CARTA AL DIRECTOR

La silla que sostiene tu culo

Un artículo de la BBC estimaba en 2018 que en el mundo había unos 60.000 millones de sillas. Lo más probable es que estés leyendo este texto sentado en una de ellas. Son unas 10 sillas por cada culo. Si te ha sorprendido el dato puedes hacerte cargo del cúmulo de absurdos que supuso la presentación del proyecto ‘100 sillas y 3 salones’ que se realizó en Logroño la semana pasada en el marco del festival Concéntrico.

Esta iniciativa toma como motivo la tradición popular de “salir a la fresca” y reunirte con los vecinos en la calle para la reivindicación festiva del espacio público a través de la silla como objeto. Para ello se ha lanzado una encuesta abierta con cuyos resultados se diseñarán, cortaran y montarán 100 sillas con paneles de contrachapado que se distribuirán en diferentes lugares abiertos de la ciudad para disfrute del público durante el festival.

El mensaje amable que tiene en origen el proyecto viene de la mano de una retahíla de despropósitos y contradicciones en el fondo, en la forma y en el método de llegar de uno a la otra.

La primera contradicción no tarda en aparecer para cualquiera que trabaje el tema del espacio público urbano. No son pocas las personas y colectivos que, queriendo hacer uso espontáneo del espacio público con sillas y mesas, sin molestar el tránsito, han sido amonestadas por este Ayuntamiento en base al artículo 13, punto 3, de su Ordenanza Cívica desde que entró en vigor en 2011. En estos momentos, si usted desea salir a la fresca y sacar su silla del espacio privado de su casa al espacio público de la calle debe contar con el permiso expreso del mismo ayuntamiento que promociona este festival o atenerse a las consecuencias. Es curioso ver como en la web del proyecto podemos ver fotos de mujeres reunidas con sillas en la calle compartiendo charla, bebidas y juegos que hoy podrían ser multadas en virtud de esta ordenanza.

Quizás sea esa la razón por la que en vez de invitar a sacar las sillas propias, esta iniciativa se basa en producir sillas nuevas desde cero. Lo que supone otro dislate desde el diseño, el otro pilar del festival Concéntrico a parte del urbanismo. Parece situarse en los felices años 90’ del siglo pasado como si no hubiéramos transitado por ciclos de crisis financieras, emergencia climática, agotamiento y encarecimiento de los recursos, y conflictos por el control de los mismos. La posición de innovación y vanguardia del diseño no está actualmente en el corte por control numérico de paneles de madera, sino en la reutilización de materiales, replanteamiento de hábitos y búsqueda de alternativas.

Esto también es algo que practicaban nuestras abuelas y podría dar valor añadido al proyecto en su objetivo de hilar con la costumbre de participación directa en la vía pública. Es más, anuncian de forma grandilocuente que al rellenar la encuesta te “permite participar de forma activa en el diseño de nuestra ciudad”. Sin duda sorprende reducir la participación activa a rellenar una encuesta y pretender que eso implica cambiar el diseño de una ciudad. Cuando sacar nuestras propias sillas a la calle resulta a todas luces más directo y activo que entrar a una web, rellenar un formulario, esperar a que una entidad fabrique y coloque una silla en el espacio público para que nos sentemos en ella.

No sólo es una cuestión de fondo, también de forma. El aspecto estético de las sillas será el resultado de la combinación de tres elementos elegidos por los participantes: un edificio local, un personaje histórico autóctono y un color del paisaje regional. Además de reducir la relación con el territorio a un cadáver exquisito folclórico, esta propuesta, de nuevo, oculta lo obvio. Que las sillas más locales, autóctonas y regionales que hay son aquellas en las que los habitantes de Logroño se sientan a diario.

El proyecto podría haber utilizado todas esas contradicciones para dar sustancia a la propuesta. Desde lo estético existen proyectos como Basurama, o Makea tu vida que conectan el espacio público y urbano a través de la participación directa de los habitantes de un territorio y la reutilización de recursos.

Desde los procesos de fabricación contamos con referencias que relacionan de forma inteligente el territorio y la tradición colectiva. Desde la sillería tradicional con esparto de La Rioja Baja hasta los asientos fabricados a mano de las tribus nómadas del río Omo en Etiopía, pasando por las sillas improvisadas con material de deshecho como soluciones espontáneas para asientos urbanos en Hong Kong, documentado, entre otros, por el fotógrafo Michael Wolf en su proyecto “Sillas Bastardas” (Bastard Chairs).

En definitiva, son multitud las apuestas de actualidad que desde el diseño, la fabricación y el urbanismo se apoyan en la sostenibilidad de materiales y procesos, que priman lo que ya existe sobre la idea de producir cosas nuevas. Comparten la conclusión de que la mejor silla es la que ya tenemos en casa.

Desde lo público, por su parte, la organización tenía la ocasión de invitar al debate y modificación de la mencionada ordenanza cívica. Hay ayuntamientos, como el de Cullera (Valencia), que ya han protegido la costumbre de bajarse la silla a la calle como tradición histórica. También el ayuntamiento de Andilla (Valencia), que decidió no se considera “ocupación pública” el hábito popular de salir, sobre todo en época estival, a tomar ‘el fresco’, “evitando así que los vecinos incurran en la prohibición de ocupar la vía pública sin autorización municipal”.

Sin embargo, Concéntrico evita la oportunidad de ir al hueso y se queda en la epidermis. O más lejos, en la pomada y se convierte en un festival de maquilladores, que se hacen pasar por traumatólogos. Una feria de las vanidades que sería perfectamente disfrutable si no fuera deshonesta al pretender ofrecer alternativas de uso del espacio urbano que acaban siendo poco más que una oportunidad para alimentar los egos de los creadores participantes y el feed del Instagram de los espectadores.

Como en el festival, en este proyecto ‘100 sillas y 3 salones’ cada detalle parece pensado para separar a la audiencia de su propósito urbanístico material y crear un artificio cosmético que oculta la sustancia en la que vivimos, es decir, la silla que sostiene nuestro culo.

*Puedes enviar tu ‘Carta al director’ a través del correo electrónico o al WhatsApp 602262881.

Subir