».
El viento se arremolina en la cabeza de Urdiales. Lleva soplando con mucha fuerza desde que comenzó la feria, casi sin descanso. Héctor advierte que ha cambiado, que ahora sopla menos y ha cambiado la dirección y ya no molesta tanto en el burladero de capotes, que es donde se hacen las faenas. «El viento, Diego, pero también esos otros silbidos de una parte de la afición, siempre tan inoportunos».
«En los toros, como en el resto de las cosas, cada vez hay menos paciencia para todo. Lo queremos todo al momento y hay cosas que no pueden ser así. En Madrid hay días en los que la crispación es muy grande y surgen esas protestas incluso cuando vas a ponerte en el sitio donde hay que ponerse. Las protestas molestan siempre, ¡imagínate en Madrid delante de un toro! Yo no soy un torero de inicios explosivos, necesito paciencia. Mira, hasta para eso hay que tener suerte, hasta para que te dejen ponerte».
Marta, la mujer del torero, le recuerda a Diego que el sábado tienen un sitio reservado para tomar algo con unos amigos después de los toros. «¿Cómo? Yo el sábado después de torear me voy a dormir». ¿Y si triunfas? ¿También te acostarás pronto? «Claro, ya habrá tiempo de celebrar lo que sea el jueves, pero el sábado, pronto a la cama». Bueno, si triunfas, piensa que te queda la de Beneficencia… Jajaja. «Pero ésa es el 18 y del 1 al 18 hay tiempo para recuperarme de una celebración como Dios manda».
«Eso de correr los toros a una mano es un malísimo. Es muy vistoso, pero el toro va ahí humillado (lo dice señalando hacia el suelo con sus índices doblados), sufriendo mucho y le quita unos cuantos muletazos». Urdiales sufre por cada capotazo a destiempo, por cada cosita que puede influir para mal lo más mínimo en la lidia de un toro. Tanto como si se lo hicieran a un toro suyo.
Urdiales ha estado unos días antes en el campo. «Me he visto muy bien y eso ayuda mucho para afrontar estos días. Me siento preparado, estoy mentalizado y la ilusión es máxima. Es lo único que está en mi mano y lo tengo. Llego a Madrid en un gran momento».
La complicidad entre Héctor y Diego es total. «¿Lo ves? Lo lleva con el palillo, no lo lleva con los vuelos y, justo en el embroque, pega el ‘muñecazo’ para sacárselo fuera». Apenas sé de lo que hablan. Bueno, ya para terminar, Diego: ¿Cómo de cara ha puesto la temporada ‘Morante’ después de lo de Sevilla?. «Mucho. Muchísimo. Pero mira, como le digo a mi apoderado, al toreo sólo le puede el toreo».
‘Suerte, torero’. Urdiales continúa con paso firme en su transitar por los infiernos, que es requisito para tocar el cielo de Madrid. Y del toreo.
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