Crisis del Coronavirus

Los ‘esenciales’ que resisten entre un “impresionante bajón”

Juan Luis Del Río, gerente de Frutas y Verduras del Río

“Buenos días. Ponme tres cuartos de mandarinas, por favor”. “Un kilo de naranjas también”. La fila que se forma en la esquina de la avenida de Colón con Luisa Marín Lacalle no es muy extensa, al menos no como lo era antes. Juan Luis del Río afronta la nueva etapa que pequeños comercios como el suyo viven cada día desde el inicio de la pandemia, con sus limitaciones de aforo, las nuevas normativas y los continuos balances negativos en cuanto toca hacer números.

“La gente tiene mucho miedo. Tenemos, mejor dicho. Y eso afecta notablemente a la ventas porque cada vez hay menos personas en la calle. Nuestros principales clientes, gracias a los cuales sobrevivimos, es gente mayor que ahora o bien está en sus pueblos desde hace meses o no sale de casa, mientras que son sus hijos o nietos quienes les hacen la compra, y estos, mayormente, acuden a las grandes superficies a llenar el carro”, lamenta el comerciante.

Frutas y Verduras del Río, una década al servicio de las necesidades de los ciudadanos, los ocho últimos en esta esquina del centro de Logroño. “En todo este tiempo hemos visto cómo, año tras año, la facturación se reduce de forma exagerada. La llegada de la pandemia solo ha sido el detonante, pero sobre todo hemos notado una mayor caída con las últimas restricciones”, asegura Juan Luis.

“En marzo y abril la gente venía y cargaba las bolsas, pero ahora vienen únicamente en busca de lo necesario. Además, lo que tampoco entiendo es cómo a las fruterías nos prohíben sacar el género a la calle ante las medidas de seguridad, mientras que sí se permite el desarrollo de mercadillos, en los cuales el producto también está expuesto de la misma forma”, critica.

Una vía que supone un “gran porcentaje de la facturación del negocio, porque el cliente lo ve desde la calle y se frena por algo que le entra por el ojo. Ahí es donde se gana. Ahora, sin embargo, el cliente entra exclusivamente a comprar algo concreto. Asimismo, el cierre de la hostelería no ha hecho más que poner una piedra más en el camino de los pequeños comerciantes: Les surtimos con bastante género, como naranjas, mandarinas, limones o patatas, pero con su paralización también nos machacan. Una vez más”.

Otro de los recursos de Juan Luis es la miel. Natural de Santa Engracia del Jubera, este ganadero acerca su cosecha propia a pie de acera. Apicultor desde niño a la sombra de su padre, ahora es él quien se encarga de las abejas con la ayuda de su progenitor. Con 150 colmenas asentadas en la zona de Ventas Blancas, Jubera y Santa Marina, vive a caballo entre la capital y la sierra para acercar a su clientela un producto fresco y local.

Calcula que las ventas han podido caer una media de un 40 por ciento desde marzo y reconoce que “este tipo de establecimientos de barrio tienen mal futuro”. Juan Luis insiste en la importancia de que “la sociedad se conciencie de que somos imprescindibles, más que las grandes superficies, porque ante una necesidad urgente acuden al pequeño comercio”. El “impresionante bajón” sufrido se une a los malos años que ya lleva arrastrando este tipo de negocios. “Ahora ya no es que seamos ahorradores, sino que si no entra dinero en un hogar, no se puede gastar”.

Si hay que hablar de precios, algo que motiva mucho la decisión de acudir a un lugar u otro, señala que también existen “muchas ofertas engañosas”. “Sin mencionar que tampoco existe un gran control en cuestiones de aforo, porque en tiendas como la mía apenas dejan una o dos personas en el interior, mientras que en las grandes superficies se pelean por un ticket para la pescadería”, critica.

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