Quien se pensara que este lunes comenzaba el flujo comercial en las calles riojanas estaba equivocado. Parcialmente, al menos. Porque es cierto que alguna que otra persiana se ha levantado con las dificultades propias de siete semanas anclada al suelo, pero por norma general la reactivación económica ha pasado más bien desapercibida.
De hecho, cualquiera diría que este fin de semana tenía más pinta de lunes que este mismo lunes, en el que las calles de Logroño han permanecido casi desiertas de actividad comercial. Salvo en las peluquerías, que han adoptado las pertinentes precauciones, el resto de establecimientos habiltados para abrir desde esta semana han permanecido cerrados al público y los escasos movimientos que se han detectado en las arterias comerciales de la capital estaban relacionadas con labores de limpieza y acondicionamiento.
Para muestra, valga el hecho de que en la tarde de este lunes tan solo un comercio ha permanecido abierto en la Gran Vía logroñesa y que en San Antón ha sido raro el movimiento de personas y vehículos, algo que se encuadraría en el género de la fantasía en las fases previas al confinamiento domiciliario.
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