Según donde oigamos “Casco Antiguo logroñés” y de quién salgan las citadas palabras, podríamos llegar a pensar que es algo cuidado con especial esmero. Es reclamo fundamental para nuestro turismo, o eso debiera de ser. Nada más lejos de la realidad. El Casco Antiguo solo ha quedado en borracheras los fines de semana, peleas, trapicheos, orines, vómitos, cristales y basura.
Cuando vemos a los grupos de turistas pasar por edificios emblemáticos como el Palacio Marqués de Monesterio, del siglo XVI, y mientras oyen al/la guía turística, están oliendo a orines, ven contenedores a rebosar llenos de basura a todas horas, vómitos y esta dejadez y abandono absoluto, ¿qué nos queda a los vecinos? ¿Resignarnos y considerarnos vecinos de tercera?
Ruido continuo. Da igual la hora. Cuatro de la tarde o cuatro de la madrugada. Gritos, botellones, apartamentos turísticos que no respetan a los vecinos, suciedad, peleas, robos…
Para muestra, un botón. Se han eliminado los contenedores del antiguo Palacio de Correos, hotel de 5 estrellas Áurea. Esos contenedores de la calle Valvanera que eran, según muchos hosteleros, indispensables, pero claro… un cliente de ese hotel no puede tener esas vistas. Igualmente han sido eliminados los contenedores de Siervas de Jesús, quedando una bonita calle peatonal.
Pues también tenemos los contenedores de la calle Herrerías con Travesía de Herrerías, que en vez de ser eliminados cada vez ponen más, tras las múltiples e incesantes quejas de los vecinos, ya que sirven como urinario público sintiéndose escondidos todos aquellos que los utilizan para tal fin.
Ni cámaras ni vigilancia policial, aunque sí que existe una ordenanza municipal que considera una infracción grave hacer necesidades fisiológicas como escupir, orinar y defecar en la vía pública con multas de 401 a 600 euros. ¿Para qué crear una normativa si no se va a aplicar?
¿Somos vecinos de tercera?
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