La Rioja

“El porcino riojano corre el riesgo de acabar en manos de grandes grupos”

Alfredo Villar, gerente de Alvima Porcino, en la granja de Bañares

Alfredo Villar recorre el pasillo de la nave que se pierde a lo lejos dejando a cada lado las cuadras de cerdos. Dieciséis en cada una, con machos y hembras por separado. Alvima Porcino, asentada en Alesanco, soplará el año que viene su veinte cumpleaños dedicada a la crianza porcina, aunque dos décadas más atrás este ganadero y su hermano Albino ya mercadeaban con animales recorriéndose los pueblos de la comarca de La Rioja Alta.

Eran unos chavales aun cuando cogían la furgoneta y un camión y visitaban casa por casa para llevarse los lechones como los antiguos marranchoneros. “Castañares, Bañares, Treviana, Santurde, Santurdejo, Ojacastro, Santo Domingo de la Calzada, Villalobar… Nos llegábamos a hacer hasta 500 cerdos semanales que luego engordábamos para vender. Ahí sí que trabajábamos, peleando con las cochinas y también tratando con las dueñas que muchas veces eran duras de pelar. Luego también estuvimos un tiempo dedicándonos a la compra venta de animales”, recuerda.

Pero los hermanos Villar decidieron cambiar las cartas del juego. “En el 92 montamos la granja y pusimos 500 madres que más tarde ampliamos a 800. Buscábamos mayor rentabilidad y eso se consigue abarcando más partes del proceso, pero sobre todo tomamos la decisión por un tema sanitario. Al fin y al cabo, cogíamos un lechón de cada casa y si uno de ellos estaba enfermo, contagiaba al resto del grupo. Era más difícil llevar un control y tampoco era bueno juntar cerdos criados en diferentes granjas. Y poco después vimos que de una forma de trabajar a otra redujimos la mortalidad de los animales de un diez a un dos por ciento”, asegura.

Alvima Porcino es una de las principales granjas que existen en La Rioja de las 134 explotaciones totales, con sus 1.200 cerdas madres y cerca de 12.000 plazas de cebo, pero su gerente asegura que, “a nivel nacional, somos una verdadera hormiguita”. Entre las ocho explotaciones que hay la comarca de La Rioja Alta calcula que sumarán unas 4.000 cerdas madre, “la misma cantidad que te puedes encontrar en cualquier gran granja de las que se asientan por Huesca y Zaragoza”. Por esa razón, explica, “en La Rioja baja hay más cebaderos, por la cercanía a estas grandes empresas que a su vez han animado a montar este tipo de explotaciones en los municipios”.

En su caso, el hecho de ser una zona principalmente agrícola con enormes extensiones de tierra que cada invierno se siembran supone una gran ventaja para este ganadero que tiene a las puertas de la granja decenas de agricultores haciendo fila en busca de los purines de los cerdos que sirvan de abono para sus campos y, además, de forma gratuita. “Yo ya les digo que se lo echo a quienes tengan las fincas más cerca de la nave. Uno ya me ha pedido que para el año que viene les eche a unas 60 fanegas, pero ya veremos si saco suficiente porque no genero tanto como para abastecer a todos los agricultores de la zona”, ríe.

Son varias las instalaciones que tiene repartidas entre los términos de Bañares, Santo Domingo, Alesanco y Arenzana para dar cobijo a varios miles de cerdos en una empresa que no coge fiesta por vacaciones “porque aquí todos los días tenemos partos”. Alfredo indica que una cerda puede parir entre dos y tres veces al año y, en función de su raza genética, trae entre 10 o incluso hasta 18 lechones. Pero el esfuerzo de casi 40 años dedicados al porcino ya hace tiempo que empezó a pesarle mucho en la espalda.

“Sinceramente, yo veo mala la situación en la que está ahora el sector. Veo que las grandes empresas se están haciendo cada vez más grandes y más fuertes y están abarcando todo el ciclo, desde tener las madres, los cebaderos y los mataderos hasta elaborar los embutidos y los productos y también comercializarlos. Así que existe el riesgo de que estos grupos se hagan con el control de las granjas familiares. Es cierto que aquí no creo que vengan porque tienen zonas más accesibles, pero si se da el caso y quieren invertir, yo les vendo la granja y me quedo tan a gusto”, apunta al tiempo que reconoce, a sus 60 años, que el relevo generacional no está en sus planes. “Mi padre me sacó de la escuela para ponerme a trabajar y aquí sigo, pero no creo que mi hijo continúe mis pasos”. De igual manera, tampoco confía en ese relevo de las granjas de la zona. “Muchos están a punto de jubilarse y los hijos de los que son más jóvenes ya han hecho sus carreras y no quieren dedicarse a esto”.

Al hilo de aquella entrevista del ministro Alberto Garzón en el periódico ‘The Guardian’ donde arremetía contra ese modelo industrializado de la ganadería, Alfredo asegura que esas declaraciones han generado “incertidumbre” y es que, considera, “la carne que se consume a nivel nacional y también europeo procede de granjas en intensivo mayormente”. El ganadero, que elabora su propio pienso alimentando a los animales a base de cebada, trigo, maíz, manteca para darle calorías y soja le aporta la proteína, estima que tal vez la diferencia pueda estar en el tipo de alimentación: “Yo trabajo con un molino antiguo en el que muelo materias nobles porque no puedo moler subproductos. En cambio, las grandes empresas con los molinos que tienen pueden moler ahí hasta piedras si hace falta”.

Estas palabras de Garzón, añade Alfredo, no llegan en el mejor momento para el sector, cuando los precios de las materias primas no dejan de subir mientras que el precio de la carne sigue igual de bajo. “Ya no hablamos de no ganar, sino que estamos perdiendo. Ahora Alvima Porcino está perdiendo 20.000 euros semanales y llevamos en esta situación desde diciembre. Si tenemos que aguantar así todo el año, acumulo pérdidas de más de un millón de euros y tengo que cerrar la granja”, sentencia.

Unos precios ligados a su vez a estrictas normativas sanitarias y medioambientales con las que salen a torear a los mercados internacionales. El propietario de esta granja insiste en la “injusticia” de competir con productos que no siguen la misma trazabilidad que los autóctonos, una crítica que extiende a todo el sector agrario: “Está muy bien tener normas y controles que aseguren su cumplimiento, pero deberíamos blindarnos ante terceros países que no actúan con las mismas exigencias que nosotros y que llegan a nuestro país con unos precios con los que es imposible competir”.

Subir