TRIBUNA

La divinidad

Soy hincha del Logroñés.

Sí, del Logroñés.

Sé que en mi ciudad hay un debate hace años al respecto. Me da igual. Yo vivo lejos. He conocido el logroñesismo desde los inicios de los 1970s. He visto a Esteban Prudencio Alcalá entrevistar a Cesáreo Remón junto a aquella pequeña nevera que había en el palco (¿?) de Las Gaunas, he visto a Juanito Arriarán, a Luis Aloy, a Fuertes, dar órdenes desde aquel banquillo. Y a todos los demás, que nos llevaron a los cielos.

Y cuando veo la blanquirroja, se me pone la carne de gallina, me emociono, y me acuerdo de mi abuelo, del bar La Pasarela y de su olor a farias y sus ruidos de partida de subastado, donde mi papá y yo nos encontrábamos con él y subíamos a Las Gaunas. Por República Argentina, claro. La misma calle en la que miles de logroñesistas nos morimos de amor al club, al nuevo club, el día de una derrota, la del Hércules. Por cierto, gracias a mis nuevos amigos y hermanos de colores de la Peña 1987, sois grandes. Enormes. Y tantas otras peñas… Allí todos supimos que habíamos vuelto. Para quedarnos.

En todo este proceso, además de la figura esencial de don Félix Revuelta, de la gestión económica de Juanjo Guerreros, de la deportiva de Carlos Lasheras, resulta que hay una divinidad. Sí, una divinidad.

Ruego que nadie se ofenda. Ahora sale mi lado profesional. Resulta que mi trabajo es estudiar el Imperio romano. Y allí había divinidades variopintas. Incluida Cibeles, claro.

El Logroñés tiene su propia divinidad. Se llama Sergio Rodríguez. O, como decimos en los foros, SR. Porque ha jugado al máximo nivel. Porque sabe de fútbol. Porque es de Logroño, coño. Y eso, los que vivimos lejos hace muchos años, lo valoramos mucho. Pero, sobre todo, porque es educado, correcto, serio. No lo conozco en persona. Nadie hallará amiguismos en estas líneas, porque no lo conozco. De hecho, lo he criticado, en la grada y en otros ámbitos. Pero no. Imbécil de mí, no sabía que estábamos ante una divinidad.

La nuestra.

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