La Rioja

Cuando tres millones de pesetas daban para tanto

El Museo de la Romanización ha presentado este miércoles una nueva sala para exposiciones. Se llamará Ángel Oliván en honor al dueño de la tienda de ultramarinos y de la chocolatería que daría lugar posteriormente al palacete modernista que es ahora sede del museo. A la presentación han asistido la alcaldesa de Calahorra, Elisa Garrido, la directora general de Cultura, Ana Zabalegui, y el primer teniente de alcalde y concejal de Cultura, Esteban Martínez.

En esta sala, anteriormente utilizada como almacén y zona de paso, se han instalado carriles para colgar cuadros e iluminación. Con carácter general, acogerá una exposición con siete paneles expositivos que realizarán un recorrido por la vida de este industrial chocolatero de Calahorra que fue agraciado con tres millones de las antiguas pesetas en el sorteo de la Lotería de Navidad de 1932, y que con la compra de solares adyacentes, construyó este edificio, uno de los más singulares de la ciudad.

¿Cómo empezó la historia de Ángel Oliván? Pues con un número parecido al que años más tarde tocaría en la lotería de Navidad a la cofradía de la Vera Cruz. Todos los calagurritanos tienen grabado a fuego aquel 8.103, una cifra muy similar fue la que le hizo a Ángel Oliván hacerse con tres millones de pesetas que le dieron para mucho: el 8.182 y fue en el mismo sorteo de Navidad, pero en 1932. Justo 70 años antes.

Era un hombre ya mayor, soltero, con pocas amistades. Regentaba una tienda de ultramarinos donde ahora está ubicado el museo de la Romanización y se ha estrenado su sala. “Cuentan que empezó a dilapidar dinero el año que derribaron las viejas escuelas donde aprendiera las primeras letras…” y decidió construir unas nuevas, pero su tiendecita no daba para ahorra lo suficiente y convencido de que no había otro camino posible pensó en la lotería.

“Después de exigir a la lotera un mutismo absoluto, se gastó 2.000 pesetas en un billete…”. Un año, y otro, hasta 1932 cuando le favoreció la suerte. A la lotera le quedaban dos series enteras y tenía dos pedidos: el del señor Fuerza y el del señor Oliván. “Le daremos el número más viejo al señor Oliván, como es soltero y viejo no le hace falta el dinero”, cuentan las crónicas de esos días.

Y ese número feo, premiado con tres millones de pesetas, le dio la suerte a él y a toda la ciudad. Toda la serie completa a excepción de una participación de cinco pesetas que le dejó a un sobrino.

A los tres años desapareció la vieja chocolatería. En esa casa y las cuatro adyacentes se alzaba un bello palacete de dos pisos con salones, galerías, azotea de invierno y de verano, salidas de juego, comedor de diario y de invitados, tres cuartos de baño y ascensor, la única casa con ascensor en ese 1935 de toda la ciudad. Su Chrysler de 44.000 pesetas tampoco pasó desapercibido en la ciudad. Sus chocolates ya se echaban de menos entonces.

Pero no sólo pensó el él. El buen Ángel Oliván cumplió su objetivo y edificó lo que desde entonces es el colegio Ángel Oliván, que lleva su nombre. Además, aprovechó otra parte para arreglar diferentes calles de la ciudad. El premio no sólo le vino bien al soltero, desde entonces, de oro de la ciudad, sino a toda Calahorra.

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