Agricultura

La procesión va por dentro en el San Isidro más seco

Todas las circunstancias se confabulan en un año catastrófico para el campo

Cultivo de guisantes marcado por la sequía

Hablan de las gentes del campo como aquellas que siempre están con las quejas en boca. Que si el encarecimiento de los insumos, que si los bajos precios para dar salida al producto, que si la falta de rentabilidad y relevo generacional,… Desde fuera del sector parece que esas quejan van a más con cada año que pasa, y con este 2023 no les va a faltar razón.

Se han dado todas las circunstancias para que sea un año catastrófico para el campo, siendo la sequía el arma más letal, aunque el daño ya venía de mucho atrás. Mientras tanto, San Isidro labrador regresa un 15 de mayo más ansioso por recibir esas primeras espigas que los lugareños ponen a sus pies, quienes le rezan porque traiga una buena cosecha a sus casas y mantenga el sustento de las familias. Clamores que este año ya no llegarán de boca de los labradores porque la procesión ahora va por dentro.

“La cosecha ya de por sí va a ser mala, pero estamos a las puertas de que sea desastrosa”, lanzaba el gerente de la Cooperativa Garu en Santo Domingo de la Calzada, Pepe Moneo. Muchos sembrados están perdidos y otros van por la misma senda de la debacle, al igual que los cultivos hortícolas y frutícolas. ¿Se hundirá alguien en este barco que tambalea sin parar?

Estefanía cree que esto es probable que suceda siempre y cuando se den las peores circunstancias: “Si vienes de varios años buenos y te llega un año como este, aún podrás soportarlo según el colchón económico que tenga también. Pero si se trata de una persona joven que acaba de comenzar, con una gran inversión por delante, y se topa con un año en el que los ingresos son cero. También puede darse el caso de aquellos que cultivan mucha tierra pero llevan todo arrendado y que tengan que abonar todos los pagos fijos al final de cosecha cuando él no ha cogido nada”.

Finca de perales en Entrena.

Esta agricultora de Entrena tiene perales y viñas, pero estas últimas no le preocupan ahora “porque si un año no se pueden regar, no pasa nada”. El problema real está en los frutales: “En un año normal darían unos seis o siete riegos, siendo el mínimo para sacar el fruto adelante unos cuatro o cinco riegos. Pero es que de momento tenemos uno y medio o dos, como mucho”. Y lo necesario no es solo que llueva en los propios cultivos de la localidad, sino también en Cameros para que se ganen reservas los embalses de Pajares y González Lacasa de los que se abastecen.

Lo que tienen asegurado los agricultores como ella es un riego para después de San Bernabé y depende el calor que haga y el agua que se consuma, podrá haber o no otro en julio. Mientras tanto, los tratamientos siguen cayendo al suelo, porque “no queda otra y tampoco vas a dejar que entren enfermedades al árbol”.

Y del valle, a la sierra. En las 7 Villas Gabriel cuida junto a su hermana de algo más de un millar de animales entre vacas y ovejas, pero los meses de invierno los han pasado sobre los campos extremeños. Hasta allí viaja este ganadero en época de trashumancia aprovechando el clima del sur. El problema es que este año el viaje de regreso se ha tenido que adelantar casi un mes.

“Fíjate, antes nos volvíamos en junio… Y ahora tenemos pocas esperanzas de encontrar algo arriba, pero es que aquí en Extremadura ya no queda nada”, apunta, aunque confía en que todavía hay margen de mejora en este mes que queda para que llueva algo y poder tener comida de cara al verano. Eso les permitiría ahorra bastante en alimentación, “porque si no, suma y sigue a lo que ya venimos arrastrando entre subidas de precios del cereal pero es que este año casi va a ser inviable asumir el precio del forraje”.

A la hora de elegir qué tipo de ganado puede sobrellevar mejor esta crisis de falta de alimento, Gabriel apostaría, en su caso, por el ovino: “Pero claro, ve a preguntarle a un pastor que pasa todo el invierno en la sierra. En ese caso, seguro se decantaría por el vacuno y no lo digo por la cuestión de la sequía, sino por los problemas con el lobo de los que yo, afortunadamente, me libro. Y lo triste es que los daños que deja este depredador derivan en que los jóvenes no tengan fuerzas ni ganas para salir adelante. Y ya no hablemos de la reforma de la PAC, con la que cualquier explotación va a reducir sus ingresos. Así que si la cosa estaba ya negra, aún nos la ponen peor”.

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