La Rioja

Agujas y tinta en femenino: “Las mujeres no solo hacemos ‘dibujitos’ en la piel”

Originales, triunfadoras, con carácter y, sobre todo, profesionales. Se han convertido en expertas en romper barreras demostrando que las agujas y la tinta también es cosa de mujeres. “Es cierto que ahora, por suerte, ya somos más, pero hasta hace cosa de cinco años era muy raro ver en Logroño una chica tatuando”, explica Marta Beceiro.

Esta joven tatuadora logroñesa reconoce no haber tenido ningún problema reseñable en su carrera por ser mujer, “aunque siempre hay clientes aislados que te ven y dicen: ‘¿Pero tú vas a saber hacerme el diseño que quiero?’. Aún así, son los menos”. Marta tiene mucha clientela femenina y “sí que noto que depende de la parte del cuerpo donde vaya a ir el tatuaje, las mujeres se sienten más cómodas con una tatuadora”. Aún con todo, Beceiro destaca que escoger a un tatuador o tatuadora “no creo que se haga por un motivo de género, sino por el estilo que cada profesional tiene”.

Todo empezó con sus dibujos. Siempre estaba con un papel y cualquier lápiz o pintura. “Desde que era pequeña decía que de mayor quería dedicarme a dibujar todos los días”. Y así ha sido. Estudió Bachillerato artístico en Logroño para luego hacer un Grado Superior en Ilustración. De aquí se marchó a Barcelona, donde continuó con sus estudios. “Mientras estaba allí iba todas las semanas a un estudio de tatuaje simplemente a ver cómo trabajaban. Nunca llegué a coger una aguja, solo observaba”.

Por aquel entonces a Marta le parecía un sueño inaccesible trabajar como tatuadora, “no como ahora, que cualquier cosa está en internet: vídeos, fotos, tutoriales… Antes tenías que conocer a alguien que pudiera conectarte y facilitarte la entrada en el mundillo”.

El sueño se iba asentando en la cabeza y la duda de luchar por él o seguir por el camino de la ilustración cada vez creaba más dudas a Marta, pero pudo más la ilusión. El primer tatuaje se lo hizo a sí misma. “Me hice una manita con una línea rosa por si quedaba mal que no se notara. Los primeros años fueron muy duros, todo ensayo-error, y hubo muchos errores”. Su hermana siempre estaba dispuesta a ser su ‘conejillo de Indias’; de hecho, “lleva en su piel toda mi trayectoria”, y como ella, varios amigos.

Los años y las ganas han convertido a Marta en una profesional muy reconocida en Logroño y, actualmente forma del equipo del estudio de Tatuajes & Piercing ADN de Logroño. “Como todo en esta vida, en este trabajo el aprendizaje constante es fundamental. Salen nuevas técnicas, nuevas máquinas, nuevas tintas, pero cada piel es diferente, la edad del cliente influye mucho, las zonas del cuerpo donde se hace el tatuaje. Al final todo es experiencia y el hablar con compañeros de oficio te enriquece mucho”.

Cuando ves un tatuaje de Marta se nota. Colores sólidos y un estilo tradicional, personalizado y muy personal. “Solo hago una vez cada diseño. Son todos únicos y exclusivos”. Reconoce que es muy fan del color, “más que del blanco y negro”, pero para mí ha sido más difícil aprender a meter el color. Es más, creo que no todo el mundo está por la labor de aprender este proceso”. Aunque también señala que depende del ‘tatoo’, un blanco y negro puede ser mejor opción. “Igual haces un realismo en esos tonos y el resultado es impresionante y muy complicado”.

De todos los tatuajes que ha hecho, -y no son pocos-, del que guarda mejor recuerdo es “de uno que le hice a un chico que me pidió que le dibujara un danzador de Anguiano. Me pareció fabuloso porque todo esto del folclore y lo tradicional me encanta y me parece una temática muy agradecida y que queda preciosa”.

La personalización es fundamental en el trabajo que desempeña Marta, quien reconoce que “en este mundo es fundamental no copiar. Ahora con redes sociales como Pinterest ya no se crea, no se piensa, y eso está restando riqueza a la profesión”.

Sororidad

Andrea Losantos es de Calahorra, 32 años, y asentada en Madrid. Empezó en el mundo del tatuaje hace siete años, de aprendiz en el estudio de unos amigos. Siempre tuvo claro a lo que quería dedicarse, pero sus padres no lo terminaban de ver porque, por aquel entonces, “era un sector minoritario y parecía algo de poca importancia, sin futuro”. A Andrea no le quedó de otra que estudiar una carrera, Bellas Artes, y una vez con el título en la mano y el ‘medio sí’ de sus padres, comenzó su andadura.

De trabajo en trabajo consiguió ahorrar para comprarse su primera máquina y hoy en día tiene su propio estudio en Madrid y viaja por toda España tatuando. “Hace poco además vine de Londres y ahora me iré a Los Ángeles”.

Su estilo es el grabado, un método que consiste en sombrear con líneas. “Cuando acabé la carrera ya había hecho alguna exposición y tenía un estilo bastante definido. No era grabado, pero era todo con tramas, así que al empezar a tatuar busqué algo similar a mi forma de expresarme. Aquel era el lenguaje que yo mejor sabía utilizar, así que lo trasladé al tatuaje”, explica Andrea. “Sólo utilizo el negro porque creo que mi técnica con color no queda bien, pero al final el ‘tatoo’ es de quien lo lleva, y si quiere color… “.

Siete años no son muchos, pero los suficientes para ver cómo ha evolucionado el sector del tatuaje. “Se ha convertido en algo muy accesible para todo el mundo. Estar tatuado ya no es algo por lo que te vayan a excluir, aunque siempre hay lugares donde sigue sin estar bien visto, pero es casi más raro encontrar a alguien que no tiene ni un tatuaje. La historia ha cambiado mucho en muy poco tiempo”.

Andrea reconoce que el del tatuaje siempre ha sido un mundo muy masculino, “quizá por lo rudo de los primeros dibujos, y hasta que la mujer se ha hecho un hueco, como en todo lo relacionado con el arte, ha costado. Cuando empecé me hicieron sentir de menos por ser una mujer, pero he tenido la suerte de que en mi generación ya había chicas en las que yo me veía reflejada y me ayudaron a tirar para adelante. Costó porque en muchas ocasiones tuve que escuchar frases como ‘Pero, ¿tú sabes tatuar o solo haces dibujitos'”.

Esta joven destaca que es verdad que las mujeres tienden a elegir a otras mujeres para hacerse sus diseños, “pero creo que es más por una cuestión de sororidad, por apoyar su trabajo”. Comparte el estudio con su socio, hombre, y muchas veces “me he sentido como de segunda. Él hace unos tatuajes mucho más toscos, con líneas gruesas, con color, pero es el que me ha enseñado que nuestro trabajo vale lo mismo, aunque algunos clientes me hayan dicho que ‘para mí dejan tatuajes pequeñitos'”.

Sea como sea, Andrea se ha hecho un hueco en el mundo del tatuaje con más de 20.000 seguidores en las redes sociales y, lo más importante, orgullosa de haber luchado por su sueño y haberlo conseguido”.

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