Agricultura

Paraíso oleico en La Rioja: gran calidad en pequeñas dosis

La Almazara Experimental de la Finca La Grajera defiende el valor de las variedades autóctonas minoritarias

Recolección de la aceituna en la Finca La Grajera

La superficie total que ocupa el olivar en La Rioja ronda las 5.650 hectáreas actualmente y cerca de la mitad de las 1.680 toneladas de aceite de oliva virgen elaboradas por sus almazaras se cataloga como virgen extra. Aunque la arbequina es la que mayor extensión ocupa en la región (también a nivel nacional), en las quince hectáreas en ecológico que se cultivan en la Finca La Grajera hay cabida para las más especiales, las más desconocidas, las más minoritarias y la que todavía están sin catalogar como variedad.

Entre 2001 y 2002 se comenzó con la plantación de los olivares con fines experimentales, pero no sería hasta cinco años después cuando se puso en marcha el proyecto Proyecto de I+D regional ‘Identificación, conservación y evaluación de variedades autóctonas de olivo en La Rioja’ que a día de hoy sigue en marcha y sin fecha de finalización. Una finca de mantenimiento de ejemplares y variedades minoritarias e interesantes denominada por la jerga científica ‘Banco de germoplasma’ y en la que la Almazara Experimental Finca La Grajera trabaja desde entonces.

Su responsable, el técnico Javier Alfonso García, desvela que hay un gran potencial entre los más de 500 ejemplares marcados en campo en toda la región y los 76 genotipos diferentes plantados en La Grajera. De ellos, 22 han logrado convertirse en variedades minoritarias al localizar más genotipos en el territorio de la comunidad, mientras que otros 26 ejemplares siguen todavía sin identificar.

“Estas investigaciones se secundan con el mero fin de crear unas variedades que se adaptan mejor al cambio climático y a las nuevas enfermedades o plagas foráneas. Se trata de tener un reservorio de genes que en un futuro sean capaces de enfrentarse a los cambios, problemáticas o necesidades que pueda tener el cultivo”, explica García. Un proyecto de I+D+i que todavía permanece en esa primera fase de búsqueda a la espera de pasar a la etapa de estudio en profundidad.

García habla del olivo como un cultivo que se encuentra “estancado” en cuanto a su expansión territorial en La Rioja después del ‘boom’ de finales de los 90 vivido con la variedad arbequina y motivado por su facilidad de recolección mecánica y sus buenas cualidades. En términos generales, el valor de la producción a precios del productor referente a la aceituna y el aceite de oliva es de 5.990.000 euros y el técnico opina que “a corto plazo no se va a producir un crecimiento en lo que respecta a su peso económico, pero tener una Denominación de Origen Protegida propia potencia sin duda su valor y otorga un plus de diferenciación”.

Es justo en esa rama donde se focalizan desde la Almazara Experimental, “tratando de potenciar la variedades autóctonas, muchas de ellas todavía ocultas, para descubrir qué virtudes esconden en términos de calidad y rendimientos”. Pero si hay que hablar de territorio, García aplaude el factor clima que permite a La Rioja competir con las grandes comunidades productoras aunque sea en menores dimensiones: “El nivel de polifenoles y contenido oleico es mayor en los aceites riojanos que en los del sur o zona centro de la península debido, únicamente, a la climatología de la región”.

Son diversas las iniciativas en las que la Almazara Experimental ha colaborado con otras líneas de investigación a nivel nacional donde la Consejería de Agricultura y la Denominación de Origen Protegida Aceite de La Rioja van de la mano. ‘Prolive’ y ‘Olive Sound’, el primero como prototipos y el segundo con sistemas más avanzados listos para grandes dimensiones, como proyectos centrados en mejorar el proceso de extracción del aceite de oliva virgen extra para conseguir mayores rendimientos sin variar la cantidad de aceitunas empleadas, todo ello a través de ultrasonidos y pulsos eléctricos.

Desde hace dos años también se envían muestras al Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria y Pesquera para el estudio de la incidencia del cambio climático en las variedades, así como para analizar si la fenología de las olivas influye mucho en el contenido total del aceite. García señala que “no será hasta dentro de otros dos años más cuando se comiencen a vislumbrar los primeros resultados”.

Primera cata, gran potencia

Concluida la cosecha de la aceituna 2020, la Almazara Experimental Finca La Grajera ha catado este lunes los primeros resultados de la campaña que, ante la incidencia del COVID-19, ha visto decidido mermar su producción con el fin de controlar el exceso de oferta ante la caída de ventas. En concreto, algo menos de 10.000 kilos se han molturado este año del total de los 20.000 recogidos, una cifra muy lejana a los 30 o 35.000 kilos obtenidos en años anteriores. Como resultado, 1.300 litros de de aceite para investigar.

“Por el momento, y a la espera de la calificación final, se esperan unos aceites excepcionales pero todavía se aprecian aromas muy potentes que todavía tienen que rebajar bastante en cuanto a amargura y picor porque todavía son aceites fuertes que se han de equilibrar para tener mayor aceptación en el mercado”, expone García. Una primer cata no oficial, “sino experimental”, en la que han participado desde técnicos de laboratorio de la Administración hasta miembros del Consejo Regulador de la DOP y productores.

“A nivel de toda la comunidad ha sido un año excepcional en cuanto a la producción, con más kilos en las almazaras”, expone García. Asimismo, el técnico destaca que el concurso anual del mejor aceite de La Rioja “permite probar los aceites con mayor potencial de toda la comunidad que casi siempre sorprenden y por los que se pagaría un plus por tenerlos en casa”.

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