A eso de las cinco de la tarde, Huesca era poco menos que la antesala del infierno. ‘Lorenzo’, en sus fiestas, a pleno rendimiento. Dos minutos al sol se convertían en un martirio. Sin parrilla esta vez. Y allá donde caían a plomo los treinta y ocho grados, se fueron los jóvenes que, cada tarde de toros, abarrotan los tendidos de sol hora y media antes de que comience el festejo. Demasiado mérito.
Eso debió pensar Manuel Díaz ‘El Cordobés’ que, antes de romper el paseíllo, ya lanzaba sonrisas y muecas de cariño a la solanera. Es esa complicidad la que salva la tauromaquia de Manuel Díaz. Porque si a ‘El Cordobés’ le quitas su campechanía y bonhomía innata lo hundes en la miseria. Nada de Manuel desprende el más mínimo halo de torería.
Tampoco sus andares y, a decir verdad, casi que mejor. Pero hace feliz a la gente y eso, en estos tiempos tan ingratos y canallas, es algo maravilloso. Al sol se fue a comenzar la faena a su primero y allí se quedó. Consiguió subir la temperatura del tendido, que lo mismo fue una putada. Hubo desplantes, pasajes mirando al tendido y mucho toreo despegado. Hizo la rana y, de no haber pinchado, hubiera cortado un trofeo, si no los dos. Lo peor de todo es que todo eso se lo hizo al mejor de una muy decepcionante corrida de ‘Castillejo de Huebra’.
Salvo ese primero con algo de motor y recorrido, los ‘murubes’ salmantinos lidiados hoy en Huesca adolecieron una más que alarmante falta de casta. También de empuje y raza. Más aún de fuerzas. Cero transmisión y demasiada nobleza y bondad. Y no fue por el calor. Porque tampoco hubieran embestido en enero u hoy en Formigal. Así las cosas, el decepcionante encierro de ‘Castillejo de Huebra’ vino a condicionar la tarde para mal.
Morante de la Puebla y Diego Urdiales dejaron su impronta torera. Vinieron a decir que nadie puede estar mejor que ellos ante esos toros. Pero claro, ante esos toros, que qué toros…
El capote de Morante recogió la buena embestida de que regalo de salida el que hizo segundo. Y a partir de ahí, solo la exactitud de la colocación, la suavidad en el cite, la sutileza en el temple y la calma servida en los tiempos dados, pudieron exprimir la infinita boyantía del ‘castillejo’. Morante terminó toreando a placer, tanto como cuidando a su enemigo. Unas manoletinas por asida la muleta con la mano izquierda, sin montar y con la espada en la diestra, pusieron punto final a una obra de máxima delicadeza y finura.
No quiso ver al que hizo quinto, al que recibió con tres lances a una mano, y que no fue peor que el resto del encierro. Un paripé para tratar de sacarlo a los medios sin resultado vino a decir que no servía un toro hoy que tantos le sirven al sevillano.
Por fin Diego Urdiales ha vuelto a salir a hombros de una plaza de toros. Ya era hora del recuentro con el triunfo. El de la salida a hombros, digo, porque la de hoy no ha sido la tarde más maciza de las últimas del riojano. Muy suelto y desentendido de los primeros compases de la lidia fue el tercero. El inicio de faena de Urdiales sirvió para enseñar el camino a su oponente. Sin obligar, aprovechando viajes e inercias. Así se lo fue sacando a los medios, donde la embestida se tornó rebrincada y poco a poco se fue acortando. La figura encajada, firmes las plantas. Cimentó el trasteo por el pitón izquierdo, siempre sin obligar. Mandando, eso sí. El final en redondo fue otro canto a la suavidad y a la sutileza. Lo mejor estaba por llegar: una estocada antológica, marcando los tiempos, tirándose arriba y enterrando la espada en el mismo hoy de las agujas. Qué forma de matar.
Los detalles salpicaron la faena al sexto, que vinieron en forma de adornos, de molinetes, de salidas toreras por el costillar y de alguno del desprecio. Como un trincherazo para enmarcar. El escaso poder del ‘castillejo’ obligaba a dejar a medias cada serie. Y Urdiales, que viene a ser una enciclopedia de recursos toreros, echó mano de ellos. Todos tan toreros y con ese aroma tan clásico como añejo. Y vaya si lo demostró. Otra gran estocada, tras un pinchazo esta vez, vino a rubricar una tarde de triunfo, que sabe a gloria.
Plaza de toros de Huesca. Segunda de la Feria de la Albahaca. Lleno de entrada. Toros de Castillejo de Huebra, justos de presentación, descastados, flojos y deslucidos.
• MANUEL DÍAZ ‘EL CORDOBÉS’, ovación y silencio.
• MORANTE DE LA PUEBLA, oreja y silencio.
• DIEGO URDIALES, oreja y oreja.
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