Toros

Pedro Carra, un caballero en el campo: un ‘rivaival’ maravilloso

FOTO: Martín Rupérez.

La equidistancia temporal que separa el puente de la Inmaculada entre el final del pasado curso taurino y el comienzo de las más madrugadoras ferias del próximo año convierte estos primeros días festivos de diciembre en visita obligada al campo bravo. El objetivo no es otro que matar ese gusanillo ávido de embestidas, lances y encastados encuentros bajo el peto del caballo de picar.

Ocurre que, como este año, la meteorología no termina de aliarse con el aficionado y da al traste con todas esas ilusiones, anegando placitas de tientas e imposibilitando cualquier conato de labor campera. Un jarro de agua fría (nunca mejor traído) que siempre es encajado con la resignación y la entereza propia de quien ama la naturaleza, el ecosistema, el campo, la sostenibilidad esa de la que tanto se pontifica hoy y, en definitiva, la vida misma: el aficionado a los toros. Sobre todo, ahora que termina este tan seco 2022.

FOTO: Martín Rupérez.

Pedro Carra volvió a tentar el domingo pasado. Donde nunca ha dejado de hacerlo. En Lodosa, en la ganadería de José Antonio Baigorri. En lo de ‘Pincha’. «Pedro es aquí el amo. Es el único que siempre ha tentado aquí año tras año; aun cuando no quería venir nadie». «Ahora viene un día al año, pero ojalá viniera muchos más». Palabra de ganadero.

A lo de ‘Pincha’ se llega al poquito de dejar Lodosa por la carretera que une esta localidad navarra y Pradejón. El lodazal que nos da la bienvenida alerta de lo complicado que será celebrar el tentadero al que se nos invitó la noche anterior. Falta poco para alcanzar el mediodía, el cielo amenaza con volver a llover y la chimenea es el punto de reunión y cobijo. Allí se habla del tiempo y de fútbol. Se clavan las predicciones: la final será Argentina-Francia y durante las próximas horas no lloverá.

FOTO: Martín Rupérez.

Mientras Juan Manuel Sangüesa, picador navarro que anduvo unos años a las órdenes de ‘El Juli’, acaba de afilar la puya y comienza a vestir al caballo de picar, Pedro Carra extiende los trastos sobre el capó de su coche para terminar de zurcir un pequeño jirón allí donde pinchará la ayuda. De fondo, los gritos y los golpes metálicos siempre habituales de los enchiqueramientos sirven para dar la bienvenida al puñado de invitados que va llegando a la finca.

También a los profesionales que participarán en ella: el diestro Rafael Orellana, que viste calzona, camisa y chaleco de punto, y el matador sevillano retirado Francisco Javier Corpas. No hace mucho que al grupo de los profesionales se han sumado dos jóvenes riojanos que harán las veces de ‘tapias’: el igeano Aarón Rodríguez y Carlos Heras Cordón, de estirpe bodeguera.

El considerable charco que engulle a los toreros hasta casi más arriba de los tobillos no es impedimento para que comience la tienta. La estufa seta que alivia las fatiguitas del frío a los que copamos el palco de la plaza viene a ser poco menos que un don celestial.

FOTO: Martín Rupérez.

«¡Va vaca!». «La 148». «No la pares de salida, Pedro; déjala que vaya al caballo». «Juanma, tú dale desde ya». La exigencia de José Antonio Baigorri es máxima. Dale, dale y dale. No se escucha otra cosa. Es su manera de exprimir y comprobar la capacidad de las futuras madres de su ganadería. «Venga, ahora de más lejos». «Pedro, colócala más allá de la mitad y tápate en el burladero opuesto al caballo, que sea ella la que se arranque al picador por sí misma. Tú no le ayudes».

Un solo capotazo le sirve a Carra para colocar a ’Soñadora’ donde quiere el ganadero. El sentido de la lidia del calagurritano permanece intacto. «Vale, ahora desde aquel burladero. Vamos». ‘Soñadora’ se arranca alegre y recorre el diámetro del ruedo siempre fija en el caballo. Y así hasta tres veces. «Vale, venga, a torear».

El único respiro que concede ‘Pincha’ a sus animales es ahora, al inicio de la faena. «Dale un poquito de tiempo, vamos a dejarle que se venga arriba. Poco a poco». ‘Soñadora’ es brava. Tiene prontitud, mucha fijeza y esa transmisión que ofrece su tranco alegre. Su embestida es larga, humillada y enclasada. Y repite.

FOTO: Martín Rupérez.

El trato que Carra le da con su muleta es exquisito. Como si la llevara entre algodones. Siempre el trazo templado. También intentando alargar al máximo la embestida. Tan suave y tan medido. El toque sutil, leve e ingrávido, como acariciando el hocico de ‘Soñadora’. Tan embebidas siempre las embestidas. Todo con los vuelos. solo con los vuelos de la muleta.

Tanta dulzura alcanza su zénit en una trincherilla de gran empaque y sumo gusto. Las sensaciones presentes combaten con el recuerdo de las batallas que libró Carra en su momento. Tantas tardes con los ’cebadas’, los seis en Calahorra del ‘Conde de la Maza’, la de ‘Palha’ en Vic-Fezensac o la de ‘Peñajara’ en Logroño, cuando era triunfador de San Mateo. Se adivina como una trayectoria hecha a contra estilo.

«Me arrepiento de que nadie supo llevar mi carrera». Es lo que siempre asevera y, ahora, viéndolo en el campo, habiendo tomado la alternativa treinta años atrás, su razón es absoluta. A Pedro Carra le hubiera gustado haber mandado en su hambre. Y eso es de caballeros.

Hay una serie de máxima hondura y gran profundidad, que Pedro Carra vacía con un pase de pecho de pitón a rabo, de genial trazo y colosal temple. Es entonces cuando su chaleco de felpa verde se convierte por un momento en la chaquetilla negra y oro con la que salió a hombros de ‘La Manzanera’ aquellos inolvidables ‘sanmateos’ de 1994. Y es que allí en lo de ‘Picha’ hace ahora una semana me reencontré con quien fue mi primer ídolo de la infancia: un riojano, un torero, un valiente: Pedro Carra. Un ‘rivaival’ total y absoluto.

FOTO: Martín Rupérez.

El resto del tentadero es un manantial de bravura, casta, raza, clase, fijeza y prontitud. La exigencia de José Antonio Baigorri, siempre inalterable. El ‘dale, dale y dale’ aquel, que solo se ve interrumpido por un «José Antonio, 18 minutos; 10 de caballo y 8 de muleta». «Sigue un poco más».

Pedro Carra termina exultante. Quizás, el horizonte aquel de celebrar su trigésimo aniversario de alternativa vistiéndose de corto y volviéndose a poner delante del novillo en la plaza de Calahorra esté cada vez más cerca. De momento, hoy ha matado el gusanillo de ponerse delante. Lo que no sabe es que a otros nos ha resucitado ese otro gusanillo de volver a ver su nombre en un cartel de toros. Y es maravilloso.

FOTO: Martín Rupérez.

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