Agricultura

La IGP Pimiento Riojano espera duplicar la producción del año pasado

Son las 7:45 horas. El fresco de estas últimas jornadas antes de que empiece a calentar el sol acompaña a los trabajadores que se desplazan hasta los campos de pimientos de Tricio. Junto a Leiva, son las principales localidades de producción del pimiento najerino, una variedad autóctona de La Rioja reconocida desde 2003 a través de la Indicación Geográfica Protegida que engloba a unas 25 hectáreas en la comunidad.

La temporada de plantación hace casi tres semanas que arrancó, aunque las lluvias de los últimos días han hecho más difícil recorrer las fincas, frenando un poco el ritmo de trabajo. Hasta principios o mediados de junio se estima que se prolongará la época de cultivo, “aunque hasta que no llega noviembre y concluye la cosecha, esto es un sinvivir”. Listo el tractor; listas las plantas; listo el regadío del terreno para que la mata agarre bien durante la noche. Comienza, un año más, la campaña del Pimiento Riojano sin problemas de mano de obra y con un riguroso control sanitario.

Se espera duplicar la producción del año pasado, cuando se recogieron un total de 135.147 kilos amparados a pesar de las tormentas que dañaron varias fincas. Ya en 2020 se cosechó un 40 por ciento más de pimientos que en 2019. Eso sí, la calidad, como cada cosecha, se mantiene en sus máximos niveles. “Y si no sale un pimiento de calidad extra, no se comercializa”, incide tajante el presidente de la IGP Pimiento Riojano, Jesús Martínez.

Los controles que ha de pasar el producto antes de embotarse y salir de fábrica son numerosos y exigentes, “mayores que los que imponen de por sí las propias administraciones”. Primero, una especie de cosecha en verde para deshacerse de aquellos pimientos que no se han formado lo suficiente o que están defectuosos para así dejar hueco y nutrientes a los que vienen bien formados. Una selección que se realiza al mismo tiempo que se cosecha y que permite ahorrar en mano de obra.

Seguido, el control en las cintas de la fábrica. “El pimiento debe tener unas medidas mínimas para cumplir con el control que la IGP establece. Se tira muchísimo pimiento bueno que no alcanza esos estándares de calidad. Es más, en la temporada de recolección vamos caminando sobre un mar de pimientos, pero buscamos un producto de máxima calidad que no se encuentre en ningún otro mercado, y eso conlleva su esfuerzo”, recalca el presidente.

Jesús es productor de pimiento najerano en Tricio, aunque cada vez quedan menos como él. La superficie cultivada ha aumentado “muchísimo”, pero los agricultores al frente siguen siendo los mismos. “El problema llegará cuando los que estamos ahora nos jubilemos y no haya jóvenes que nos releven”, lamenta Jesús. Además, diferenciarse en un sector en el que compiten con “pimientos que se hacen llamar najeranos pero que provienen de China y Perú es muy complicado a la vez que vergonzoso. Hay que seguir confiando en la calidad única de este producto nuestro”.

La clave para combatir estas debilidades está en la “promoción y la formación en torno a esta figura de calidad, porque se ha conseguido revalorizar el producto gracias al sello IGP, pero todavía hay mucha gente en La Rioja que desconoce qué significan estas siglas y todo lo que representan”. Una demanda que Jesús lleva persiguiendo y reclamando a las administraciones regionales desde hace tiempo.

En la otra cara de la moneda está los consumidores vecinos del País Vasco. “Para cuando se compra un bote en La Rioja, allí se consumen veinte”. Es la principal comunidad autónoma que consume pimiento riojano y Jesús lo achaca a que se trata de un público mucho más exigente a la hora de comer: “No le importa el precio si lo que están comprando merece la pena, porque está claro que si queremos calidad no puede ser a cualquier coste. No obstante, La Rioja puede estar orgullosa de albergar una gran huerta y es que cada vez se nota más que la gente está aprendiendo a comer de verdad”.

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