Toros

Urdiales y el toreo exacto

Las corridas de Juan Pedro Domecq son un tostón. Da igual cuándo leas esto, ya sea al principio o al final de la temporada. La estadística dice que Juan Pedro aburre siempre. ¿Que en las veintisiete tardes que lleva lidiando esta temporada algún toro le ha embestido? Pues hombre… ¡mejor sería! Que veintisiete por seis son… ¡Ciento sesenta y dos!

Sucede que el toreo con un ‘juampedro’ de por medio deja de ser efímero para convertirse en desmemoriado. Salvo que toree Diego Urdiales. Y si no, díganme si recuerdan algo de la faena de Manzanares al tercero. Nada, ¿verdad? A mí, por lo menos, eso me pasa.

Lo de Diego Urdiales, en cambio, es diferente. ‘Rebuscón’, que hizo segundo, era un toro más de Juan Pedro: flojo, sin apenas transmisión, de noble fondo y escaso empuje. Pero tuvo la suerte de corresponderle a Urdiales, que tiene la medida del toreo exacto en su cabeza; y la medida exacta del toreo en sus muñecas.

FOTO: Eduardo del Campo

La faena de Urdiales a ese tal ‘Rebuscón’ fue tan precisa como cabal. Desde el primer ayudado por alto a dos manos hasta el último molinete abelmontado. Entre tanto, una lección de lo que son los tiempos, los terrenos y las distancias en el toreo. Justos, exactos y medidas, respectivamente. Como la manera de hacer el toreo al natural, tan despacio, tan mecido, tan templado, tan a compás. Porque los naturales de Urdiales fluyeron a cámara lenta, que parecieron ralentizar la embestida de ese tal ‘Rebuscón’ en tres o cuatro tiempos. Solo los vuelos sostenidos en la figura firme, erguida y sin perder nunca la naturalidad. La delicadeza fue total. Como la belleza inabarcable de un derechazo descomunal. Pero falló a espadas.

Mucho más violento fue ‘Salinero’. Como una refriega fue lo que libró Urdiales, que nunca perdió aquella compostura de la que hablé antes. A la escasa franqueza de la embestida se le sumó el molesto cabeceo del bronco toro de Juan Pedro. Urdiales venció aquella batalla y la paz se firmó con dos series al natural de exquisito trazo y gusto. Volvió a fallar con los aceros.

FOTO: Eduardo del Campo

El trofeo que cortó Manzanares al tercero, toro aplaudido de salida, llegó por la buena estocada que se cobró en terrenos de chiqueros. Antes, una meritoria tanda al natural y poco más.

Del sexto supo el alicantino aprovechar inercias y viajes. La rebrincada embestida de ‘Mirtilo’ que no dejó de perseguir la muleta que Manzanares siempre supo dejar puesta llegó a los tendidos. Vale que hubo pasajes templados por ambas manos, pero, a diferencia del toreo medido de Urdiales, Manzanares se fue allá donde su oponente se encontraba más cómodo y fácil se lo ponía. Otra estocada de efecto fulminante y otro trofeo.

FOTO: Eduardo del Campo

Dos orejas cortó Pablo Hermoso a su primer enemigo de Carmen Lorenzo por una demostración de doma y temple. Desde la forma de encelar de salida a su oponente con ‘Regaliz’ hasta la manera de templar las embestidas a lomos de ‘Talento’, en un recorrido por todo el anillo a dos pistas salpicado por otras tantas ‘hermosinas’. Gustó mucho la expresión de ‘Indico’, siempre con los pechos ofrecidos. El rejón de muerte fue fulminante.

Debieron resultar excesivos los dos rejones de castigo que dejó arriba el jinete estellés, ya que mermaron el juego de su segundo oponente. Destacó la manera de encelar la salida del de Carmen Lorenzo y la manera de cortar las embestidas por los adentros montando a ‘Berlín’. La obra se emborronó con el uso del descabello. Ánimo. Lo de Juan Pedro, ya pasó.

FOTO: Eduardo del Campo

Plaza de toros de Logroño. Segunda de abono.

Algo más de media entrada. Toros para rejones de Carmen Lorenzo y de Juan Pedro Domecq para la lidia ordinaria, bien presentados, justos de fuerzas y de juego desigual, destacando la nobleza del segundo y la transmisión del sexto.

Pablo Hermoso de Mendoza: dos orejas y silencio.

Diego Urdiales: oreja y saludos tras aviso.

José María Manzanares: oreja y oreja.

FOTO: Eduardo del Campo

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