Rebeca Palacios.- La avicultora riojana Mamen Carrillo ha asegurado a EFE que, para poner en marcha un proyecto profesional, toda mujer ha de ser «valiente» y trabajar por sus metas, que «debe marcarse cada una y no depender de lo que otros propongan».
Carrillo (Logroño, 1967), casada con un agricultor y madre de dos varones de 29 y 26 años, trabaja con ellos en la granja Huevocón, ubicada en la localidad de Los Molinos de Ocón. Como responsable del área de Mujeres de la organización agraria UAGR-COAG, participa este martes en una jornada de trabajo en la cooperativa El Raso de Calahorra, para «reivindicar el papel de la mujer en el medio rural y su contribución a la vida» en los pueblos.
«Mis abuelos tuvieron un bar y una tienda en el pueblo, siempre viví el ambiente rural. Después, me casé con un agricultor y trabajé en el campo», ha relatado.
La granja, nueva salida laboral
Tras la crisis económica, su familia se planteó una nueva salida laboral, pero nunca quiso dejar el medio rural, por lo que en 2015 decidieron poner en marcha una granja para huevos camperos.
Para ella, «no es más duro» el trabajo en un pueblo, «se vive más tranquilo», pero, sin embargo, actualmente, hay otros problemas por la falta de servicios, lo que hace «más complicado compaginar la vida familiar y laboral».
Aunque su familia está asentada en Corera, escogió Los Molinos de Ocón, a cinco kilómetros de su lugar de residencia, para poner en marcha su granja, en plena Reserva de la Biosfera de La Rioja.
Allí, Carrillo apostó por criar gallinas al aire libre, de modo que cuentan con espacio suficiente para moverse con total libertad durante el día y se alimentan de piensos basados en cereales, como maíz, trigo y soja, además de lo que picotean en los pastos. Aparte del millar de gallinas, cuentan con 24 ocas, pero prefiere no ampliar más el número de aves para «poder controlar la producción y mimar a los animales lo máximo posible para que den huevos de la máxima calidad».
Para esta avicultora, quien se encarga de la gerencia de la explotación, lo más complicado al iniciar su negocio fue completar toda la burocracia para cumplir los permisos y licencias medioambientales, al estar ubicados en la Reserva de la Biosfera, y respetar los «estrictos» requerimientos de bienestar animal.
Ni desplazada, ni más dificultades
Como mujer, ha asegurado que en su trabajo jamás se ha sentido desplazada y nunca se ha planteado que, por su condición femenina, tuviera que afrontar más dificultades, aunque ha reconocido que otras compañeras sí las sufren.
«A veces no puedes tener todo controlado. Si tienes ilusión por hacer algo, cultivar viña, plantar olivos o criar cerdos, lo que sea, hay que comenzar. Según pasan los días y superas los problemas, ves que el negocio es viable y que no tienes que depender de nadie», ha subrayado.
Sin embargo, ha asegurado que en el campo «se ha evolucionado» poco en otros ámbitos, como la titularidad compartida de las explotaciones agrarias, para parejas que compartan trabajo y gestión de sus cultivos.
«Es muy complicado. Es una figura jurídica que exige pagar dos cotizaciones a la Seguridad Social y a autónomos, lo que duplica los gastos en un momento en el que los costes están disparados en los negocios agrarios», ha asumido.
Aunque cree que hay personas que quieren instalarse en el medio rural para trabajar en cultivos ecológicos o respetuosos con el medio ambiente, ha considerado que, «en ocasiones, no se puede: las exigencias son muy grandes».
Su trabajo como avicultura le aporta «estabilidad, orgullo y la tranquilidad» de hacer lo que realmente quiere y le gusta, ha concluido.
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