Crisis del Coronavirus

Un mismo virus, distintas huellas: las dos olas del COVID-19 en La Rioja

La segunda semana de marzo de 2020 quedará para siempre en el recuerdo de todas las generaciones a las que nos ha tocado asistir a uno de esos puntos de inflexión en la historia de la humanidad. La irrupción del COVID-19 cambió por completo nuestras rutinas y, probablemente, el modo en el que nos relacionamos con nuestro entorno.

Desde el primer positivo en La Rioja han transcurrido ya prácticamente nueve meses y, desde entonces, los datos nos permiten analizar cómo hemos combatido el virus en las dos olas que han puesto en jaque a nuestros hospitales y a nuestras relaciones sociales. Porque el virus sigue siendo el mismo, pero las armas utilizadas para plantarles cara son bien distintas. Y ahora que (parece) comenzamos a doblegar la curva de esta segunda ola, la comparativa de los datos nos permite atisbar las fortalezas y debilidades en el pulso contra el COVID-19.

La primera gran diferencia entre las dos fases de la crisis sanitaria es su duración: mientras que la primera ola se prolongó en La Rioja durante diez semanas, en la segunda llevamos ya la friolera de 16 semanas tratando de doblegar la curva de contagios a niveles marginales.

Pero sin duda, lo que verdaderamente ha cambiado de la primavera a esta parte es la capacidad del sistema sanitario para identificar nuevos casos. Mientras que en la primera ola se identificaron 4.008 positivos, desde el pasado verano se han notificado más del triple: 12.661 positivos más hasta alcanzar los 16.669 registrados por el Ministerio de Sanidad este lunes. El factor diferencial es, sin duda, la capacidad para detectar pacientes asintomáticos. Por un lado, porque permite combatir la enfermedad antes de que desarrolle cuadros graves; y por el otro, porque poniendo al positivo en cuarentena se reduce su capacidad de contagio a otros sujetos.

La capacidad de diagnóstico se deja notar (y de qué manera) en la segunda variable de la comparativa. Los pacientes ingresados en los hospitales se han reducido a la mitad en esta segunda ola, pese a detectar al triple de positivos: si en primavera pasaron por el hospital 1.475 personas, desde el verano a esta parte ‘solo’ han tenido que ser ingresadas 705. Pese a ello, los datos muestran que el número de pacientes ingresados en la UCI es mayor en la segunda ola (117) que en la primera (91).

Reducción de la letalidad

La perspectiva del tiempo permite cómprobar cómo en un plazo de tiempo muy corto (apenas medio año) el sistema sanitario ha aprendido a combatir de forma eficaz la pandemia hasta reducir un 41 por ciento la mortalidad en la segunda ola, aun teniendo más del triple de contagiados.

Durante la primavera murieron en La Rioja 346 personas por COVID,  lo que arrojaba una tasa de letalidad del 8,6 por ciento de los contagiados por el virus. En cambio, en la segunda ola la letalidad se reduce a 204 personas en la región, apenas un 1,6 por ciento de los infectados.

Pero no solo el sistema sanitario ha aprendido a mantener a raya al virus. Si el talón de aquiles durante la primera ola fueron las residencias de personas mayores, en la segunda fase de la pandemia se ha logrado minimizar la presencia del virus en estos centros, aun con crisis puntuales. Tanto, como que en primavera murieron 211 mayores en las residencias riojanas y desde el pasado verano esa cifra se ha reducido a 66, lo que implica un descenso en la mortalidad del 68,7 por ciento en este colectivo vulnerable.

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