Se precipitaba la tarde por el abismo de la nada cuando apareció en el ruedo ‘Caprichoso’. Parecía como si el toro de Victoriano del Río hubiera sido pintado y no engendrado. Tocadito arriba de pitones, bajo, de lomo recto y badana generosa. Las hechuras perfectas, como su fondo y su poder, que fueron apareciendo a medida que transcurría la lidia.
Le costó a Urdiales fijar la embestida de salida y las verónicas de sello ‘urdialista’, las que rebosan cadencia, temple y compás, llegaron con el picador y en la plaza. Brotaron cinco de seda, todas por el pitón derecho. Los puyazos, un tanto caídos, desmerecieron la tan cara forma con la que ‘Caprichoso’ fue colocado en suerte.
Sacó pies en banderillas, que Urdiales limó con un inicio a dos manos. Alternó los de castigo por abajo con alguno de alivio con los que el diestro fue ganándose la confianza del toro bonito. Dos naturales nacieron ya en el bello inicio. Pronto y en la mano. Una vez en los medios, Urdiales ofreció los deshilachados vuelos de su muleta, que parecían engancharse al hocico del de Victoriano del Río.
La sutileza del cite anunciaba la manera excelsa de embarcar la embestida; como de templarla, de llevarla y de soltarla más allá de la cadera. Los riñones hundidos, rota la cintura. Un monumento al temple. ¡Todo tan vertiginosamente despacio! El toreo. Ni más ni menos. De arriba a abajo, de adelante a atrás. Por uno y otro pitón. Una obra redonda. Abandonado el torero, rendido el toro, que rebozaba la profundidad de su embestida.
Todo toreaba en Urdiales. Desde las zapatillas hasta la castañeta. Como una cabeza sabedora de dar con los tiempos justos y los terrenos precisos. Las muñecas dieron con el mimo requerido para obrar el milagro. ‘¡Qué agte Diegú!’, rompió el respetuoso silencio con el que se rinde Mont de Marsan al toreo. En Bilbao se perderán esa forma de torear al natural y también en redondo. Allá cada cual.
Sonó un aviso, la estocada cayó atravesada y Urdiales necesitó de un golpe de verduguillo. El de Arnedo, henchido y gozoso, paseó una oreja que sabe poco menos que a gloria.
‘Soleares’, astifino como el solo, fue protestado por falto de remate. No solo pecó de remate. Arrastrando los casi seis años a cuestas, llevaba la tristeza en la huida. La vejez hecha resabios. ‘Buenas tardes aquí man…’. No pudo Urdiales terminar con el ‘…do yo’ para cuando el toro de cante vacío buscó las tablas. Ni rematar unos doblones por bajo pudo el riojano.
Daniel Luque desorejó a su primer enemigo, para entonces, el toro de mayor armonía. Un inicio ligado sin enmendar la colocación llegó a los tendidos y ya todo llegó a favor de obra. Menos los naturales, que aparecieron luego de haber recurrido a al efectismo del circular. Exprimió el sevillano el buen pitón derecho, siendo mejor aún el izquierdo. Como siempre, echó mano de sus luquecinas, aquello gustó y paseó las dos orejas del noble toro de Victoriano del Río.
En el sexto optó por un toreo encimista y de cercanías, ahogando la boyante embestida del toro de Victoriano del Río. La estocada fue lo mejor. Paseó otro trofeo.
A Antonio Ferrera le dijeron que se fuera a Pamplona, donde hace menos de una semana había lidiado seis ‘miuras’ en solitario. Pese a le gesta, al extremeño se le vio falto de recursos. En uno y otro toro. Su capote, verde como un tapete y grande como trigal en abril, vino a salvar la vida de un recortador que recibió en los medios a su primer enemigo, de estampa imponente. De punta a punto quiso lucir en el primer tercio Ferrera a ‘Gorrión’, pese a que hizo acto de presencia con el resuello y el empuje justo. Aprovechó el buen viaje de este primer toro y nada supo hacer con el deslucido cuarto.
Plaza de toros de Mont de Marsan (Francia). Primera de la Feria de la Madeleine. Casi lleno de entrada. Toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación y juego. Destacó, por encima de todos, el quinto. De pocas opciones, primero, segundo y cuarto. Le faltó fondo y casta, en general.
– ANTONIO FERRERA, silencio y silencio.
– DIEGO URDIALES, silencio y oreja tras aviso.
– DANIEL LUQUE, dos orejas y oreja.
En las cuadrillas destacaron Fernando Sánchez, José Chacón, Javier Valdeoro, Raúl Caricol y Alberto Zayas.
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