El Rioja

Nómadas de la vendimia

Palpamos la crudeza a la que están expuestos los temporeros, que acaparan muchas miradas pero pocos apoyos

“Si tengo trabajo, tú puedes hacer foto; si no, no quiero porque no estoy contento”. Unos tras otros repiten la misma respuesta, reacios a los flashes de la cámara. Muchos, por desconfianza; otros, por inseguridad; algunos, por estar en situación irregular. Arrastran sobre sus espaldas familias a miles de kilómetros, viajes en patera hasta cruzar el Estrecho de Gibraltar y noches a la intemperie en ciudades donde acaparan muchas miradas, pero no tantos apoyos.

Es el caso de Sireh, quien, tras aguardar ocho meses en Marruecos para poder llegar a España, lleva más de dos años durmiendo en la calle. Su única preocupación es poder enviar dinero a su mujer y su hijo, que residen en Senegal, pero asegura que la situación para los inmigrantes en España “es muy mala”. Aunque hay trabajo, las condiciones son nefastas: “El precio por hora es muy bajo y no nos ofrecen casa mientras trabajamos para ellos”.

Sireh posa en los exteriores del polideportivo universitario de Logroño.

Es, concretamente, esta situación la que más denuncian desde el Ayuntamiento de Logroño, la existencia de las llamadas ‘furgonetas de subcontratas’ en los puntos de mayor afluencia de personas en busca de trabajo. “Los recogen en la estación de autobuses y a última hora de la tarde los vuelven a traer. Además se pueden aprovechar de la modalidad de contrato de día para no darles alojamiento a pesar de que es su obligación como empleadores”, señala el concejal de Servicios Sociales de Logroño, Iván Reinares.

“Sabemos de dónde vienen”

Una práctica que pretenden evitar pero difícil de controlar y que según, el edil, se produce mayormente por parte de pequeños agricultores. “Sabemos que vienen de trabajar por cómo traen las botas, pero a veces te dicen que no porque esto no deja de ser un lugar para gente que busca empleo”, señala. Recientemente, el Ayuntamiento de Logroño ha ampliado el número de días que los temporeros pueden alojarse en el polideportivo hasta quince. Después, Sireh volverá a la calle, de Logroño o de otra ciudad española, a la espera de conseguir los papeles que lo conviertan en un ciudadano regular.

Lo acompaña Sagar, también de origen senegalés, aunque en su caso prefiere ocultar el rostro. A sus 33 años, y con un español más fluido, relata su primera experiencia como vendimiador en Rioja, concretamente en viñedos de Elciego junto con otros once compañeros del polideportivo: “No creo que sea afortunado por tener trabajo porque es a lo que venimos aquí. Solo estamos de paso y allá donde vamos nos buscamos la vida como sea. Luego iré a Galicia para recoger manzanas y seguido, a Jaén para la aceituna”.

Sagar muestra las marcas de sus manos.

Atrás quedaron sus años como marinero en las costas senegalesas. Ahora sus manos reflejan el paso del tiempo en tierra firme, como agricultor nómada; y su mirada arroja un sentimiento de añoranza a la vida social que apenas palpa en La Rioja. “Solo salimos de aquí para trabajar, no tenemos un rato para disfrutar o tomar café como hace la gente normal”, apunta. Su vida lleva otro ritmo. Sus necesidades son otras.

“No se les puede dar la espalda”

Mientras, él y otras 104 personas tienen cobijo, comida y atención social gracias a profesionales del Ayuntamiento de Logroño, así como voluntarios de Cáritas, Cruz Roja y la Cocina Económica, que son conscientes de la realidad que acecha en su ciudad y no quieren permanecer ajenos. “Es una forma de crear conciencia con experiencias que te llegan al corazón”, apunta uno de los jóvenes voluntarios. Son días de tensión que estas personas afrontan con determinación pero, sobre todo, con empatía porque, inciden, “son personas esenciales en el campo riojano a las que no se ha de dar la espalda”.

Carpa habilitada en los exteriores del polideportivo para servir la comida.

Próximo destino, La Rioja Alta

Misma situación, diferente escenario. La vendimia avanza y los temporeros va recogiendo sus equipajes con destino a las zonas más nortes y frías de la región. Fuenmayor es otro de los pueblos que ha puesto sus instalaciones municipales al servicio de este colectivo. Cincuenta camas disponibles, algún día con el cartel de ‘completo’ colgado, mientras que en 2019 tan solo alcanzó el máximo de quince personas en una jornada. PCR y mucha coordinación entre Administración y profesionales para mantener el polideportivo libre de COVID.

“Este año los vecinos del municipio, voluntarios en anteriores campañas, se han quedado en casa. La situación es diferente y no podemos correr tanto riesgo porque, además, la mayoría eran personas mayores”, explica la concejala de Servicios Sociales, Estíbaliz Heras. La vendimia está en pleno apogeo, pero este albergue temporal comienza a vaciarse poco a poco después de su apertura hace diez días.

Polideportivo municipal de Fuenmayor.

“Se van hacia otros pueblos de La Rioja Alta, aunque junto a Nájera, somos los únicos que ofrecemos estos alojamientos, ya que Haro un año más no ha querido abrir su albergue”, señala el concejal de Deporte y Empleo, Ignacio López. El municipio jarrero alega el riesgo sanitario y la falta de demanda como motivos, pero el edil de Fuenmayor insiste en que este año hay más temporeros y la situación actual implica mayores necesidades y apoyo.

A escasos trece kilómetros de la capital, la plaza de la iglesia de Fuenmayor es el centro neurálgico donde los trabajadores acuden en busca de empleadores. Los grupos cada vez son menos numerosos, algunos han tenido suerte y han sido contratados. Otros siguen esperando su fortuna mientras el ir y venir de tractores cargados de uva interrumpen sus conversaciones. El tiempo apremia.

Subir