El Rioja

Cuando el miedo guarda la viña

Julio Sáenz llegó a La Rioja Alta S.A .en 1996. Desde 2005 es el enólogo-director técnico de esta institución centenaria que elabora algunos de los vinos más conocidos de la denominación: Viña Arana, Viña Ardanza, Viña Alberdi, Gran Reserva 890 y Gran Reserva 904. Los hermanos pequeños pertenecen a Torre de Oña: Finca Martelo, Finca San Martín y Torre de Oña Reserva.

En su cabeza y sus manos, junto a las de otras decenas de personas, el desarrollo de una bodega fundada en 1890 (Haro) y otra en 1987 (Páganos). En la primera cuenta con 467 hectáreas de viñedo propio con 25 años de media, una producción media de 5.000 kilos por hectárea y un mar de tempranillos acompañados de garnacha, graciano y mazuelo. Torre de Oña es un “terroir único” de 46,2 hectáreas a 630 metros de altura a las que se añaden las mismas variedades y la viura.

Nos recibe en las instalaciones de La Rioja Alta S.A. En pleno corazón del barrio de la estación de Haro. Allí donde late el vino por todas sus venas y arterias. Voz pausada y charla tranquila antes de volver a la viña para ver cómo culmina la vendimia de las mascarillas (también se ha denominado la vendimia de “las gorras de colores” por la diferenciación en la vestimenta de los temporeros).

Antes de hablar con una de las voces más autorizadas, consultamos un poco Google para conocer un poco más a la persona. El primer resultado: ‘El enólogo responde’. Una sección en la web de la propia bodega donde ha contestado más de 4.000 respuestas, “unas seis o siete al día”, para hacer que la gente “le pierda el miedo a hacer vino y desmontar mitos”.

Precisamente sobre esos temores y esos nervios a flor de piel dice Julio que ha girado esta cosecha: “A mí me gusta decir que el miedo guarda la viña y este año el miedo ha guardado la viña. El miedo ha hecho que la gente se conciencie muy intensamente”. Y una intuición porque para nuestra visita ya tiene el ochenta por ciento del vino que ha acabado de fermentar y está macerando. “La primera impresión te la da el primer descube. Yo creo que será mejor que el año pasado y que el 2018”.

– ¿Qué valoración hace de la vendimia 2020?

– Al principio de septiembre había mucha incertidumbre sobre cómo iba a ser la calidad de la uva. En La Rioja Alta (Galbárruli, Sajazarra…) y en Rioja Alavesa (Villabuena, Elciego…) hubo pedrisco, aunque a nosotros no nos ha afectado. A finales de julio y el mes de agosto hubo mucho calor y las viñas sufrieron mucho, por lo que creo que ha habido dos hechos determinantes que han mejorado la cosecha: la lluvia de San Mateo, que vino acompañada de días muy fríos y viento del norte. La lluvia ayudó a que la viña soltase el estrés que tenía y, además, el frío ayudó a que la uva madurase muy bien y muy equilibrada sin aparición de enfermedades. Todos los que hemos cogido la uva a partir de esas fechas nos hemos visto beneficiados, sobre todo en La Rioja Alta. Eso se ha traducido con uva de gran sanidad, mucho color y muy equilibrada. Hay mucha tipicidad de vinos: elegantes, finos y que están muy ricos en Rioja Alta y Rioja Alavesa.

– Se hablaba de un par de semanas de adelanto, pero también ha sido una vendimia muy concentrada entre finales de septiembre y el Pilar.

– Ha habido condicionantes vitícolas. La gente quería vendimiar muy rápido por dos razones: quitarse el marrón de qué es lo que iba a pasar con el COVID-19. “Cuanto antes metamos la uva, menos problemas”, pensaron, ya que en ese momento que estaba la gente sana y en octubre podía haber más frío y gripe, confundirse con COVID… la gente se apresuró y no han aprovechado las condiciones tan buenas que se han dado en octubre. Hasta mediados de septiembre había un adelanto de 7-10 días, pero con la lluvia y el frío nos hemos ido a una vendimia típica de Rioja. El final del ciclo se ha igualado.

Si hiciésemos una valoración de cómo ha sido el ciclo total, yo creo que se ha igualado y hemos acabado después del Pilar. Ha llovido cuando tiene que llover. Por primera vez, volvemos a tener otoño en La Rioja, que llevábamos años en los que pasábamos del verano al invierno. Ahora hace frío y llueve, pero la temperatura es agradable. En conjunto, un año típico de Rioja.

