Carlos Alberto López fue uno de los primeros colombianos en llegar a Autol a principios de siglo. Después de 23 años en el municipio riojabajeño se siente un catón más. Incluso hace unos años creó la asociación ACRES que reúne a todos sus compatriotas para realizar diferentes actos a lo largo de las festividades del municipio con el objetivo de integrar a todos los inmigrantes que llegan nuevos y de dar a conocer su cultura.
La situación económica de Colombia, la inseguridad en sus calles empujaron a Carlos a cruzar el Atlántico para buscar un lugar mejor en el que vivir. “Llegué un 15 de abril del año 2000”, recuerda como una fecha importante en su vida. “Al principio llegué sin papeles, trabajaba escondido, después conseguí regular mi situación y desde que lo hice estoy trabajando en la misma empresa”, detalla la complicación que supone dejar el propio país para aventurarse en encontrar un lugar mejor en el que poder mantener a tu familia.
Al principio llegó sólo. “Después de año y medio conseguí traer a mi familia y ahora estamos otra vez separados porque dos de mis hijos se han tenido que marchar fuera de España a labrarse un futuro”, cuenta. Uno está haciendo en doctorado en Taiwan, la otra trabajando en Alemania. Inmigrantes por partida doble. “El más pequeño está estudiando la carrera en Pamplona”, cuenta con el orgullo propio de un padre que ha hecho todo lo posible por construir un futuro prometedor para sus hijos.
Él mejor que nadie sabe cómo ha sido el proceso de la inmigración colombiana en la región. “Llegaron muchos los primeros años y con la crisis de la construcción muchos tuvieron que volver a Colombia porque perdieron aquí sus trabajos. Ahora está volviendo a crecer la población colombiana en La Rioja pero es otro tipo de gente la que llega”. Lo ve cada día en sus vecinos y compatriotas. “La gente que llega ahora son familiares de los que ya están aquí, una vez que se han asentado buscan la reagrupación y traen a sus padres o a sus hermanos”, explica.
