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Adiós a una tienda ‘de las de siempre’: Portales despide a la Casa Azul

Fue allá por 1995 cuando la calle Portales de Logroño se peatonalizó, aún así y muchos años antes, incluso siglos, ya se había convertido en una de las arterias principales de la ciudad convirtiéndose en centro comercial, cultural, financiero y político de la capital riojana. Y allí estaba Casa Azul, una tienda de esas de ‘las de siempre’, un negocio familiar de esos que tenía ‘un poco de todo’: lanas, mercería, paraguas, alguna que otra prenda de vestir para mayores y niños…

Hasta el año 1972 del comercio se encargaba el que fuera padre del primer alcalde democrático de Logroño, Miguel Ángel Marín, y a partir de ese año cogió el traspaso la madre de Elena Jiménez, actual propietaria que dentro de pocos meses se jubila cerrando así uno de los negocios más longevos de la capital riojana.

“Nunca le cambiamos de nombre. La cogimos siendo Casa Azul y así se despide. Lo que sí ha variado es el tipo de negocio, y lo ha hecho conforme se modificaban las necesidades de los clientes y en función de los que el mercado demandaba, explica Elena. Así pasaban los años, y Elena y su familia veían cómo cada vez se pedía más ropa infantil.

“A nosotros nos gustaba ese tipo de moda y fuimos dejando la lencería y prendas de adulto concentrándonos en los niños. El mercado pedía a gritos especializarse y eso fue lo que hicimos”. Para cuando la madre de la actual propietaria se jubiló, con más de 70 años, la ropa de los peques ya reinaba en las estanterías del establecimiento.

Desde que la familia de Elena se hiciera cargo de Casa Azul, la máxima siempre fue la misma: vender productos de calidad y diferentes. Comenzaron trabajando con las mejores marcas italianas, alemanas y francesas, “que es lo que quería antes la gente. Eran caras, pero el cliente lo pagaba”. Sin embargo, como bien explica Jiménez, “la cosa se ha ido revirtiendo, y desde hace unos años prima comprar producto nacional, fabricado en España. Y eso es lo que ofrecemos: prendas españolas de calidad y diferentes a lo que se puede ver en otros sitios”.

Por supuesto, transformaciones que han tenido que ver con el cambio de modas, pero “más con el cambio social de las familias, las maneras de vestir y de comportarse. Con la pandemia todo ha variado de forma extremadamente rápida”. Pero Casa Azul ya comenzó a adelantarse con su tienda online y las redes sociales allá por el 2015.

“Siempre hemos participado en cursos de formación que nos adelantaban que nuestra clientela presencial iba a seguir existiendo, sobre todo por fidelidad, pero todavía había una clientela potencial que podíamos conseguir a través de manera digital. Al principio costaba creerlo, pero nos hemos dado cuenta de que, además de comprar online, lo que hace la gente es mirar catálogos por las redes o en la página web y venir físicamente a la tienda a comprar”.

La hora de la jubilación

Elena reconoce que los de jubilarse ha sido una decisión meditada, “pero es el curso natural de la vida. Llevo 50 años trabajando y lo he ido alargando hasta que he decidido dar el paso. Siempre da pena, sobre todo cuando entran a la tienda madres con sus hijas y sus nietos que te cuentan que todavía tienen en el salón fotos de cuando eran pequeñas y vestían con tu ropa, y ahora la compran para sus nietos”.

Pero la decisión está tomada y Elena es consciente de que es una persona muy activa que va a saber ocupar su tiempo. “Tengo una madre de 100 años a la que quiero dedicar más horas, y voy a hacer lo que no he hecho en toda mi vida, que es no ir corriendo a todos los sitios, hacer las cosas con otro tempo y disfrutar de la vida como he disfrutado de mi trabajo”.

Sabe que lo que más va a echar de menos es el contacto con la gente, “porque estamos muy acostumbrados al barrio, a hablar con todo el mundo, al cafecito de las mañanas. Porque más que clientes, son amigos amigos de verdad”. Su mensaje de ‘despedida’ es de total agradecimiento a su clientela fiel y a todos los que alguna vez han cruzado la puerta de Casa Azul, ya que “siempre he pensado que un cliente que entra siempre es un cliente, o sea, una persona a la que tienes que atender con todo con toda tu generosidad y cariño”.

La persiana cerrará definitivamente cuando Elena venda todo lo que queda en la tienda. Tiene propuestas para alquilar el local, “así que iremos viendo”. De momento, va a hacer caso a su madre, una campeona de 100 años que empezó con el negocio, estuvo en él hasta bien mayor y hoy en día, con su envidiable lucidez, “me dice que ya me toca descansar”.

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