– Eso en cuanto a la uva, pero también ha habido mucha preocupación con el COVID-19. La vendimia de las mascarillas.

– Había mucho miedo. A mí me gusta decir que el miedo guarda la viña y este año el miedo ha guardado la viña. Éramos conscientes de que había un grave peligro. No sólo de que las uvas se quedaran en el campo. A mediados de junio se hablaba de que todo el mundo iba a vendimiar a máquina porque iba a haber escasez de mano de obra y al final no ha sido así. El miedo ha hecho que la gente se conciencie muy intensamente con las medidas propuestas: mascarillas, gorras, distanciamiento (estar separados, pero también sin mezclarse entre grupos de vendimia) y en la bodega se ha aplicado normas de protección, gel, desinfección de máquinas antes y después de utilizar, distanciamiento social, cambios de ropa por turnos, mascarillas, reducir aforo de zonas comunes para los trabajadores… Nosotros damos alojamiento a los vendimiadores y hemos procurado que no hubiera hacinamiento. Si la casa era para cinco, estaban tres y en las casas se desinfectaba diariamente.

– ¿Tiene ya hecha la selección de uva para los próximos vinos de La Rioja Alta S.A.? ¿Sabe qué vinos va a poder realizar?

– Todavía es pronto. Todos los vinos que elaboramos vienen de viñedos propios y son muy maduros. Ya tenemos una idea de qué viña puede ir a determinada marca. La cosecha ha sido buena y estamos muy contentos. Hay muy buenos vinos para ser criados y hacer reservas y grandes reservas. Ahora hay que ver en qué cantidades y en qué proporción porque no todos los años hacemos todas las marcas. En conjunto, reservas y grandes reservas vamos a poder hacer.

– La Rioja Alta S.A. es una bodega de vinos clásicos. ¿Cómo se perdura en el tiempo con ellos? ¿Cómo se hace lo que se ha llamado evolución sin revolución?

– Los vinos clásicos tienen que cumplir tres cosas: elegantes, gran complejidad y típicos. Cuando alguien bebe un vino clásico, lo identifica con una forma de hacer y una zona. Hay que mantener la elegancia y la finura. Para eso no hay una fórmula ni una regla como echarle 20 de garnacha, 80 de tempranillo y 3 años en barrica de roble americano. Lo importante es cuidar la materia prima y cuidar la uva, que tengan capacidad de envejecer y mejorar con el tiempo sin hacerse viejo. El tempranillo te permite hacer eso y hay que ser muy cuidadoso con eso.

La Rioja Alta S.A. ha sabido ser fiel a un estilo, mejorando y evolucionando los vinos. Si nosotros estuviéramos haciendo los mismos vinos que hace treinta años hubiéramos muerto de éxito porque a la gente no le gustan las mismas cosas. Poco a poco tenemos que ir adaptándonos al gusto del consumidor, pero manteniendo la filosofía de un vino clásico: fino y elegante, que abras la botella a los tres años y esté mejor. ¿Todos los vinos pueden hacer eso? Sabemos que no.

– Hablando del paso del tiempo. ¿Qué ha cambiado desde que llegó a la bodega en 1996?

– La gente que estaba a cargo de los viñedos no tenía la potencia académica que hay ahora. El mildiu, el oídio y la botrytis eran lo común y casi nadie se preocupaba de eso. Conseguir vinos de 12,5 grados era imposible porque la mitad de los viñedos estaban enfermos. Cuando los profesionales comienzan a tener más conocimientos y la tecnología avanza… antes se decidía la fecha de la vendimia de forma rudimentaria y ahora se utilizan hasta drones e imágenes por satélite. La toma de decisiones es mucho más rápida y las personas están más preparadas. Hemos pasado de la época de magos y alquimistas a gente más preparada con más conocimiento y más ganas de innovar. En el año 1996 había tolvas para meter la uva y ahora hay mesas de selección óptica. Pongo en valor el avance tecnológico y la información disponible. Antes había que buscar una revista de Estados Unidos, que alguien te pasara el artículo… y ahora está todo en internet.

– ¿Y cómo ha cambiado Julio Sáenz a nivel personal?

