Gastronomía

Café con gusto: café de pasaje (y IV)

‘El presidente de la revista del ama de casa TANIT certifica que la empresa ‘La Casa del Café, Cafés El Picador’ ha sido galardona con el Trofeo Prestigio Comercial 1981′. Tanto tiempo después, sigue siendo motivo de orgullo, porque ahí sigue colgado. El título, convenientemente enmarcado, protegido por un cristal, impoluto, certifica cuatro décadas más tarde que este lugar tiene su aquel, que han sido muchas ya las mañanas en las que se ha levantado la persiana para abrazar a los clientes con ese aroma a café recién molido.

Parece un sitio de paso. Así parecen indicarlo los únicos cinco taburetes altos que permiten una sentada rápida para un café, se supone, más rápido aun. No hay mesas bajas para un café en familia. El asunto se resuelve en barra. Y sin embargo, ahí dentro, la gente se lo toma con calma. A una clienta no le han ido bien un asunto profesional. Se lo lanza a un conocido que apenas lleva un minuto en la casa. Se retira la parca, hace frío fuera, y sin tiempo para pedir ya anda metido en una conversación importante con su compañera. Tomará lo de siempre. Ana lo sabe.

Cerca, prácticamente al lado, con la cazadora puesta, un hombre anda concentrado en su tarea, pero atiende a lo que sucede a su alrededor mientras renueve de vez en cuando su café con leche. Se lo toma con calma. Ana, desde el otro lado, rellena con café tostado su molino. De ahí seguirá saliendo café recién molido. La taza siempre lista. Como desde hace ya muchos años.

Es casi mediodía en la Casa del Café. El hombre de la cazadora remata el crucigrama y las pistas apuntan a que le conocen bien en esta casa. Tiene que ser un cliente habitual, porque resulta imposible encontrar un bar en Logroño en el que a esos de las 13:30 horas el crucigrama siga sin resolverse a no ser que te lo guarden. Sorbito de café, una consonante más, una palabra menos, y así se supera con estilo un jueves perfecto, entre café, letras y conversaciones.

Ana pone un solo. “Así, 1,10 euros”. Al lado del Ayuntamiento. Rico y muy competitivo, a la que surge un debate de altura, como si supieran que en breve se va a abrir de nuevo la puerta porque es la hora habitual de otro cliente de la casa. Se enzarzan en la edad de jubilación, en el papel de los autónomos en la economía mundial, y entra Enrique, ya jubilado, que abre la puerta solo para saludar. Dice que no se queda, pero ya que está abierta la puerta, pues que se toma un café. Es lo suyo, la vida tranquila se lo permite.

La Casa del Café, en el pasaje entre el Ayuntamiento y Duquesa de la Victoria, es un lugar cotidiano, un espacio que hace de Logroño un lugar reconocible. Café de pasaje, el que toman los que se lo conocen, que pasan sin saberlo a formar parte de la cotidianidad de este espacio que regenta Ana, arropada todos los días por sus clientes habituales. Cafés y chocolates, todo de altura, al mejor precio, y en familia, que es como se vive en los pasajes de Logroño.

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