Deportes

Fiesta de Halloween en el Carlos Tartiere

El Logroñés remonta (2-3) al Oviedo y sale de los puestos de descenso

Con esto del estado de alarma, los confinamientos perimetrales y el cierre de la hostelería no se pueden celebrar fiestas multitudinarias. Sin embargo, la ‘burbuja’ de LaLiga todo lo puede. Por eso, Oviedo y Logroñés se han dado cita este miércoles para celebrar Halloween de manera anticipada. Una treintena de futbolistas para llenar de miedo un estadio de fútbol y provocar más sustos en sus seguidores de los que puede soportar un aficionado medio en un mes. La maquinaria del miedo en forma de goles con el VAR como fantasma omnipresente. Victoria final para el Logroñés (2-3) en un encuentro de infarto sin calabazas ni brujas ni caramelos, pero sí con muchos sustos, muchos trucos y ningún trato.

La cosa no ha empezado bien para los blanquirrojos. A los tres minutos de partido, Gorka ha estado a punto de marcarse un gol en propia puerta con un certero cabezazo que Roberto Santamaría ha evitado con una parada de reflejos. Sólo dos minutos más tarde, Bobadilla ha despejado un centro de Juanjo Nieto directo hacia la portería y ha hecho el 1-0 para los locales. No ha podido ni rozarla en esta ocasión el guardameta navarro. Partido loco que acto seguido ha contado con la expulsión de Grippo en las filas asturianas. Pisotón sobre Roni y roja de VAR que ha despejado todas las dudas del colegiado Galech Azpeteguía.

Ziganda ha movido banquillo: Arribas (defensa) dentro, Blanco Leschuk (delantero) fuera. A guardar la ropa y mantener el resultado con uno menos, aunque ha sido el Oviedo dueño y señor del encuentro en la primera mitad. De principio a fin. Más acercamientos del conjunto asturiano pese a estar con uno menos y nulo peligro del Logroñés sobre la portería de Brazao. Entre Nahuel y Obeng, los problemas en el área riojana han sido una constante. La tranquilidad de saberse superior y manejar el balón a su antojo en todas las zonas del campo. Tanto que sólo ha tenido ‘media’ ocasión el equipo visitante. Centro de Iñaki y cabezazo de Roni. Primer aviso. Despertaba el Logroñés. Tarde, pero despertaba. Y Sergio Rodríguez ha movido entonces banquillo: Jaime Sierra (pivote defensivo) fuera, Leo Ruiz (delantero) dentro. ¿A por el partido? ¿Se acababan las contemplaciones? ¿Una final? Puede que no, pero por si acaso.

Justo antes del descanso, falta botada por Tejera al corazón del área y Gorka que no puede con Arribas en el forcejeo. El balón ha quedado muerto entonces entre el defensa, Iago López y Petcoff para que la reviente el central carbayón. Y para dentro. Roberto Santamaría sólo ha podido tocarla un poquito. Un pequeño desvío sin esperanza de despeje. Hubiera sido el 2-0 en el marcador de no haber sido por el VAR, tras considerar que Bolaño se encontraba en la línea de visión entre el guardameta blanquirrojo y el esférico. Fuera de juego y a seguir con sólo un tanto en el luminoso. Ha respirado entonces el Logroñés, aunque la desesperación de Sergio Rodríguez ha ido transformándole el gesto en el banquillo. Cabreo considerable ante la falta de contundencia en defensa y la nula apuesta en ataque. La nada más absoluta en la primera parte.

Todo lo contrario en la segunda. Nada más arrancar, la remontada. Leo Ruiz ha puesto el 1-2 en un abrir y cerrar de ojos. Falta botada por Iñaki, cabezazo de Clemente y parada de Brazao. Rechace para el trige de Medellín y primer zarpazo en el 47. Para el 50, segundo gol dentro del área pequeña tras pase de la muerte de Roni. Le ha venido bien el parón al Logroñés y ha reaccionado de forma magistral para despejar todas las dudas que había sembrado en el césped del Carlos Tartiere durante los primeros 45 minutos. Los caprichos del fútbol. Las reconquistas heróicas como las que siempre han ocurrido en suelo asturiano.

Y sólo así se entiende que el Oviedo haya hecho la igualada cinco minutos más tarde. Partido loco en el que la crónica sólo relata sucesivos goles que van cambiando las alegrías y las tristezas de bando. Corazones que aceleran. Gargantas que gritan. Manos que aplauden. Cabezas que asienten. Cabezas que niegan. Uñas que desaparecen. Pelo que cae por los nervios y el paso de los minutos. Una vida en un partido de fútbol. Obeng ha puesto el 2-2 para el 56. Otra vez a balón parado. Balón muerto en el área que deja Edgar y se le queda al ex del Calahorra para que fusile a Roberto Santamaría sin piedad. Gol del ghanés y vuelta a empezar.

Para esa ‘nueva normalidad’, más cambios. Los aficionados blanquirrojos han visto, por fin, a Mateus Bogusz sobre el césped. Debut con el Logroñés alrededor del 65 (al verde junto a Siddiki) y para el 70 nuevo tanto en el Tartiere. La locura. Disparo lejano del centrocampista polaco y Brazao que despeja a córner. La zurda de Iñaki ha vuelto a salir de paseo. Balón al área, rechace para Roni y el minero del área que vuelve a sacar petróleo por estar en el sitio adecuado en el momentro preciso. Gol al equipo de sus amores para poner el 2-3 y llenar de alegría a la parroquia riojana con tres puntos en el zurrón.

Las fiestas son así. Lo mismo da Halloween que un cumpleaños. Un baile de fin de curso que carnaval. Cuando acaba el jolgorio, siempre hay unos más felices que otros aunque todos se lo han pasado en grande en ese carrusel. Esta vez ha tocado alegría blanquirroja para romper una racha de dos derrotas consecutivas (Leganés y Lugo) y salir de los puestos de descenso.

Subir