– He tenido mucha suerte profesionalmente. Yo no tengo presupuesto para mejorar la calidad de los vinos. Mi objetivo es que los vinos sean mejores y, para eso, la bodega me da todos los medios dentro de lo razonable. También le pasa a la gente del campo. Cuando dije de comprar mesas de selección óptica, era un pastizal, pero sólo preguntaron si iba a mejorar la calidad de los vinos. Igual que cuando hicimos la nave de Labastida o hacemos inversiones en barrica o madera. Profesionalmente es muy difícil encontrar una bodega así. Esto no es una máquina de tirar dinero y luego se evalúa, pero es muy gratificante. He sabido entender la filosofía de la bodega, que lo más importante son los vinos y no el carácter personal.

– Alguna vez ha manifestado que no hace los vinos que le gustaría hacer. ¿Cómo se explica esto?

– Para mí, los vinos de autor son vinos pretenciosos. Quieren demostrar lo que hay detrás del vino y aquí lo más importante es la casa, la marca. Yo tengo que entender cómo es Viña Ardanza e intentar mejorarlo, pero yo no puedo hacer mi Viña Ardanza y cambiarlo a un 50% de tempranillo, 20% de garnacha y 30% de graciano en barricas de roble francés. Igual sale un gran vino e incluso mejor, podría ser, pero no tendría el alma y el consumidor no lo entendería como un vino de La Rioja Alta S.A. Ser fiel no quiere decir siempre hacer lo mismo. Hay que mantener el espíritu y la filosofía, mejorándola poco a poco.

Los clientes de nuestra bodega son tremendamente fieles, pero tremendamente críticos. Ellos quieren seguir con su tipología de vinos -Ardanza, Alberdi, 904, 890…- y admiten pequeños cambios a mejor, pero un cambio drástico no lo admitirían. Para ese otro estilo de vinos más modernos donde juega más el carácter del terroir tenemos Torre de Oña en Rioja o Áster en Ribera. Son vinos que potencian la zona y el terruño. Ahí sí que hay más variabilidad. Hay que ser fiel a los conceptos.

– Vinos de pago, viñedos singulares… ¿cómo deben convivir todos estos vinos con el resto de vinos de Rioja?

– Soy un defensor de la convivencia, pero no de la confrontación. Rioja tiene un amplio abanico para todos los estilos de vinos y que son complementarios. Lo bueno que tiene Rioja es que en una misma comida o reunión puedes empezar tomando un vino blanco buenísimo, un clarete de Cordovín, un joven de maceración carbónica de Rioja Alavesa, un crianza moderno y afrutado y un reserva de La Rioja Alta S.A. El problema es decir qué es lo mejor porque yo creo que son complementarios y se está cometiendo un error: pensar que todos los vinos singulares, de pago y de autor son lo novedoso. Eso ya lo vimos en los años 90 frente a los reservas y grandes reservas. Treinta años después estamos volviendo a confrontar estilos de vino que son complementarios y no tienen por qué enfrentarse. Como Rioja, ofrecemos a un consumidor americano o inglés una variabilidad de estilos que ninguna denominación puede dar. ¿Por qué tienen que ser mejor unos que otros? Para mí, los mejores vinos de Rioja siempre han sido los grandes reservas porque los mejores vinos iban destinados a ser grandes reservas: envejecimiento largo, ser criados… ahora hay otros conceptos y lo admito, pero no la confrontación. A mí me gustan los dos.

– ¿Y cómo se puede quitar Rioja los complejos?

– El primer complejo, cuando vas a una cata internacional, es que aparecen bodegas top de Francia o Estados Unidos con vinos que cuestan seis o siete veces más. Nosotros, por menos de dinero, damos una calidad superior en muchos casos. La Rioja tendría que ir diciendo que “somos La Rioja, somos la denominación más antigua, la más prestigiosa de España junto con Jerez y que llevamos más de cien años haciendo grandes vinos y que no tenemos nada que envidiar a Burdeos, Borgoña, Australia… de donde tú quieras”. A mí me gustaría que los vinos de Rioja fueran más caros. Para mí son baratos. Tú comparas una botella de un vino francés de calidad media o baja y es mucho más cara que un reserva o un viñedo singular de Rioja. Seguimos teniendo ese complejo de inferioridad: “No puedo vender mi vino a cuarenta euros porque por ese precio se compran un vino medio de Burdeos”. Si es mejor, ¿por qué no?

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