El Rioja

Labor de “alta costura” en Rioja: controles prevendimia a pie de campo y bodega

Los controles en campo y bodega marcan el inicio de la campaña en Rioja

Los medidores del grado alcohólico ya se han quitado el polvo tras un año a cobijo. Esta semana han vuelto a salir a campo abierto con la vendimia 2021 en plena ebullición. Los primeros tempranillos blancos de Rioja ya reposan en bodega, casi una semana más tarde que el año pasado, mientras que los tintos aguardan el punto óptimo para comienzos de septiembre en la zona más oriental.

Más van a tener que esperar los blancos del Grupo Marqués del Atrio en su bodega de Arnedo. En algo más de una semana estima Jorge Rivero el arranque de máquinas en Faustino Rivero Ulecia; unas dos semanas para empezar en las zonas de Rioja Alta. “Si hacemos una comparación con el año pasado, la calidad viene bastante similar, con unos niveles muy buenos o incluso excelentes. Sin embargo, en términos de cantidad sí se va a apreciar una merma en la producción aproximada del cinco por ciento”.

Las tormentas han influido en esa reducción de la cosecha, pero la bodega asegura que se alcanzarán “sin problema” los rendimientos del 95 por ciento fijados por el Consejo Regulador de la DOCa Rioja. Desde Aldeanueva de Ebro hasta Uruñuela, esta firma vitivinícola con bodegas en Arnedo y Mendavia controla, entre viñedo propio y de proveedores, en torno al cinco por ciento de la superficie amparada bajo la Denominación, “unas 3.000 hectáreas de viñedo”. De ahí que su vendimia se extienda durante aproximadamente un mes.

Este año las plagas no han sido un problema, “se han controlado bastante bien en campo y estamos contentos con el resultado”. Ahora la vista ya está puesta en el cielo, con la esperanza de que el calor, aunque no excesivo, se mantenga para que las bayas cojan el grado de azúcar idóneo para recogerla a su debido tiempo. Jorge descarta la necesidad de precipitaciones: “Lo que ya no ha llovido no se necesita. La uva ha alcanzado la maduración perfecta y solo queda esperar que el grado suba. Una tormenta ahora nos reventaría”.

Los técnicos ya están recogiendo las primeras muestras para apuntar a una fecha de inicio concreta en el calendario de septiembre, aunque todo dependerá de la evolución meteorológica para determinar el desarrollo de una nueva cosecha. Mientras los preparativos también llegan hasta el interior de las bodegas, con la limpieza de depósitos y el control de maquinaria, el Grupo también fija su atención en la potenciación de las variedades blancas más allá de la viura.

“Abarcamos también verdejo, Chardonnay y Sauvignon Blanc, y creo que en Rioja hacemos unos blancos excelentes que pueden competir perfectamente con otras zonas de España, como la DO Rueda que nos ha podido perjudicar con sus verdejos”.

Menos avanzados van en Cenicero. Bodegas Riojanas afronta ya la primera clasificación de calidad dentro de su programa de selección parcelaria que cada año lleva a cabo para ‘fichar’ los mejores racimos viña a viña, analizando la velocidad del envero y si ha habido problema de enfermedades. “Una vez tengamos la fotografía a mes de agosto, iremos minimizando las capas hasta llegar ya a las figuras que queremos conseguir para que nuestro enólogo elabore los vinos de la casa”, apunta Natalia Olarte como directora de Investigación y Desarrollo.

Habla de un año “muy complicado y estacionario”, donde las lluvias se han concretado durante el mes de agosto y ahora los viñedos llegan a la recta final faltos de humedad, “por lo que el abanico de posibles escenarios es muy amplio y la bodega debe estra preparada para todos ellos”. Natalia califica la labor de estas semanas de “alta costura” por la gran atención y esfuerzo que requiere para asegurar una buena entrada de la uva en bodega, teniendo en cuenta como llegue septiembre meteorológicamente hablando.

“Pero en Cenicero las cosas pintan bastante bien. La cosecha parece que va a llegar en fechas normales, entre finales de septiembre y comienzos de octubre, con casi dos semanas de retraso respecto a la de 2020 debido a la ausencia de lluvias y un envero lento. En nuestras visitas a viñedo ya podemos aventurar que va a haber uvas muy ‘top’ en parcelas ubicadas a mayores altitudes y en buenos suelos, mientras que vamos a tener que trabajar más en aquellas que están en secano para poder sacar lo mejor de ellas”.

Eso sí, no vendrían nada mal unas cuantas gotas. “Lo ideal sería que llovieran unos diez litros, una lluvia corta para limpiar la hoja y completar la actividad fotosintética para que los azúcares lleguen a la baya y mejore la calidad para que no vaya descompensada en acidez. Por eso estos días son cruciales para determinar la hoja de ruta a seguir y ver qué uva es mejor para según qué vino. Como decimos, un trabajo de alta costura”, matiza la directora de Investigación y Desarrollo de Bodegas Riojanas.

Natalia confía en una producción “asegurada”, con racimos largos pero poco compactos por las lluvias de junio que también van a evitar episodios de botritis. A esto se suma a la tarea de aclareo que ya han practicado algunos viticultores en favor de la calidad. “Será una vendimia tradicional en fechas, con posibilidad de que se vaya hasta después del Pilar en zonas altas como San Vicente de la Sonsierra, a 600 o 700 metros”, y sin apenas incidencia fúngica (solo resalta los focos de oídio que sí se han dejado ver en algunas parcelas).

Tiempo de ponerse las botas para definir bien las diferentes zonas y suelos que marcan las calidades dentro de una misma parcela. En la Cooperativa Señorío de Valbornedo de Navarrete todavía les aguarda un mes de preparativos antes de arrancar la locomotora de las vendimias. Estiman el comienzo de campaña para la última semana de septiembre o la primera de octubre, en torno a una semana más tarde que en 2020, mientras el trabajo en el campo ya ha concluido tras la última mano de tratamientos.

“Ahora solo queda esperar que no vengan tormentas y que la uva siga madurando”, cuenta Javier Pérez, viticultor y socio de la cooperativa. El estado vegetativo y sanitario de la uva es el óptimo porque no ha habido enfermedades pero la cosecha de este año sí viene algo más menguada (el año pasado se recogieron unos 1.800.000 kilos entre uva blanca y tinta): “No sabría calcular tanto, se sabrá más adelante, pero la sequía ha influido. Además, el racimo y el grano están más claritos, lo que va a favorecer una mejor maduración y que la calidad tanto de la uva como del vino elaborado sean mejores”.

Javier apunta a que esta será una vendimia desarrollada en fechas normales,  muy similar al año pasado, “con una semana de distancia entre el fin de la cosecha de la uva blanco y el comienzo de la tinta, teniendo en cuenta también las zonas altas de la zona de Medrano que vienen más tardías”. Arranca así una vendimia más al amparo del COVID-19, con precaución pero con el camino ya andado. “Ahora ya hay más tranquilidad. Ya nada es desconocido”.

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