La Rioja

“Ser danzador de Anguiano viene en la sangre”

“Ser danzador de Anguiano viene en la sangre”

A Santa María Magdalena, patrona de Anguiano, se le honra danzando y bajando sobre unos zancos de cincuenta centímetros de altura al ritmo de las castañuelas. Si ya parece complicado, a ello se le suma la bajada por las escaleras y la cuesta más empinada del pueblo. Ocho hombres, vestidos de un traje regional compuesto de camisa, chaleco y falda danzan estos 21, 22 y 23 de julio en una tradición que data de cuatro siglos atrás.

Emoción, adrenalina y alegría. Así dicen los ‘zarrios’ que se siente el pueblo durante estas fechas. Anguiano recibe a cientos de turistas expectantes de esta fiesta, declarada en 1970 como Fiesta de Interés Turístico Nacional, y, más tarde, en 2018, Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial.

El recorrido que realizan los danzadores comienza en la Plaza de la Obra y termina en la calle Alta para continuar descendiendo por la ya bautizada como “Cuesta de los Danzadores”. Una cuesta empedrada de 40 metros de longitud que cuenta con un desnivel de un 20 por ciento.

Danzadores de Anguiano | Foto: Gobierno de La Rioja

El traje tradicional que visten los danzadores está “casi pensado al milímetro”. La majestuosa falda amarilla que portan los valientes favorece el vuelo; así, el faldón toma forma de campana al llenarse de aire de tal forma que les aporte equilibrio y estabilidad.

Vicente es un joven anguianejo de tan sólo 12 años y dice que ser danzador le viene de sangre. “Mi tío también danzaba y mi primo es danzador. Enseguida me tocará a mí”. La primera vez que se subió a unos zancos tan sólo tenía cinco años. Allí arriba descubrió el que sería su sueño. Hace tres años que comenzó a ensayar y formarse seriamente para lograrlo. “Sólo los danzadores sabemos lo que sientes cuando te subes a los zancos. ¡No se puede explicar con palabras!”, confiesa el joven.

Esta tradición la comparten muchas familias anguianejas. Aunque la mayoría de danzadores no son habitantes habituales de Anguiano, sí que son descendientes del pueblo riojano y todos ellos comparten la ilusión de ser danzadores. A todos ellos les une la pasión y las ganas por continuar con la tradición que sus mayores les enseñaron.

Daniel, primo del pequeño Vicente, lleva “media vida” danzando. Ahora tiene 31 años, pero la primera vez que recuerda subirse a unos zancos tenía 8. La primera vez que se tiró por la Cuesta de los Danzadores, 16. “Lo normal es que un danzador se suba a los zancos y hasta que el cuerpo aguante, el trabajo te lo permita y tengas ganas”, explica. A él también le viene de sangre: su tío y su abuelo fueron danzadores.

“Siempre hay jóvenes, más pequeños, de ‘reserva’, que toman el relevo de algunos de los danzadores mayores en otros momentos de las fiestas o por si algún danzador falla”, dice el anguianejo.

Un papel importante dentro de la Danza de los Zancos de Anguiano es el que adopta el pintoresco ‘cachiberrio’. Su función: componer y recitar versos a la Santa y guiar a los danzadores, asegurándose de que el camino quede libre para el paso de los valientes. “Un buen cachiberrio debe tener labia, saber hablar en público y no tener vergüenza”, destaca Daniel.

“Es una fiesta con mucha historia, la esencia es seguir con la tradición”, concluye el danzador, animando a todos los riojanos y forasteros a pasarse por su querido pueblo y disfrutar de esta fiesta “tan única”.

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