Portales, una de las calles más transcurridas de Logroño invita a un viaje en el tiempo. A lo largo de sus 610 metros de longitud pueden recorrerse años y años de historia de la capital a través de sus pequeños negocios. Quedar en la esquina de la tienda de cortinas de La Roja, comprar un recuerdo a unos amigos de fuera en ‘Plus Ultra’ o acompañar a tu abuelo a por un sombrero a Dulín y acabar con un libro de ‘Cerezo’ bajo el brazo son algunas de las situaciones que se han repetido de generación en generación. Pequeños comercios que son el alma de Logroño y que nunca habían permanecido tanto tiempo cerrados como tras el pasado confinamiento.
Sombrerería Dulín
Pequeña tienda de sombreros artesanales nacida en 1896, desde 2017 pertenece a otra familia de sombreros centenaria: los Albero, quienes han sabido mantener la esencia y la clientela de siempre, aún contando con otras tiendas en Valencia, Bilbao, Zaragoza y Córdoba.
La sombrerería echó el cierre el pasado 11 de marzo y abrió con la ‘nueva normalidad’ el 11 mayo (una semana antes con cita previa). “Sí que es verdad que ahora nos está haciendo daño el que no haya tanto turismo en verano”, explica Cristina Martínez, dependienta en la emblemática tienda. “Echamos mucho de menos a los peregrinos”. “El Camino de Santiago nos hace conocer a todo tipo de clientes: americanos, asiáticos… que muchas veces vienen a por las típicas boinas que se fabricaban aquí”, argumenta.
Si bien, durante el confinamiento, dado que sombreros Albero contaba con tienda online han podido mantener el contacto con sus clientes y realizar pedidos. Martínez tiene claro cuál es el sombrero estrella del verano: el ‘Panamá’, “esta hecho con paja entonces es un material natural y muy fresco”. “Paciencia para saber elegir el que te va bien y te gusta”, es el consejo de la profesional para elegir sombrero entre los más de treinta modelos ‘Panamá’ que ofertan. “Todos podemos encontrar un sombrero para nosotros”.
Sombrerería Dulín. / Foto: Nuria Pajares
Librería Cerezo
Desde el interior del establecimiento, Irene Cerezo atiende a amantes de la lectura siendo la tercera de su generación, una historia que comenzó en 1930 y que se adapta a los nuevos tiempos con la apertura de una web el próximo mes. “Comencé a trabajar aquí a los veintiún años, pero de pequeños siempre veníamos los hermanos a ayudar”.
Librería Cerezo. / Foto: Nuria Pajares
Fue a comienzos de mayo, con cita previa, cuando Librería Cerezo abrió de nuevo. “En la vida habíamos cerrado tanto tiempo, ni con las diversas obras que hemos ido realizando”, apunta la librera. “La gente nos echaba en falta, yo creo que nunca deberíamos haber cerrado una librería. Se podía haber trabajado perfectamente con la puerta abierta y buscar los libros que nos pedían nosotros mismos”, ha lamentado siendo consciente del gran poder del papel tanto para evadir como para hacer compañía durante el confinamiento.
Tras la vuelta a las calles, Cerezo afirma que ha visto una tendencia del lector a regresar a los clásicos, aunque su recomendación para este verano la tiene clara: ‘El infinito en un junco’ de Irene Vallejo. “Trata la historia del libro, es ameno, se está vendiendo muy bien y es muy importante para una librería”.
Este lunes se realizará la primera firma de libros post-confinamiento, concretamente de ‘Los amigos’ del arnedano Ánjel María Fernández.
Librería Cerezo. / Foto: Nuria Pajares
Óptica Cadarso
1912 fue el año de apertura de esta óptica que hacía el oficio, además, de relojería, dada la precisión y minuciosidad que caracterizaba al trabajo con cristales de los relojeros. Actualmente, Gonzalo Cadarso, cuarta generación de la familia, se encarga de llevar el negocio.Biznieto del fundador Antonio Cadarso, el profesional tiene clara cuál es la clave para la prosperidad de un pequeño negocio local y familiar: saber mantener a la clientela de siempre. “Los clientes son como nuestra familia, sabemos todo de ellos, de dónde son, cuántos hijos tienen… a mí me gusta mucho venir a trabajar porque es como si vinieran amigos a verte, es amor y dedicación por este trabajo y saber tratar bien a la gente”.
