Crisis del Coronavirus

“Un francotirador letal anda suelto y La Rioja está en su punto de mira”

“Un francotirador. Una terraza cualquiera. Paciente, constante, letal… Elige bien sus víctimas, entre los civiles, personas anónimas, personas cualesquiera, preferiblemente en grupos. Las sigue, pone en ellas su mirilla telescópica, pero no dispara siempre, elige a 1 de cada 10”.

Podría ser el primer capítulo de una novela policíaca, pero, desgraciadamente, es una analogía, creada por el autor riojano Ernesto Tubía, y que el neurólogo del Hospital San Pedro, Federico Castillo, utiliza para describir la situación actual provocada por la destructiva segunda ola del coronavirus.

“En la formación militar le explicaron que no consiste solo en matar. A veces hace más daño dejar a la víctima viva; que tenga que ir al hospital; que gaste recursos del enemigo; que mine la moral de los que le combaten; que sufran”, señala, explicando que este viernes sale de su guardia. “Dejo la planta COVID al menos dos semanas. Necesito parar, necesito descansar, necesito olvidar un poco este desastre”.

“Dispara a matar a uno de cada 10. No siempre lo consigue, algunos sobreviven, pero a costa de un esfuerzo sobrehumano en los que luchan por salvar su vida. Sabe que la herida perdurará de por vida, pero no solo en su víctima, sino también en otros que lo rodean”.

“Parece que estamos volviendo a la experiencia de marzo que no queríamos volver a vivir”, cuenta este neurólogo del Hospital San Pedro en declaraciones a Onda Cero. “Y lo peor es que estamos normalizado unos datos que son terribles y una desgracia que ya nos parece cotidiana”.

“Es implacable. No descansa. Paró unos meses en que se trasladó a otras ciudades. Cuando está en su terraza, elige unos 20 o 30 civiles al día para efectuar su disparo. Ha mandado a 2.200 pacientes al hospital. Ha matado a unos 460 riojanos, en los meses que dispara, unos 3 a día. El francotirador es el SARS-CoV-2, su legado, el COVID-19”.

El escenario en el que los sanitarios se mueven a diario ha vuelto a convertirse en una pesadilla. De nuevo se viven situaciones críticas y duras entre pacientes, familiares y profesionales. “El sistema está tensionado, pero nos estamos salvando de tanta letalidad porque está llegando gente más joven. El problema es que los positivos en residencias están aumentando progresivamente y así se nos va a juntar el hambre con las ganas de comer”.

Castillo reconoce que los positivos de la última jornada se van a convertir en cerca de una veintena ingresos y esos a su vez en pacientes UCI. “Por desgracia, algunos fallecerán. Estamos en una ruleta muy peligrosa, así que el sacrificio que se nos exige está más que justificado”.

Y ahora nos toca a nosotros. A los que estamos fuera de este hospital. Si tuviéramos a nuestro francotirador en la ciudad, “¿saldríais alegremente a la calle a juntaros en grupo? ¿Dejaríais a vuestros hijos salir a la calle a comer pipas y compartir bolsas de gusanitos, litronas, o cachimbas? ¿Protestaríais por el cierre de los bares? ¿Pensaríais en la Navidad? Vosotros, políticos, ¿os pondríais de acuerdo y remaríais en la misma dirección?”.

Este viernes comienza el fundamental descanso de Federico Castillo, no sin antes recordar que el francotirador sigue suelto. “Mi última intervención en planta COVID ha sido acompañar a una compañera a la UCI con un paciente de 60 y pocos, y cuando he subido esta mañana a despedirme de él he sabido que el paciente que tenía en planta de 53 años ha bajado también de madrugada”.

“Estamos cansados, desilusionados y desconcertados de ver cómo esto va para largo. Además, a veces, nos sentimos solos en la batalla”, concluye.

Subir