Crisis del Coronavirus

Cenas de Navidad: cuando el teléfono suena para cancelar

La hostelería sobrelleva con resignación la cascada de cancelaciones de cenas de empresa

La noche de este viernes empezaría un fin de semana de esos buenos de verdad para la hostelería riojana. Cuadrillas de amigos y cenas de empresas, en su mayoría, iban a copar las mesas de las decenas de restaurantes que pueblan la comunidad. La cena del año en la empresa, en la que el Enrique, el de recepción, le pone ojitos a la de administración, una cena en la que la estampa más habitual era ver al compañero más apocado de la oficina liándose la servilleta a la cabeza y lanzándose a cantar villancicos cuando ya había bebido más que los peces en el río. Cenas de empresas y también de amigos donde las salen a relucir las anécdotas de todos los años y uno se vuelve a sentir un veinteañero aunque sobrepase los cuarenta si tiene la suerte de que le pidan el DNI en una discoteca.

Todo estaba preparado para que así fuese; era uno de los enésimos intentos de volver a la vieja normalidad que a veces se hace efectiva simplemente viendo a los más mayores de la empresa con el espumillón en la cabeza, pero nada más lejos de la realidad, nada será definitivamente así, como lo recordamos, como lo esperamos.

Si el año pasado empresas y cuadrillas evitaron siquiera hacer reservas en los restaurantes porque sin la vacuna el plan más recomendable era quedarse en casa; este año sí que se llenó todo en un principio. Pero la llegada de omicron, la sexta ola y la cantidad de casos que escalan en las cifras diarias de la comunidad ha hecho que ya desde hace dos semanas comenzasen las cancelaciones.

“Llevamos dos semanas que el teléfono solo suena para cancelar, da pánico cogerlo”, comentan desde uno de estos restaurantes. Las llamadas son constantes, la semana pasada para cancelar cubiertos. “Éramos 13 y somos 9”. Esta semana ya directamente para anular cenas al completo.

Ventura Martínez de Delicatto en Logroño y Chef Nino en Calahorra ya tiene las cuentas echadas. “Han sido 1.800 personas entre Logroño y Calahorra”, explica. Todo empezó hace algunas semanas. “Con la noticia de los sanitarios de Málaga empezaron a llegar las primeras cancelaciones, todo lo que pasa de 30 o 40 personas ha quedado suspendido por completo, queda algún grupo pequeño”, comenta.  “Hay que aprender a vivir con el virus, en el momento en el que las cosas van mejor, nosotros trabajamos más; y cuando van, como ahora, peor, pues toca ésto, es comprensible”.

Candelas de la Finca de Tío Simón, en Calahorra, confirma la situación. “Nosotros como compramos todo como quien dice al día no estamos teniendo problemas de acumular comida o tener que congelarla, pero ya tenías unas previsiones de negocio hechas para diciembre y se han ido todas al traste”, cuenta. “De las 200 cenas que tenía previstas para este sábado me quedan 14, y tienes que abrir y tratarlos con el mismo cariño y la misma profesionalidad pero claro ya no es lo mismo”, comenta.

Las empresas grandes, todas canceladas

Las empresas grandes se han echado todas para atrás. “Cada año tenemos a las mismas y contamos con ellas y ellas con nosotros, estábamos tan contentos de volver a recibirlos en nuestras casas pero la gente vuelve a tener mucho respeto, y en el fondo, lo entiendes”. Eso sí, hay otras cosas que no entiende:”Hay muchas empresas que han suspendido por responsabilidad pero que sus trabajadores ya tenían previsto echar el día y se van a ir a comer a bodegas o bajeras”, cuenta. Después de dos años, otra vez las mismas incongruencias de siempre.

Y si las cancelaciones son malas pero es lo que le está pasando a Terete el Haro. “Las cancelaciones son malas pero peor es que la gente no avise y no se presente”, como les paso con algunas mesas el pasado fin de semana. “En nuestro caso es una faena porque para cuando el comensal viene el asado ya está dándole”, cuenta. “Vas a comprar, preparas el género, empiezas a cocinar y cuando llamas porque no han venido te encuentras con la sorpresa”.

Las cancelaciones no han hecho mella en ellos. “Aquí la mayoría son pequeñas empresas que están todo el día juntos, si hay alguna más grande les hemos puesto separados e incluso nos han comentado algunos de ellos que se habían hecho test de antígenos antes de venir al restaurante, eso sí la gente se ha animado mucho menos que en años anteriores”, cuentan desde el restaurante riojalteño.

Beatriz Martínez en gerente del Wine Fandango en Logroño. “Teníamos para este fin de semana todo cogido desde hace muchísimo tiempo y desde el martes todo lo que recibimos son llamadas de cancelación, sólo quedan mesas de grupos muy pequeñitos, de seis, como mucho ocho personas”.

La mayoría de esas cancelaciones han sido en el último momento. “Es que todo el mundo tiene la sensación en Logroño de tener el virus más cerca que nunca, estábamos teniendo un otoño bastante normal y no te imaginas que en cuatro días puedan dar un giro tan grande las cosas”, comenta.

Las compras ya estaban organizadas. “Teníamos aquí ya prácticamente todo lo que íbamos a utilizar y con el tema de la huelga de transporte habíamos pedido un poco más por si acaso, habrá que irlo sacando poco a poco de alguna manera”, comenta.

Y así con la ilusión navideña de volver a tener sus negocios llenos, otra vez el virus ha dado al traste con una hostelería cada vez más agotada y que se va a soldando poco a poco no sólo a los vaivenes del virus sino al miedo y respeto que sus comensales muestran conforme van subiendo o no bajando las olas.

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