Antigua foto de Óptica Cadarso/ Foto: Nuria Pajares
Durante el confinamiento Cadarso pudo abrir las puertas de su negocio al tratarse de un centro de salud visual. “Atendíamos a cita previa, porque a una persona mayor que tiene seis o siete dioptrías no le puedes dejar sin solución”, argumenta. “Prácticamente todos los días teníamos alguna cita para emergencias”. Ha sido ya durante este mes cuando los trabajadores de la óptica fueron rescatados del ERTE.”Hemos trabajado muchísimo, estamos esperando el golpe que todo el mundo dice que viene”, agradece el óptico.
En más de cien años de historia, los Cadarso guardan mil anécdotas y clientes de los que hablar. “Ha venido mucho famosillo, sobre todo escritores”.
Sobre este verano, Gonzálo Cadarso destaca las tendencias tan variadas en monturas. “Las casas somos unos mandados de las marcas, ellas dicen si se van a llevar grandes o pequeñas”, explica. “Ahora se llevan mucho las gafas redondas, recuerdan a las que se llevaban cuando comencé a trabajar, con mejores materiales y lentes”.
óptica Cadarso. / Foto: Nuria Pajares
Plus Ultra
Pulseras, imanes, botas de vino o boinas son algunos de los souvenirs que ofrece Plus Ultra, la tienda de recuerdos más emblemática de Logroño. Esta abrió sus puertas hace aproximadamente cien años, como estima Mireia Santolaya, hija del fundador y encargada de la tienda desde su fallecimiento hace cuatro años.
“Se ven turistas, pero no tanto como otros años por estas fechas”, lamenta Santolaya ante la falta de sus clientes potenciales. “Los imanes, dedales y platos son los recuerdos que mejor se venden, si son peregrinos también se llevan la concha o la calabaza”.
Tienda Plus Ultra. / Foto: Nuria Pajares
La Casa del corcho
Protegida por los arcos de la Plaza del Mercado y de origen más cercano se encuentra la Casa del Corcho. Fue durante su infancia cuando Fabienne Callens llegó desde el norte de Francia a Logroño y en los ochenta fundó uno de los negocios más peculiares de la ciudad. Cestas, bolsos y sillones de mimbre, lámparas y antigüedades varias llaman la atención desde el exterior e invitan a pasar.
Casa del Corcho. / Foto: Nuria Pajares
Fue el 14 de marzo cuando la tienda del corcho bajó su verja y una rotura de tobillo de la dueña el 7 de abril obligó a prolongar el cierre hasta el 1 de julio. “Entre dolores, curas y el coronavirus rondando no he podido atender ningún pedido a distancia”, lamenta Callens, única trabajadora, además, de la tienda. “Jamás había estado tanto tiempo cerrada, no tengo vacaciones en San Mateo suelo cerrar tres días para ir a la playa, pero nada más”, explica.
Ahora, con la apertura en verano el producto más vendido de la tienda es el sombrero y el capazo ibicenco, “todo hecho en España, procuramos defender el producto de aquí”. “La apertura está costando”, confiesa. “Ahora el cliente se ha acostumbrado a la compra por internet, pero tenemos una clientela especial, que sabe apreciar las cosas distintas y que la calidad es buena.
Casa del Corcho. / Foto: Nuria Pajares
La Galería
“Me cerraron justo en mi temporada alta”, lamenta Begoña Echevarría, propietaria de La Galería, cuyos clientes habituales son alumnos de la Escuela Superior de Diseño, de Bachiller Artístico o de clases particulares de pintura. “Y cuando he abierto me he encontrado con lo mismo: que no está abierto ningún centro”.
Vecina de la Casa del Corcho y abierta también desde los 80, la Galería ofrece todo tipo de materiales para dibujantes en su pequeño local. “Nos hemos dejado llevar”, explica Begoña Echevarría,, cuando reabrieron en mayo tras adoptar las medidas de seguridad. “Según la gente que ha entrado se ha hecho pedido, pero se va con miedo, no sabes lo que puede pasar”.
Desde su apertura en el 82, Echevarría afirma que todos sus clientes son especiales. “Muchos de ellos son amigos o familia, se ha notado al volver el cariño, la preocupación por ti”, agradece.
La Galería. / Foto: Nuria Pajares
