El Rioja

Las vendimias, al sol: un tercer ensayo capital para unir Quel y Jerez

No hay que ser un gran conocedor del mundo del vino para saber que la vendimia consiste en recoger uvas en una viña para llevarlas seguidamente a una bodega, donde se transformarán en líquido elemento siguiendo vaya usted a saber qué técnicas desconocidas para la mayoría de mortales. Alquimia oculta al saber popular como la receta de la Coca Cola o los secretos de Estado durante los primeros veinticinco años. Sin embargo, en Queirón decidieron darle una pensada a eso de ir con el remolque a todo correr hasta las tolvas y conformar así su tercer ensayo capital. “Desafíos en el límite”. Tras un monovarietal de graciano sin sulfitos y un tempranillo blanco de “lágrima en tinaja”, el nuevo proyecto funde la tradición queleña con el saber hacer jerezano.

“Somos una tierra de olivos, almendros y ciruelas. Hemos nacido y vivido con ello”, comenta Raquel Pérez, al tiempo que descorcha una botella de su línea más “divertida, arriesgada y curiosa” de vinos efímeros: un monovarietal de tempranillo de altura en el que incorpora la ancestral técnica del asoleo de las uvas para alumbrar un “vino de Rioja mecido por el sol”. Y es que en Quel siempre se han pasificado las ciruelas claudias sobre cañizos, por lo que también de ese saber hacer riojabajeño llega la inspiración para conformar un vino del que sólo verán la luz 6.987 botellas. Ni una más. Cuando se acaben sólo quedará lo aprendido durante el proceso, que no es poco. “No es tanto buscar un vino con una finalidad sino un aprendizaje. Lo que queremos es explorar y hacer pruebas”, añade.

En esa continua búsqueda por los límites de la viticultura, la enología y la tradición queleña, en Queirón decidieron dejar las uvas al albor del sol riojano de octubre después de recogerlas en La Pasada (una viña en las laderas del monte Yerga entre los 720 y los 810 metros de altitud, con pendientes de hasta al treinta por ciento). Cinco días dándoles vuelta y vuelta para que “la incidencia de los rayos de sol sobre los granos de uva fuera lo más homogénea posible”, recuerda el enólogo Rubén Pérez. Un manto morado sobre ladrillos y cañizos que los propios vecinos aportaron a la causa. “Todo el mundo en su casa tiene aquí los cañizos para deshidratar las ciruelas”.

En esa tierra de viñas y ciruelos, contando con la complicidad de sus vecinos, a los librepensadores de Queirón se les ocurrió utilizar la técnica del asoleo tradicional de esta fruta que se convierte en pasa. “Hacerlo con nuestra uvas y buscar la concentración y la depuración máxima de las sensaciones del vino en la boca, en la nariz, en los ojos”, apunta Rubén Pérez, destacando que los racimos se extendieron de forma “muy cuidadosa” tras la vendimia manual. “La Pasada posee una orografía extraordinariamente rica, con lomitos de montaña y pqueeñas praderas donde poner los cañizos con unos apoyos en peanas para que las bayas no tengan el más mínimo contaco con el suelo”.

“Buscamos la concentración natural sin interferir en la uva. Que sea el sol el que propicie una deshidratación controlada para lograr que la transferencia aromática sea más profunda, más elevada y más sutil”. Y es que las uvas pierden entre el siete y el diez por ciento de su peso durante el proceso. Misma fruta en menos espacio, más concentración. Tan evidente y tan arriesgado. “Queríamos unir el vino de Quel a una tradición que se hunde en la memoria de nuestro pueblo. Fusionar la técnica de la maduración de las ciruelas con el mundo del vino. La práctica del asoleo es muy antigua en la enología y creemos que es muy bonito traerla a Rioja con un concepto en el que se dan la mano la tradición y la innovación”.

El que escribe estas líneas debe darle la razón al bueno de Rubén sobre las virtudes del vino. Nada más introducir la nariz en la copa, el aroma de este asoleao te envuelve para llevarte a los campos de Jerez. ¿Será un vino dulce para tomar con un postre? Nada más lejos. Fino e intenso para devolverte a los campos de Rioja Oriental con equilibrio y estructura. Dice entonces Raquel Pérez que eso pasa porque el tempranillo de La Pasada tiene un ciclo más largo por su altura, destacando su acidez como virtud para lograr un buen resultado. Viticultura extrema en un año “complejo” para el viñedo riojano, ya que este tercer ensayo capital se cosechó en octubre de 2020. “La calidad de la uva fue incrementándose conforme iban pasando los días previos a la vendimia”.

Así son los ensayos capitales. Pruebas concretas que responden a un momento y a una idea. “Vinos que nacen y mueren con ellos mismos, pero que abren un camino y configuran la línea más innovadora de nuestra bodega”. De esta forma nacerá próximamente el ‘Mi lugar blanco’, hijo del segundo ensayo y que supuso el primer blanco de Queirón. Pruebas, aciertos y errores hasta dar con el resultado esperado. No hay prisa en el campo. Menos cuando el sol acaricia tu rostro y tus uvas.

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