Tras dos campañas algo convulsas en la gestión de los trabajadores desplazados para afrontar la temporada de espergura en el viñedo, este año todo sigue su curso habitual sin restricciones a la movilidad ni PCR obligatorios. Esta vez, solo el astro es el único factor que puede interferir en su desarrollo.
Algunos viticultores ya se han lanzado a la tierra ante la llamada de sus cepas, pero solo para despejar las de variedades más adelantadas como garnachas y en zonas orientales. “Aquí la escarda se generalizará, como ocurre cada año, para San Isidro”, apunta Ernesto Fernández.
Este viticultor de Alcanadre ya ha echado mano de un trabajador para dar los primeros pasos por las viñas que tiene repartidas entre la localidad y Ausejo, pero en dos semanas se le sumarán otras dos manos más para afrontar el pico de campaña. “Como hago cada año, porque cada vez a uno le cuesta más tirar con todo”.
Hay que saber quitar y dejar brotes con criterio y con la vista puesta en la cosecha final, porque esta etapa del ciclo de la vid es, junto con la poda, una de las más determinantes en la gestión de la producción final.
En la zona de Ocón también se preparan para espergurar las hileras de cepas de Bodegas Valdemar. Hasta aquí viene desde hace varias décadas una fiel cuadrilla de Jaén cada temporada. Cerca de una veintena de personas que aterrizarán en la región la próxima semana, aunque no sea para iniciar ya la campaña.
“Otros años hemos empezado antes de San Isidro, pero esta vez las viñas han brotado más tarde, así que comenzaremos la tercera semana de mayo porque, si nos adelantamos, seguro que después toca hacer una segunda pasada”, apunta María José Aparicio, responsable de Viticultura de la bodega.
Junto al otro centro de trabajo de Valdemar ubicado en Oyón, y para el que contratan a otra cuadrilla a través de una empresa de servicios, la firma gestiona unas 250 hectáreas de viñedo que en pocas semanas deberán ser recorridas para dejar todo a punto.
