La Rioja

Los últimos de una especie de temporada en La Rioja: el esquileo resiste

Son una especie autóctona en peligro de extinción, al igual que sus rebaños. Trashuman por la geografía peninsular en busca de lana que cortar, pero cada vez lo tienen más difícil. Primero fueron las cuadrillas de polacos, “que en tres meses se sacaban lo suficiente para vivir todo el año en su país gracias al cambio de moneda”. Después, con la entrada de este país en la Unión Europea allá por el 2004 esa rentabilidad desapareció y las empresas que lo gestionaban buscaron otro foco de negocio, concretamente al otro lado del charco.

Irrumpían así en la península grupos de uruguayos formados en la práctica del esquileo para afrontar campaña tras campaña “a unos precios que eran una miseria”, con la consecuente damnificación de los esquiladores españoles. César Luis Clavijo es uno de ellos. Autóctono de La Rioja, de los que ya pocos quedan (junto a su cuadrilla de cuatro solo se une una más en la zona de Cornago).

César Luis Clavijo con su hijo en brazos.

Lleva más de dos décadas compaginando la tarea del esquileo con la gestión de su rebaño de 500 ovejas en Lardero y es rotundo en sus afirmación: “Somos parte del paisaje riojano y están dejando que este se pierda”. La campaña que dio comienzo en La Rioja a mediados de abril está llegando a sus últimos días con cerca de 60.000 cabezas de ganado ovino esquiladas, mientras que hace una década César y sus compañeros (antes eran siete) solían contabilizar unas cien mil.

Esta reducción “tremenda” está motivada, según el ganadero, “por el lobo en el caso de cabañas de la sierra, y, este último año, por las nuevas políticas agrarias que se pretenden implantar y que afectan a los pastores del valle”. César asegura que estos profesionales del sector agrario se sienten desamparados y apunta tajante: “Creo que en diez años no quedará ni una oveja en La Rioja”.

César Luis Clavijo (izquierda) junto a sus compañeros mientras esquilan un rebaño.

 

“En España habrá unos 16 millones de ovejas, de los cuales apenas cuatro los esquilan estas cuadrillas de uruguayos. Para que luego hablen de estas cuadrillas de extranjeros como si de unos salvadores se tratara. En España no faltan esquiladores, el problema es que no hay una legislación que respalde esta actividad. La Asociación de Esquiladores de España llevamos cuatro años en una batalla para que se reconozca esta profesión y se establezca algún tipo de convenio porque a título del Instituto Nacional de Empleo esto no es una profesión como tal”, asegura César.

Este vacío legal hace que sea una actividad difícil de controlar en materia de contratación y condiciones de trabajo, “ya que las cuadrillas cada día están en un sitio, de lo cual se benefician estas empresas que gestionan la llegada de extranjeros”.

Lo ideal para este ganadero de 38 años sería que “parte de los parados que hay en el país ocuparan estos puestos sin necesidad de que venga gente de fuera, pero claro, para estas empresas no es viable y les sale más rentable traer a gente de fuera a quien pagarles menos”. Mientras que un trabajador uruguayo perciben unos 60 céntimos por oveja (el doble se lo lleva dicha empresa), César cobra 1,30 euros.

La cultura que existía antes en torno al esquileo también ha cambiado mucho en las últimas décadas; “y tanto que ha cambiado”. Las técnicas no tanto, “ahora se esquilan sin atarlas y antes sí se sujetaban”. Ademas, en otros tiempos se consideraba un día festivo donde participaba toda la familia y la gente del pueblo, pero ahora es algo que únicamente se hace por razones sanitarias: liberar a las ovejas de la lana antes de la temporada estival para reducir el estrés térmico y el riesgo de enfermedades por parásitos.

El declive de la lana

Otra de las guerras de precios en la que los esquiladores están inmersos es la del sector textil derivado. El precio de la lana ha caído en picado en el último año a consecuencia de la pandemia y la paralización de las exportaciones a China. “Hace 30 años se percibía una cantidad importante por venderla, en los últimos años no eran muy buenos precios pero ya valía. Ahora, sin embargo, casi que da para pagar el almuerzo de los esquiladores”, asegura el ganadero.

Bajo unos precios “ridículos”, pasando de 1,70 euros/kilo hace dos años a 40 céntimos en 2020 para la lana merina y de 55 céntimos a 10 para la lana común, César lamenta que este año “la situación va por el mismo camino porque todavía no se han abierto las exportaciones de lana”. Esto provocó una almacenaje masivo en España y la saturación de los laneros, ya que está prohibido tirarla

El declive del sector, además, es más que evidente. “En España he llegado a conocer hasta once lavaderos de lana, siendo el de Logroño de los más importantes de la zona norte.  Ahora solo queda uno operativo y el 70 por ciento de la lana va a lavarse a Portugal porque es allí donde acuden los grandes compradores para seleccionarla antes de envasarla y llevarla a China”.

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