La Rioja

Que viene el lobo: la ganadería ovina extensiva, “en peligro de extinción”

Rebaño de Javier Elías en Villoslada de Cameros

Se sienten desprotegidos y exhaustos. La situación, lejos de mejorar, empeora por días y por semanas tras darse cuenta de que la única solución es abandonar por lo que un día tanto lucharon. La ganadería ovina en extensivo que pasta en la sierra riojana supone ahora “una especie en peligro de extinción” mientras su depredador, el lobo ibérico, avanza redil tras redil. El debate de si la actividad ganadera es compatible con la existencia del lobo está encendido, pero los profesionales de este sector agrario lo tienen claro: “Hay que hacer un control cinegético de esta especie”.

En Villoslada de Cameros tan solo quedan tres ganaderos de ovino a título principal, otros han optado por el bovino, por ser este más fácil de trabajar. A sus 55 años, Javier Elías es uno de los que se resiste a echar por tierra una profesión que le acompaña “desde que era un chaval”, cuando comenzó con su padre. Hasta hace un par de años, sus 800 ovejas pastaban por la sierra camerana sin mayor preocupación, pero desde entonces las bajas se cuentan por decenas. “El año pasado di parte al seguro de una veintena de ovejas matadas por el lobo, sin contar las que no pude encontrar porque los buitres ya se las habían comido o estaban perdidas para cuando llegaban los peritos”, apunta.

Desde septiembre, su explotación ya cuenta con unas 40 cabezas menos. “Es insostenible, no se puede trabajar con el estrés que te produce pensar que cada mañana te puedes encontrar a una de tus ovejas así y es que en un solo día he llegado a contar hasta cuatro muertas, muchas encontradas por el aviso de los buitres que vuelan sobre ellas”, lamenta. Así que se ha visto abocado a vender parte del ganado (unos 300 animales) a un joven ganadero y el resto recogerlo cada noche en su nave, “porque incluso en los rediles de la sierra las han llegado a matar”. Por el momento, todavía espera a cobrar las bajas de 2019.

Su hijo, todavía menor de edad, ansiaba poder continuar con la profesión familiar, “pero ahora todo son dudas”. En La Rioja, a excepción de comunidades limítrofes como Castilla y León, el lobo es una especie cinegética y, por tanto, cazable. Sin embargo, estos animales solo se pueden matar en batidas concedidas por la Dirección General de Biodiversidad y en el Plan Técnico de Caza de 2020 se especifica que hay un cupo de cuatro ejemplares para abatir por temporada.

Hasta el año pasado el cupo de extracción era de cinco lobos y, a pesar de que la Dirección General considera al lobo “una especie en expansión”, el número de animales que se pueden cazar se ha mermado. Además, “este año tan solo se ha conseguido matar a uno de esos lobos. ¿Qué pasa con los otros tres que andan libres? Que campan a sus anchas por entre el ganado. Esto se está yendo de las manos y no hay derecho. La Administración tiene que establecer medidas urgentes ya”, incide Javier.

Mientras que desde Amigos de la Tierra La Rioja defienden el pastoreo y no la caza como solución a la convivencia entre ganado y lobos, los ganaderos insisten en que lo que caracteriza a la ganadería extensiva es que pueden estar libres por el monte, cada día durmiendo en un sitio diferente. “Cuando ya se cansen de matar ovejas irán a por terneros, como ya se está viendo en algunas ocasiones. Eso sí, no van a atacar a jabalíes, corzos o ciervos, como dicen otros, porque el lobo caza al animal más débil y vulnerable. No hay más que ver cómo la población de estas especies cinegéticas no deja de crecer también”, remarca el ganadero.

Consecuencias medioambientales

“Llegará el momento en el que el ganado desaparezca de nuestra sierra y con él, su labor medioambiental a la hora de controlar la melaza y evitar incendios. Entonces ahí muchos se lamentarán”, subraya. También en Villoslada se asentaba el rebaño de Borja Elías. Se asentaba, en pasado, porque desde el pasado 5 de noviembre sus cerca de 200 cabezas dijeron adiós a la sierra riojana para viajar hasta Vinuesa (Soria). “Los ataques constantes del lobo han hecho inviable esta explotación, así que tomé la decisión y ahora estoy con trece vacas”, apunta este ganadero de 30 años.

Borja con su rebaño en los montes de Villoslada de Cameros.

Él es el último pastor que ha abandonado la profesión en la sierra después de una década de actividad, tras contabilizar una cuarentena de bajas: la mayoría por ataques de lobo, otras pocas por muerte natural. La última oveja se la mataron justo un día antes de vender el rebaño. “De las dieciséis que se llevó el lobo el año pasado solo pude dar parte de nueve. Eso sí, las que cobré no lo hice a un mal precio; 93 euros por cabeza”, señala Borja. Aunque este depredador no había asaltado antes a este ganadero, asegura que “así no se puede vivir: te las matan a la noche, a la mañana se las comen los buitres y a la tarde ya no están”.

Borja no es ganadero profesional porque gran parte de su jornada laboral la invierte como autónomo en la construcción, pero como buen serrano, los animales le dan la vida y no se quiere despegar de ellos. De ahí que la idea de las reses ya le rondara la cabeza hace un año atrás: “Es un trabajo más sencillo de compaginar con un segundo trabajo y al menos, por el momento, no te dan tantos disgustos como las ovejas. Porque cuando acaben con los rebaños irán a por los terneros, que ya se comentan que los empiezan a matar”.

Como él están otros cuatro ganaderos que compaginan animales con otras trabajos, “porque lo que son jóvenes que se dediquen exclusivamente a ello aquí no hay ninguno”. Y mucho tiene que ver la inestabilidad de sacar a flote una explotación así. “El problema del lobo se ha desbordado de tal forma que es necesario un control cinegético porque tampoco es cierto que detrás de la gran parte de los ataques al ganado estés los perros salvajes. A estos, a diferencia de los lobos, se les ve mucho más. La solución es que concedan más batidas en zonas donde ataca el lobo, no donde hay otros animales”, remarca Borja.

Hay ataques dos de cada tres días

Los datos hablan por sí solos. Desde la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) de La Rioja, apuntan a un total de 231 ataques de lobos hacia ovejas en 2019, los cuales arrojaron 622 muertes y 52 animales heridos. “Las desaparecidas y, por tanto, sin contabilizar en las listas, desaparecidas están”.  Es decir, hubo ataques dos de cada tres días, muriendo casi dos ovejas (1,7) al día, o lo que es lo mismo, doce a la semana.

Son números extraídos de la Consejería de Sostenibilidad y Transición Ecológica de la que depende la Dirección General de Biodiversidad. El técnico de UPA, Néstor Alcolea, destaca que entre 2010 y 2019 el lobo se ha llevado por delante a 3.004 ovejas.

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