Isabel Acha ha decidido que este mes de julio celebrará su ochenta cumpleaños y que, tras más de cuarenta años sirviendo sus productos a los najerinos y al resto de vecinos de la comarca, ha llegado la hora de decir adiós. Su panadería tradicional cerrará las puertas este miércoles.
Pan, alimentos para celíacos, rosquillas, tortas, mantecados, palmeritas, lazos… todos ellos elaborados de manera especial y con mucho cariño que quedarán en la memoria de sus clientes. Isabel Acha, propietaria de la panadería, ha sido una mujer referente por su trabajo y sus buenos productos durante cuatro décadas. No hay vecino de Nájera ni tampoco de la zona, ya que ha servido a muchos otros pueblos, que no haya probado en alguna ocasión alguno de sus productos.
Isabel ha madrugado día tras día desde la década de los 80 para seguir acercando la felicidad a la gente. A pesar de que ha contado con la ayuda de sus trabajadores y repartidores, ya no se ve con fuerza para seguir. Tal es su cansancio que este miércoles cierra y ya ha decidido olvidarse del negocio. “No voy a hacer nada más. Ni para la familia ni para nadie”.
Los clientes van a echar de menos a Isabel, a su panadería y a sus productos. Así se lo están haciendo saber durante estos últimos días. “La gente me está diciendo que lo va a sentir mucho y me preguntan qué van a hacer ahora”. De hecho, son muchas las muestras de cariño que está recibiendo la panadera durante estos días. Agradecimientos, sorpresas e incluso la visita de la charanga del pueblo, que hasta le hizo bailar a modo de despedida.
Otra de las grandes preguntas de los najerinos es si nadie va a continuar con el obrador. Acha lamenta que lo ha propuesto, pero nadie se ha animado. “Porque es muy bonito ser obrero, cobrar todos los meses y no tener ninguna responsabilidad”. Después de más de cuarenta años al frente de su negocio, ha llegado la hora de su jubilación. Acha quiere descansar y disfrutar. “Lo que no he podido hacer durante estos años”.
Este miércoles es el último día que la panadería Isabel Acha abre sus puertas y sus recetas, que son sus grandes tesoros. Y una pequeña confesión final. “No se las voy a dejar a nadie”. Los riojanos pierden unos grandes manjares y a una gran trabajadora.
